El País ha publicado un extracto del próximo libro del filósofo Jürgen Habermas titulado Un nuevo cambio estructural de la esfera pública y la política deliberativa (Editorial Trotta). El texto es una postura crítica con respecto al rol de las redes sociales en la construcción de los Estados constitucionales democráticos.
Las sociedades democráticas occidentales se nutren de la esfera pública, el espacio de construcción de la ciudadanía democrática. Los medios de comunicación tradicionales han desempeñado un rol importante como mecanismos de promoción de la deliberación ciudadana.
Sin embargo, esos medios han estado históricamente concentrados en grandes consorcios empresariales, lo que ha servido para centralizar los intereses y los contenidos de la información. Las redes sociales socavaron esa concentración y promovieron un giro democrático en la producción y circulación de las informaciones.
Las redes permitieron a cualquier persona convertirse en agente informativo, abriendo la posibilidad de una difusión masiva de la información no contrastable que, unido al modelo comercial de las plataformas digitales, se ha inclinado por el entretenimiento a costa de la calidad informativa.
Las redes sociales socavaron la concentración mediática tradicional y promovieron un giro democrático en la producción y circulación de las informaciones
Habermas señala que se ha producido una personalización temática de la esfera pública configurada a partir de los comentarios y aprobaciones realizadas por los usuarios. Los espacios virtuales no pueden considerarse públicos o privados, sino una esfera de comunicación mixta donde la correspondencia privada se transmuta en pública, ejemplificado en las cámaras de eco, esferas digitales cerradas que refuerzan las creencias de los usuarios.
Las cámaras de eco conforman espacios “semipúblicos” donde existe una permeabilidad a la conformación de redes propia de la esfera pública, pero sin su carácter deliberativo-inclusivo. Esto se debe al hecho de que el pensamiento divergente queda neutralizado, obviado o acusado por las perspectivas interpretativas encerradas en esas cámaras.
De esta manera, se produce una conversión de la esfera pública en detrimento de la cultura democrática al perder su carácter inclusivo, racional y comunitario (ideal nunca realizable de manera definitiva y condicionado por el nivel de desarrollo de la sociedad democrática misma) para dar paso al conflicto de las esferas semipúblicas.
Esta confrontación abre la compuerta a la polarización, a la negación del diálogo y a la incapacidad para discriminar las informaciones falaces y poco fundamentadas de aquellas que pueden esclarecer las elecciones ciudadanas y orientar los proyectos democráticos.
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