"Mirar al mundo con bondad
poder llorar y suspirar
todas esas cosas que nos pasan sin sentir
eso es en la vida, el despertar". Marco Antonio Muñiz

Es bien sabido por todos que los libros de autoayuda no gozan en el mundo intelectual de un gran prestigio. El trato de determinados temas suele ser considerado algo trivial, casi mera perogrullada. Hace apenas unos días leí una frase de Bertrand Russell que llamó poderosamente mi atención. Decía ese gran filósofo y matemático, "Toda mi religión es ésta: cumplir con todos mis deberes y no esperar recompensa por ellos, ni aquí ni en el más allá". Esta reflexión me llevó a pensar, en ese mismo instante, en el acto de la bondad como práctica humana. De acuerdo a estudios antropológicos el primer registro de actitud benefactora considerado humano, se llevó a cabo cuando uno de sus miembros dedicó tiempo a otro en la reparación de uno de sus huesos rotos. Sería en ese preciso momento cuándo entró en escena la conmiseración, la protección del otro como parte esencial de una comunidad de hombres y mujeres que con mucha suerte habían descubierto el fuego para protegerse de las inclemencias del clima y cocinar sus alimentos. Sin embargo, ese impulso de cuidar y proteger no era tan solo exclusivo de los homínidos.

Así, en observaciones del comportamiento de los lobos se puede ver como los más viejos son custodiados por los más jóvenes,  situando a aquellos en el centro mismo de la manada por si sucede un ataque inesperado. En cualquier grupo humano, su calidad como tal y la extensión misma de su existencia,  estará determinada por la solidaridad que muestran sus miembros en situaciones de extremo peligro, momentos en los que arrimar el hombro en torno a quienes están en desventaja será fundamental si se quiere preservar al colectivo y ayudar a aquellos que cruzan el ancho mar de las tribulaciones. La sociedad en su conjunto, ha de ser consciente del potencial de su fuerza y desarrollar el sentido de pertenencia en vez de asumir la indiferencia como baluarte.

Quién sale de un remolino, tras estar a punto de ahogarse, valora más la vida y al mismo tiempo a quienes le tendieron la mano en aquel instante. Y aquí aparece un nuevo ingrediente de enorme importancia e íntimamente ligado a la bondad, que es la gratitud; ese no olvidar la incertidumbre por la que pasaste en un momento dado y mucho menos a quienes te tendieron su mano. La humanidad ha vivido episodios estelares de enorme y profunda generosidad, donde un gesto altruista individual logró salvar a muchos condenados a muerte. Tal fue el caso de niños judíos que se libraron del holocausto gracias a la intervención de personas de buen corazón.

En estos tiempos, donde la deshumanización, como una gran mancha perversa se expande por doquier y la individualidad adquiere su mayor sentido, ser solidario constituye un acto de auténtica resistencia. Mirar al otro con ojos de bondad nos distancia y nos aleja del resto. Cada vez más las personas vivimos inmersas en nuestra propia burbuja y esa forma de ser nos desconecta de quien está a nuestro lado, a veces tan solo esperando mirar y ser mirado y no que pasemos a su lado como si fueran un objeto en desuso. Lo cierto es que todo ello resulta lamentable. No podemos limitarnos a  mirar el vacío esperando el instante en el que la humanidad desaparezca casi en su totalidad. Es fácil presagiar un mundo distópico, en el que muchos siglos después, un niño despierte jugando con un objeto extraño. Lo tocará sorprendido. Hojeará sus paginas buscando entre ellas una explicación a su existencia y la razón de su unidad interna. Cada vez que pase, de una en una sus páginas, descubrirá palabras obsoletas y ya en desuso como amistad, lealtad, amor, solidaridad. Entre todas ellas descubrirá una palabra ambigua que llamará poderosamente su atención, cuando al ser tocada en el centro mismo de la hoja que la contiene, comience inexplicablemente a latir como si fuera su propio corazón.  La palabra que logrará seducirle será "bondad" y al acercarla más y más a su oído sentirá su vibración. Escuchará un sonido lejano como el emitido por las caracolas al jugar con ellas en la playa. La enigmática palabra parece hablarle de otros tiempos, en los que los  hombres se deslumbraban con cosas simples y hermosas.

David Pérez Núñez

Escritor

Poeta, narrador y ensayista. El autor está situado desde siempre al margen de movimientos literarios. De difícil ubicación nunca formó parte de ningún taller de literatura y poesía, no se unió a grupos ni a corriente alguna. Independiente, escritor desde la periferia, se le puede describir como un punto tangencial en el universo de las letras de su país.

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