En los últimos dos años los planes y programas de las universidades dominicanas han sido diseñados para seguir un enfoque por competencias y esto ha sido coordinado por el Ministerio de Educación Superior Ciencia y Tecnología, también se sigue un modelo constructivista, ya en las escuelas públicas viene trabajándose por más de una década una visión socio constructivista, fundamentada en el constructivismo sociocultural de Lev Vygotsky y los aportes de Piaget.

También en el sistema preuniversitario se trabajan las competencias, principalmente en la educación técnico-profesional que, por su naturaleza, fue donde se inició.

El diseño de planes y programas con determinados enfoques resulta interesante porque traza una guía, un norte a seguir; sin embargo, es en la práctica en las aulas, en los espacios de aprendizajes, donde se produce el cambio. Hemos visto como nuestros docentes conocen y hasta recitan las teorías de Piaget de Vygotsky, de Ausubel y siguen con las prácticas tradicionales en el aula, debo decir que un porcentaje mínimo ha cambiado y tiene prácticas constructivistas, pero falta mucho por hacer en base a los resultados que estamos cosechando y en las universidades la situación es más delicada, ya que por siglos ha primado la cátedra frontal.

Una de las estrategias utilizadas para el aprendizaje constructivista y la formación por competencias es el aprendizaje colaborativo, muy difundido en los planes y programas de estudio, pero en la aplicación de esta estrategia la confusión en el docente es superior, ya que confunde aprendizaje colaborativo con cooperación o simplemente división en grupo, donde el trabajo individual se ensambla al final y produce un producto grupal.

Por lo expuesto anteriormente voy a presentar el aprendizaje colaborativo explicando lo que es  realmente, en  su génesis y desarrollo, lo que  pudiera servir para mejorar la práctica de los docentes en las aulas y principalmente en el nivel superior.

En la actualidad, el constructivismo social está ampliamente reconocido y aceptado como una teoría educativa. El constructivismo social resalta la naturaleza social de la cognición y aboga por crear comunidades de aprendices que colaboran para alcanzar mejores logros en sus aprendizajes. Desde la perspectiva del Constructivismo Social, el enfoque del aprendizaje colaborativo defiende que el conocimiento es menos una posesión individual y más un bien colectivo.

Este conocimiento es construido por los miembros de un grupo, mediante la participación en actividades compartidas, y el intercambio de ideas y recursos (Yang, Zhu et al., 2022). En otras palabras, el aprendizaje colaborativo conlleva un proceso activo, en el que los estudiantes construyen su comprensión tomando ventaja de sus interacciones con su entorno y con otros estudiantes (Stahl, 2020). Este enfoque tiene como foco diseñar e implementar ambientes educativos que promuevan interacciones significativas entre estudiantes, facilitando la apropiación del proceso de construcción del conocimiento, de manera colaborativa y personal (Rannikmäe et al., 2020).

El aprendizaje colaborativo es un concepto que define un área teórica y de investigación de gran actualidad y de fuerte identidad. Aunque el tema de la cooperación intelectual tiene una larga tradición en el ámbito de la investigación en psicología y educación (Melero Zabal & Fernández Berrocal, 1995, Croos & Major, 2007), muchas veces asociado a la idea de trabajo en grupo o en equipo. En la década de los 80, y sobretodo  de los 90, la cuestión cobra un nuevo impulso, dando lugar al campo epistémico reconocido como aprendizaje colaborativo.

De hecho, en esta nueva versión de la coparticipación cognitiva, el término “colaboración” desplazó al más tradicional “cooperación”. En este sentido, si bien no hay un criterio unívoco, e incluso se los llega a usar de modo indistinto, se suele establecer una diferencia entre ambos (Dillenbourg et al., 1997). Existe un cierto consenso que define a la cooperación como una división de funciones basada en una repartición de la tarea, lo cual daría lugar a un segundo momento de ensamblaje grupal. La colaboración sería, en cambio, un proceso colectivo desde el inicio, donde todos intervienen conjuntamente en la realización de la tarea. Esto no implica que no pueda haber una natural diferenciación de roles, pero esta es una emergencia espontánea de la dinámica interactiva. En los términos de Dillenbourg (1999), se trataría de una diferenciación horizontal y no vertical, como sería el caso de la cooperación.

