El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, ha logrado los cambios legales necesarios para poder reelegirse cuantas veces desee. Su vestimenta oficial se caracteriza por símbolos militares en las muñecas y en el cuello, tomados de las usanzas en Europa de finales del siglo XIX.
Pero lo que sorprende fue de que de inmediato el Departamento de Estado emitió la siguiente declaración: “Rechazamos la comparación del proceso legislativo de El Salvador, basado en la democracia y constitucionalmente sólido, con regímenes dictatoriales ilegítimos en otras partes de nuestra región”. El Departamento de Estado señaló que la Asamblea Legislativa de El Salvador “fue electa democráticamente” y “que solo corresponde a este órgano hacer cambios constitucionales en el país. La Asamblea Legislativa de El Salvador fue elegida democráticamente para promover los intereses y las políticas de sus electores (…) Les corresponde decidir cómo debe gobernarse su país”.
Tengo la impresión de que todo esto será tema de discusión en la cumbre presidencial de diciembre que tendrá lugar en Punta Cana y donde los dominicanos tratarán, como país anfitrión, de lograr algún tipo de consenso
Bukele, por su parte, defendió los cambios legislativos hechos en su país, asegurando que “90% de los países desarrollados permiten la reelección indefinida”. En junio de 2024, durante una entrevista con la revista “Time” publicada en agosto, Bukele había dicho que no buscaría un tercer mandato, ya que la Constitución no se lo permitía y porque acordó con su esposa que el segundo mandato sería el último”.
Que los Estados Unidos otorgue un tratamiento diferente a las dictaduras de Cuba, Nicaragua y Venezuela, todas de izquierda, que a la del ultra derechista Bukele, no debe sorprender, pero debe de advertirse sobre la posibilidad de un cambio de actitud de Washington con relación a un Bukele que, indudablemente hoy día es muy popular entre los salvadoreños, por haber reducido notablemente la violencia, pero a través del encarcelamiento del 6% de los adultos de ese país.
Esto de un cambio de actitud nos recuerda las declaraciones durante otro gobierno republicano en Washington, cuando en 1957 el embajador norteamericano en Santo Domingo, William Pheiffer, declaró públicamente “Trujillo es un auténtico genio, quien piensa y trabaja mayormente a favor de los intereses de su pueblo”. Pero no habían pasado dos años y aún dentro del gobierno del republicano y conservador Eisenhower cuando se decidió tratar de matar a Trujillo, pues en Washington se habían dado cuenta que, así como el sustituto de Batista en Cuba había sido Fidel Castro, la desaparición de Trujillo en la República Dominicana podría provocar otro líder comunista, a no ser que Estados Unidos supervisara muy bien esa transición. El sucesor gobierno de Kennedy mantuvo la política de apoyar la desaparición de Trujillo. El dictador dominicano fue apoyado dentro de la histeria anticomunista de los años cincuenta, pero se buscó su desaparición para evitar un segundo Fidel Castro.
En el caso del partido republicano y de Donald Trump Bukele es el que resuelve el problema sobre dónde alojar a cientos de indocumentados que el presidente norteamericano quiere sacar de su país, incluyendo el envío de miles de salvadoreños deportados desde Estados Unidos por carecer de documentos y estadía legítima.
Los dominicanos aparentemente estamos sufriendo una violación del DR-CAFTA por parte de Estados Unidos, al gravar con un arancel de un 10% nuestras exportaciones que antes, en un 95% de los casos, estaban libres de impuestos al llegar a ese país bajo el acuerdo de libre comercio. Eso se complica aún más por el hecho de que aparentemente las exportaciones mexicanas bajo el Acuerdo de Libre Comercio con Canadá y Estados Unidos, siguen sin pagar ningún arancel, lo que coloca a las maquiladoras mexicanas en ventaja con relación a las exportaciones de nuestras zonas francas y esta controversial actitud de Trump hacia América Latina incluye aranceles de un 50% contra un Brasil que ya ha apelado ante una OMC prácticamente inexistente, y todo debido a la simpatía de Trump por Bolsonaro.
Tengo la impresión de que todo esto será tema de discusión en la cumbre presidencial de diciembre que tendrá lugar en Punta Cana y donde los dominicanos tratarán, como país anfitrión, de lograr algún tipo de consenso.
Suponemos que se le sugerirá al presidente Trump que venga a jugar golf a “Corales”, o a “Diente de Perro”, lugares famosos para ese deporte. Pero la agenda de la reunión indudablemente cada día se complica más.
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