El conocimiento, más que un medio para saber, es un instrumento para convivir. Su función más importante no consiste en reflejar una supuesta verdad objetiva, adecuando nuestras percepciones a la realidad exterior, sino convertirse en el dispositivo más poderoso a la hora de configurar un espacio democrático de vida común entre los seres humanos (Innerarity, 2011, p. 11).
Nuestros principales problemas colectivos no son, contrario a como suele creerse, problemas de voluntad, de falta de decisión o de corrupción, deberíamos considerarlos también como “fracasos cognoscitivos” o que tienen su origen en una organización deficiente del conocimiento desde el punto de vista de su legitimidad democrática.
El conocimiento puede entenderse como la información que es acompañada por experiencia, juicio, intuición y valores. La simple acumulación de información sin una ordenación coherente y sin relevancia práctica no constituye ningún saber valioso.
El saber es una estructura que posibilita y facilita la gestión de informaciones. (Luhmann, 1997, p. 124), es decir, aceptar las informaciones como nuevas o como relevantes. Hay que convertir las informaciones en saber valorándolas con criterio de significación.
El saber, en la medida que se ha erigido como una cuestión crucial en la sociedad del conocimiento, constituye uno de los principales asuntos de la ciudadanía democrática. (Innerarity, 2011, p. 55).
En la sociedad del conocimiento, el saber se ha convertido en un elemento no solo de productividad económica, sino también de una creciente importancia para la legitimación social de las decisiones políticas.
Las políticas del conocimiento a través del conocimiento se han convertido en un asunto de ciudadanía democrática, donde nos jugamos muchos problemas teóricos y, principalmente, la calidad de nuestro espacio público.
En una sociedad del conocimiento aumenta el número de organizaciones inteligentes, investigadoras en el sentido de que no pueden limitarse a ser consumidores, sino que tienen que ser productores de saber. (Innerarity, 2011, p.125).
Esta es la razón por la que las universidades han incrementado su importancia en la sociedad del conocimiento, pero han perdido su posición de monopolio como institución central en la producción del saber, compitiendo con ellas otras instituciones productoras de conocimiento y que se caracterizan por la relación mas inmediata con la praxis.
Las universidades se sitúan en un contexto de producción policéntrico del saber, lo que explica que las mayores innovaciones del gobierno o los instrumentos financieros no se produzcan en los centros destinados a tal efecto, sino en espacios híbridos de reflexión y acción, frente a los cuales las universidades “son más lentas o están a la defensiva”. (Innerarity, 2011, p.61).
En una democracia, la aplicación del saber es un “asunto público”, o sea, necesitado de aprobación colectiva. Por eso la afirmación que los medios de comunicación hacen de la ciencia es un elemento muy importante de la sociedad del conocimiento. (Innerarity, 2011, p. 129).
Aprender se ha convertido en el verdadero objetivo de la deliberación cívica. “La capacidad aprender está limitada por el marco dentro del cual deben actuar las instituciones. Las instituciones sólo ven lo que sus discursos y prácticas les permiten ver” (Jasanoff, 2005, p.386).
Compartir esta nota