“Los expresidentes son como grandes jarrones chinos en un apartamento pequeño, que todo el mundo sabe que tienen mucho valor, pero donde quiera que se ponen molestan”. Felipe Gonzalez, expresidente español.
Theodore Roosevelt y su Partido Republicano lo habían ganado todo en 1904. Su reelección fue un triunfo aplastante, una validación de su fuerza, carisma y visión. Tan grande era su influencia que, entre las críticas que enfrentaba, estaba la de que usaría su popularidad para perpetuarse en el poder. Para ese entonces, el presidente de EE.UU. no tenía límites para repostularse, aunque la costumbre era no hacerlo por más de dos periodos.
Al igual que Roosevelt, Luis Abinader ha hecho de la no repostulación a un tercer mandato un pilar central de su legado. Y luego de modificar la Constitución para hacer más difícil una tercera aspiración, el 27 de octubre de 2024 escribió: “Por primera vez en nuestra historia, un presidente limita su propio poder. Mi mandato termina el 16 de agosto de 2028. Nunca más”.
Es decir, ambos honrarían su promesa de decir no a un tercer mandato consecutivo. Al historiador británico George Trevelyan, el presidente Roosevelt le explicó que: “La utilidad de un hombre público en el cargo más alto se ve finalmente afectada por el simple hecho de permanecer demasiado tiempo en esa posición”.
Ambos presidentes fueron celebrados. Y al no ser sujeto de reelección, la decisión de Teddy Roosevelt acalló a muchos de sus críticos y enemigos. No obstante, con el tiempo, el gobernante llegaría a arrepentirse de renunciar a un tercer mandato consecutivo, confesándole a un amigo: “Estaría dispuesto a cortarme la mano a la altura de la muñeca si pudiera revertir la decisión”.
No obstante, el Partido Republicano retuvo la Casa Blanca en 1908 con William Taft, el heredero elegido personalmente por Roosevelt. Pero el idilio terminó rápido: el nuevo presidente tenía visiones distintas, y Roosevelt comprobó, con dolor, que el mundo seguía girando sin él.
Hace semanas, vimos cómo el presidente Abinader recriminaba a sus funcionarios con aspiraciones para el 2028: “Todo tiene un límite. Seguiremos gobernando para la gente, y por eso les digo a todos los precandidatos y a sus coordinadores: no están permitidos los actos proselitistas para funcionarios. Si quieren hacer campaña, deberán dejar sus cargos”.
Apenas finaliza el primer año del segundo mandato y los movimientos de precandidatos parecen empezar a girar al margen de su control. Mientras el poder resida en el presidente, será más fácil coordinar esas apetencias. Pero la historia de Teddy Roosevelt nos enseña que la naturaleza propia del poder no reconoce sacrificios democráticos, no perdona ausencias ni admite la superioridad moral como eje de la acción histórica.
Para 1912, Roosevelt cometió un error clásico: creyó que su partido lo esperaba con los brazos abiertos. En cambio, las primarias republicanas lo enfrentaron al presidente Taft… y perdió. Luego formaría su propio partido, el Partido Progresista de EE.UU., compitiendo contra Taft y el demócrata Woodrow Wilson en 1912. Tan grande era la popularidad de Teddy que, aun con un partido nuevo, alcanzó el segundo lugar nacional con un 27.4%, superando al incumbente presidente Taft (23.2%). La división republicana abriría paso al Partido Demócrata, que ganaría con un 41.8%.
El escenario en Dominicana apunta a una sucesión compleja, como en realidad todas lo son. Abinader ha dicho que “todo tiene un límite”, refiriéndose a que sus funcionarios no pierdan el enfoque entre aspiraciones y funciones públicas. Sin embargo, el límite también aplicará para la influencia política del propio Presidente, cuyo poder de contención se irá reduciendo con los años, y más con el próximo gobierno.
Allí los expresidentes se vuelven jarrones chinos, su poder se deshilacha, sus lealtades aminoran… Y, de un momento a otro, toca ver cómo hasta Kinito Mendez adapta tu jingle a un nuevo candidato y las multitudes le caen atrás coreando el nuevo estribillo.
El expresidente Jacobo Majluta le asignó una tarea a mi papá para cuando ganaran el poder en 1986. Recordarle de vez en cuando la famosa frase en latín “Memento Mori”, que quiere decir “Recuerdas que vas a morir”. Esto para evitar la divinización de su legado, poder o influencia presente. Quizás también para evitar caer en la decepción que consumió a Roosevelt años después de su salida, y que aguarda a todo gobernante que sobreestima su influencia futura.
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