La tarde de ayer me hace reiterar que este país es bueno y te atrapa irremediablemente entre sus muros de agua por muchas cosas: porque su gente juega dominó en medio de las más radicales batallas ciudadanas; porque el chicharrón de Villa Mella no puede ser igualado por ningún fast food; porque somos pocos y en toda familia ajena siempre tenemos un enllave, un primo o un cuñado; porque el concón con salsa de habichuela es una vaina del carajo; porque no hay mediodía que no valga una siesta. Pero, por encima de todo eso, hay algo que hace de este país un lugar fantástico: la lluvia con su olor a tierra que, como siempre, ayer me dejó alucinado.

Ramón Colombo

Periodista

Soy periodista con licenciatura, maestría y doctorado en unos 17 periódicos de México y Santo Domingo, buen sonero e hijo adoptivo de Toña la Negra. He sido delivery de panadería y farmacia, panadero, vendedor de friquitaquis en el Quisqueya, peón de Obras Públicas, torturador especializado en recitar a Buesa, fabricante clandestino de crema envejeciente y vendedor de libros que nadie compró. Amo a las mujeres de Goya y Cezanne. Cuento granitos de arena sin acelerarme con los espejismos y guardo las vías de un ferrocarril imaginario que siempre está por partir. Soy un soñador incurable.

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