Pero la diferencia es más profunda que la referida, como lo reconocen Barkley et al. (2007). Se trata de una diferencia de las bases epistemológicas. La línea de investigación sobre cooperación es básicamente anglosajona; en esta corriente el peso de la enseñanza recae en el docente, quien detenta el conocimiento que debe ser aprendido por los alumnos. El trabajo cooperativo consiste en la aplicación, por parte del docente, de técnicas grupales dirigidas a lograr este objetivo; en tal sentido, su uso es instrumental y complementario. La cooperación no es una ideología generalizada de toda la enseñanza; es una parte del proceso, donde se recurre a la cooperación entre pares como una manera de afianzar los logros de aprendizaje. Estas técnicas encuentran su espacio ideal en la educación primaria y secundaria. No están pensadas para la educación superior, donde la población es adulta y el conocimiento es de una alta especialización. Con todo, en los últimos tiempos han aparecido en castellano manuales referidos al uso de técnicas colaborativas en la universidad (Barkley et al.,2007), que incluso apelan a este nombre, pero la impronta funcionalista denuncia su raíz anglosajona. Por el contrario, el enfoque del aprendizaje colaborativo se inscribe dentro de una epistemología socioconstructivista (Bruffee, 1993) o, empleando las palabras de Quiamzade, Mugny y Butera (2013), de una “psicología social del conocimiento”. El conocimiento es definido como un proceso de negociación o construcción conjunta de significados, y esto vale para todo el proceso de enseñanza-aprendizaje. Aunque el peso del concepto está puesto en el reconocimiento del valor de la interacción cognitiva entre pares, el aprendizaje colaborativo involucra también al docente y, en general, a todo el contexto de la enseñanza. No se trata, pues, de la aplicación circunstancial de técnicas grupales, sino de promover el intercambio y la participación de todos en la construcción de una cognición compartida.

Las raíces teóricas del aprendizaje colaborativo, de inspiración neo-piagetiana y neo-vygotskiana son bastante diferentes de la línea del aprendizaje cooperativo, más cerca de la corriente de los “pequeños grupos y de las habilidades sociales ( Roselli, 219-280).

Con estos aportes considero que  queda claro que el aprendizaje colaborativo es una construcción desde el inicio, donde todos participan, no es dividir a los estudiantes en grupo y poner una tarea y ver lo que hizo cada uno y luego juntarse; es reflexión y elección colectiva de las temáticas y las acciones para construir un conocimiento que se adquiere con la participación en el proceso y no con el producto final.

A continuación presento las principales características del aprendizaje colaborativo:

  • Trabajo grupal: uno de los aspectos fundamentales del aprendizaje colaborativo es que los estudiantes trabajen en grupo o equipo para alcanzar sus metas.
  • Participación activa: se espera que cada miembro del grupo participe activamente en el proceso de aprendizaje al contribuir ideas, hacer preguntas y formar parte del debate.
  • Responsabilidad compartida: otro de los componentes del aprendizaje colaborativo involucra la responsabilidad compartida entre todos los miembros del grupo en cuanto a los resultados.
  • Crítica constructiva: este elemento del aprendizaje colaborativo promueve la retroalimentación positiva entre los miembros del grupo para ayudar a mejorar su trabajo y habilidades. Además, se ejercitan habilidades como la autocrítica.
  • Perspectivas diversas: la participación de los distintos miembros enriquece todo el proceso ya que cada estudiante aporta su perspectiva y experiencia única, lo que mejora la profundidad y el alcance del aprendizaje.
  • Reflexión: el aprendizaje colaborativo involucra la reflexión acerca del proceso y el rendimiento del grupo, lo que promueve el pensamiento crítico y la autoconciencia entre los miembros.

Francisco Ramirez

Educador

Alcancé el doctorado en ciencias pedagógicas en la Universidad pedagógica Enrique José Varona, La Habana, Cuba; Maestría en administración de la Educación concentración administración, Universidad Autónoma de Santo Domingo-Universidad de Montreal. Maestría internacional en gestión universitaria, Universidad de Alcalá, España, Especialista en educación por competencias, Universidad de Guadalajara, México, Licenciado en educación mención desarrollo agrícola y Rural, UCDEP. Me he especializado en gestión educativa. Experiencias: Exdirector del Instituto Nacional de Formación y Capacitación del Magisterio, INAFOCAM, Director Regional de Educación, Director distrital, Director de escuelas maestro de primaria y secundaria. Profesor del área de educación en la Universidad Autónoma de Santo Domingo Profesor del postgrado en la UASD, PUCMMA, asesoró 241 tesis de maestría, profesor del doctorado que imparte la UASD con la Universidad Enrique José Varona, coordinador del postgrado UASD-SAN JUAN. Actualmente imparto docencia en la Universidad Autónoma de Santo Domingo en la Facultad de Educación.

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