En esta semana, la sociedad dominicana fue nuevamente perturbada por el informe de peritos ingenieros que investigaron las causas técnicas de la tragedia ocurrida en la discoteca Jet Set. Los ingenieros que elaboraron el informe fueron Leonardo Reyes Madera, Máximo José Corominas Quezada y Eduardo A. Fierro, este último ingeniero civil forense estadounidense y profesor de la Universidad de California. Reyes Madero, o Leo, como le decíamos sus compañeros de estudios en secundaria, es ingeniero sismorresistente, director de la Oficina Nacional de Evaluación Sísmica (ONESVIE) y discípulo aventajado del ingeniero Rafael Corominas Pepín (Fellito), maestro de generaciones de ingenieros en la región. Por su parte, Corominas Quezada, ingeniero patólogo graduado del Instituto de Ciencias de la Construcción Eduardo Torroja, en España, es hijo del ingeniero Corominas Pepín, el mismo que fue secretario (hoy ministro) de Obras Públicas. En esa función, se destacó por exigir a contratistas la devolución de pagos indebidos por obras que violaban las normas de ingeniería. Fue precisamente en esa Secretaría donde actualizó dichas normas, y de la cual renunció por razones éticas.

Los peritos concluyeron que el desplome del techo de la discoteca fue provocado por una “falla inducida por sobrecarga y modificaciones estructurales y no estructurales, que incluyeron la eliminación de una columna y muros perimetrales en ambos laterales”. También confirmaron que la noche de la tragedia no se produjo ningún movimiento sísmico, ni vientos anormales, ni acumulación de agua por precipitación. Tampoco hallaron huellas de explosivos entre las evidencias.

Este informe, junto con las investigaciones y entrevistas realizadas por los fiscales, llevó a la conclusión de que hubo imprudencia, negligencia, irresponsabilidad, torpeza e inobservancia por parte del propietario Antonio Espaillat y la ejecutiva Maribel Espaillat. Que ambos fueron responsables y autorizaron los trabajos realizados en el techo, así como la instalación de aires acondicionados, tinacos y otros elementos, todo ello, sin la debida supervisión técnica; y que lo hicieron para reducir gastos y aumentar ganancias. Y que el sobrepeso de esos elementos provocó el colapso del techo.

Según los fiscales, Gregorio Adames Arias, empleado de la empresa, declaró que “el desplome del techo se hubiese podido evitar si se hubieran verificado las irregularidades que ya venía presentando esa área de la discoteca”.

Estos resultados confirman la tesis del psicólogo Daniel Kahneman, Premio Nobel de Economía en 2002, quien sostuvo que los peores comportamientos humanos no provienen de la maldad pura, sino de fallas en el juicio o de la comodidad cognitiva. Tragedias como esta, aunque parezcan inevitables, tienen raíces en decisiones mal tomadas, normas ignoradas, ciencia manipulada, egoísmo institucional o codicia desmedida.

Esta tragedia provocó la muerte de por lo menos 235 personas y más de 180 heridos, de todas las clases sociales, por lo que se considera una de las más horribles del mundo.

El informe de los peritos, los alegatos de los fiscales y otros testimonios y evidencias revelan la urgencia de acatar el consejo del sabio presidente José "Pepe" Mujica sobre la necesidad de fortalecer las instituciones públicas y privadas de la sociedad dominicana. Yo diría que, en primer lugar, debe recurrirse más a la ciencia y a la ética, y dejar a un lado la politiquería, y la indolencia ante el interés público. Debemos recuperar el ejemplo y las enseñanzas del ingeniero Corominas Pepín.

En segundo lugar, considerando el control que tiene el partido de gobierno sobre los poderes públicos, ya debió haberse aprobado el nuevo Código Penal; por lo que una jueza del Distrito Nacional calificó estos inconmensurables hechos como homicidio involuntario. Sin embargo, el Código Penal vigente, con más de 140 años de antigüedad, establece penas de prisión correccional de tres meses a dos años. ¿Leyeron bien? La pena máxima sería de dos años.

También se deberían aprobar reformas a las leyes y normas técnicas y actualizarlas para la construcción y supervisión de obras públicas y privadas. Y algo más, deberían equipar adecuadamente las entidades encargadas de mitigar catástrofes.

Por último, muchos creen que influencias empresariales movieron los hilos de la justicia para que, hasta el momento, no haya un solo responsable de esta horrible tragedia en prisión. Y yo me pregunto si todavía tendría razón el poeta nacional, doctor Pedro Mir, cuando en 1949, en su emblemático poema "Hay un país en el mundo", dijo:

“Este es un país que no merece el nombre de país,
sino de tumba, féretro, hueco o sepultura”.

William Galván

Profesor de psicología y antropología de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Investigador académico y consultor de empresas.

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