La humanidad se encuentra en medio de una etapa de transformación tecnológica nunca antes vista, en donde la inteligencia artificial (IA) ha iniciado una reestructuración de la forma en cómo nos enfrentamos a la vida cotidiana, en sus detalles más simples y en sus formas más complejas. En donde nada, absolutamente nada, escapará a su impacto. La psiquiatría, la psicología y la salud mental no son la excepción.

De hecho, la IA está empezando a remodelar el modo en que entendemos, diagnosticamos y tratamos los trastornos mentales. El desafío no es solo comprender, evaluar y aplicar la IA de manera práctica, sino hacerlo evaluando sus riesgos y apegados a los principios éticos. Cierto es, estamos en el inicio del desarrollo de una herramienta que tiene un potencial transformador tan enorme que nos espanta, y que apenas conocemos. Sabemos algo más: el movimiento a este nuevo paradigma es imparable. Por ello, quienes trabajamos la condición mental del ser humano necesitamos los conocimientos y las habilidades para estar a tono con el cambio. No obstante, requerimos estar dotados de una brújula ética firme, que nos guíe siempre en pos del beneficio de las personas.

Existen brechas enormes entre alcanzar a utilizar la IA y realizar su uso correcto; esto nos plantea grandes incertidumbres. Las capacitaciones para conocer los fundamentos de la IA están por doquier. Las aplicaciones actuales de la IA para la evaluación y el diagnóstico psicológico y psiquiátrico se encuentran disponibles en la red digital, y seguirán apareciendo de manera continua, cada vez más sofisticadas. De hecho, sabemos de la IA en el tratamiento y la intervención psicoterapéutica, incluyendo chatbot, realidad virtual y monitorización digital. De lo que no tenemos conocimiento, al menos en nuestro país, es sobre los aspectos éticos, legales y sociales relacionados con el uso de la IA en salud mental.

El verdadero reto no es solo aplicar la tecnología, sino hacerlo con responsabilidad ética y en beneficio de la salud emocional de las personas

Entendemos y aceptamos que el cambio constante es una ley de la naturaleza. Este se ha manifestado históricamente en todo el accionar social del hombre. La unidad política, en base a un marco ético y reglamentario, y las instituciones con sus leyes que las regulan, se ponen a prueba en el caso que nos ocupa.   De no existir un ámbito de supervisión, responsabilidad y transparencia que pueda soportarle, este imparable instrumento, que desde ya nos plantea un presente lleno de novedades y un futuro prometedor en salud mental, pudiera convertir ese sobrado potencial para resolver problemas en riesgos inmensos en lo imprevisible de su avance.

En la actualidad, la IA tiene uso en el diagnóstico y tratamiento de los trastornos mentales; su utilización emergente va desde herramientas de apoyo en terapia hasta la creación de sistemas predictivos para identificar problemas de salud mental antes de que estos se expresen de forma evidente en el sujeto.  Los algoritmos de la IA tienen la sutileza de predecir la presencia de depresión en pacientes a partir de la manera en que hablan. Ese solo ejemplo, a modo de ilustración, es algo simple. Existen ya avances significativos de la capacidad de la IA para ayudar en el diagnóstico temprano. Algunos son públicos, otros aún están en la sombra.

En el campo de los tratamientos psicológicos se han reportado múltiples aplicaciones. Los sistemas cimentados en IA, como los chatbots terapéuticos, se utilizan de manera creciente para brindar apoyo emocional a los pacientes, suplantando así los encuentros presenciales donde se aplican las terapias tradicionales. Existen plataformas donde se ofertan terapias cognitivo-conductuales en donde el paciente interactúa de manera supuestamente confidencial con un bot que proporciona habilidades y estrategias para manejar la ansiedad, la depresión y otros trastornos emocionales. Recordemos que el terapeuta está disponible solo en sus horas laborables; más aún, en nuestro país hay una escasez muy elevada de trabajadores de la salud mental. El bot se puede utilizar las 24 horas de cada día, no importa el lugar donde se encuentre el paciente.

La IA trabaja desde hace años en la prevención de los eventos en la salud mental. Su empleo como sistema predictivo se ha reportado como elemento capaz de identificar a individuos en riesgo de desarrollar trastornos mentales con antelación a que se manifiesten los síntomas. Esto es relevante sobre todo en jóvenes que no son propensos a buscar ayuda profesional cuando empiezan a padecer síntomas. De igual manera, la IA puede asistir al especialista para llegar a un diagnóstico clínico o en la toma de decisión a la hora de establecer un tratamiento medicamentoso.

Todo lo anterior nos plantea acuciantes preocupaciones y desafíos éticos de alto calibre. No solo es sobre la privacidad y protección de los datos de las personas y la utilización malsana de esos datos, ni sobre el uso de esta, no como un complemento, sino como un reemplazo; ni siquiera sobre el margen de confianza en los algoritmos. Nuestra reflexión crítica es sobre la frontera del uso de la ciencia con responsabilidad, mirando a la humanidad y su destino en la ética, como última esperanza.

 

 

 

 

 

Angel Almánzar

Trabaja Salud Mental

Trabaja Salud Mental. Pasado presidente de la Sociedad de Psiquiatría y pasado director de Salud Mental.

Ver más