La noticia fue repentina y un tanto preocupante. Mi amigo Vidal Rodríguez se había caído de una escalera cuando podaba un árbol en su finca. Diogenin Vilorio, un amigo común, me informó de lo sucedido, pero jamás pude imaginarme que días después Vidal no estaría con nosotros en el reino de los vivos. Hay cosas difíciles de asimilar.
En la Plaza de la Salud me enteré de la gravedad del asunto. Rubén Cruz, (Rubén Toyota), otro hermano común, me dijo que la situación era delicada, puesto que tenía severas lesiones en la cabeza y en la columna. Al otro día, el médico nos pidió rezar mucho porque solo un milagro podía salvarlo.
Ahí temí lo peor. Empecé a presentir la muerte, los hechos consumados, lo que no queremos aceptar, lo que nos duele ver. No lo podía creer: lo que empezó como una caída estaba a un paso de terminar en una muerte. Por experiencia sé que cuando los médicos piden oraciones es porque se está más allá que acá.
Efectivamente, nueve días después, y tras hacerse todo lo que la ciencia pone a nuestra disposición, el compañero Vidal falleció.
¡Que dolorosa fue esa noticia!
¡Que frágil es la vida!
¡Como se nos va en un pestañeo de ojos!
Al conocer esa terrible noticia que destrozó el corazón de mi corazón sentí la necesidad de decir algo. Me senté y escribí esto:
"Se nos fue uno de los buenos, de los mejores, de los imprescindibles. Hoy se nos fue uno que vivió para servir, uno que nunca hizo daño a nadie, uno que honró el legado y la memoria de su maestro, Juan Bosch, uno que nunca habló mal de nadie, uno lleno de humanismo y bondad, uno que fue una expresión genuina de la parte buena de la raza humana.
Se nos fue uno que no debió irse ahora, uno que nos hará falta, mucha falta, uno que siempre estuvo en primera fila, firme, al pie del cañon, uno que nunca vaciló. Se nos fue uno cuya honestidad era dura como el acero. Se nos fue el compañero, el hermano, el amigo, el luchador, el combatiente social, el honrado, el humilde, el afable, Vidal Rodríguez.
Hoy se nos fue una estrella, un sol, una luz, que nos alumbró a todos. Hoy se nos fue un general de cinco estrellas, y nos toca despedirlo con los honores de un general caído en combate, porque toda su vida fue un combate contra la pobreza, las injusticias y lo mal hecho.
Vidal fue un devoto de lo correcto, de lo bien hecho, del servicio, del trabajo, del amor al prójimo. Hoy se nos va en un viaje sin regreso, pero sin olvido. Vidal se quedará en el alma de los recuerdos.
Mi corazón llora la partida de Vidal, un hombre que conocí en el PLD hace 45 años y nunca tuvimos ni un contratiempo. Un hombre que quise mucho y él a mí. Un hombre con un alma noble y un corazón limpio, que nunca ofendió ni dañó a nadie, pese al poder que tuvo en sus manos, que tampoco se mancharon. Un hombre que siempre hacía el bien sin mirar a quién. Vidal era lo que más se parecía al verdadero cristiano.
Vidal no merecía esa muerte. No y no. Que me perdone Dios, pero debió morir como vivió. Pudo ser de otra manera y a su debido tiempo. La gente buena como él no debe partir así. Estoy triste, indignado, con interrogantes y cuestionamientos.
Váyase en paz Vidal Rodríguez, viejo luchador, viejo militante. Váyase en paz en este viaje sin regreso hermano querido de toda una vida, que un día, tal vez no lejano, nos veremos de nuevo. Hasta luego camarada del alma".
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