Apenas concluyó la cena entre familia celebrando el Día de la Independencia de los Estados Unidos, surgieron varios temas de discusión y razonamiento entre música, risas y brindis, el pasado viernes 4 de julio.
Uno de los temas que más causó atención fue el de la envidia, un sentimiento negativo que prevalece y domina en muchas personas por diferentes causas y que se manifiesta en el interés de tener lo que otros tienen.
El más versado del grupo en temas cristianos recordó que la envidia era uno de los síntomas más viejos de la humanidad.
Citando algunos de los escritos bíblicos en el libro de Génesis, nos dijo que la causa del crimen en la que Caín mató a su hermano Abel fue la envidia.
“Caín mató a su hermano Abel al darse cuenta de que era más cercano a Dios”, nos dijo.
Y agregó: “Caín y Abel ofrecieron a Dios algunas ofrendas. Caín brindó a Dios frutos de la tierra y Abel los hijos de sus rebaños.
Dios aceptó la ofrenda de Abel, rechazando las de Caín, lo que le provocó celos, resentimiento, tristeza y una ira que creció en su pecho que lo llevó a materializar ese gran pecado”.
El tema se hizo cada vez más interesante y extenso, sacando nosotros como conclusión de que este hecho se convirtió entonces en el primer asesinato en la historia de la humanidad.
Por lo tanto, la envidia y la ira pueden llevar a acciones destructivas, porque el envidioso sufre, se amarga la vida ante los éxitos de los demás.
Este sentimiento se manifiesta de persona en persona, entre familias, de forma colectiva, de nación a nación.
¿Por qué yo no y él sí? Es la pregunta que al parecer martilla en el cerebro de quienes padecen esta conducta.
Tener envidia es tener tristeza del bien ajeno, es tener dolor por los éxitos de los demás.
Basta con que una persona sea feliz para que otra con sentimientos negativos cargados de frustración e insatisfacción personal se sienta triste y amargada.
El éxito provoca un alto grado de felicidad, especialmente cuando se consigue trabajando con amor y sacrificio.
El envidioso no se ocupa por sí mismo, ni de su bienestar ni su futuro. Vive sumergido en el pozo donde abundan los gérmenes putrefactos de la maldad y la codicia por lo ajeno.
Hay envidia constructiva que se manifiesta en aquellos que aspiran a escalar al nivel de quienes han llegado a la cima de la prosperidad.
Los que así actúan se empeñan en mejorar su condición imitando el esfuerzo de su semejante en los estudios, el trabajo, el deporte y metas difíciles de lograr.
Mientras que en la envidia maliciosa nace el rencor abogando por el fracaso de los demás con acciones destructivas, tergiversando realidades con falsedades y mentiras.
Cuando se lucha por conseguir lo que se quiere y no se logra, provoca la frustración y decepción, que lleva a quien padece estas emociones a fijarse en lo fácil que el otro consigue sus objetivos con facilidad.
Una persona poseedora de continua conducta negativa tiene de por sí una muy baja autoestima, en la que la depresión se convierte en su mejor aliada al considerarse incompetente para enfrentar los retos simples o complejos de la vida diaria.
Todos esos males presentan síntomas físicos y mentales muy difíciles de superar si no se busca ayuda de expertos profesionales en la materia.
Ayudemos con amor, paciencia y bondad a quienes lo padecen porque la envidia destruye y el amor al prójimo edifica.
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