Guillermina Medrano en su juventud.

Guillermina Medrano Aranda llegó al país a finales de 1939 como lo hicieron unos 3, 150 refugiados españoles entre 1939-1940. A su llegada fue contratada como auxiliar técnico-pedagógica por la Secretaría de Educación que dirigía para entonces Víctor Garrido. Junto a ella, más de cuarenta exiliados españoles pasaron a formar parte del sistema educativo dominicano. Para el historiador Bernardo Vega:

“La presencia del nutrido grupo de intelectuales de primer orden que vivió en nuestro país en aquellos años provocó entre nosotros un impacto tal que de una penumbrosa Edad Media pasamos rápidamente a un verdadero renacimiento cultural, pues no hubo un área del saber, o de las artes, donde estos españoles no provocaran una verdadera revolución”[1]

Guillermina era maestra. Había estudiado en la Escuela Normal de Señoritas, obteniendo su titulación como Maestra de Primera Enseñanza y posteriormente pasó a formar parte de la primera promoción de estudiantes del plan profesional, a la que ella le atribuye lo mejor de su formación. Realizó una especialidad en “la educación de niños con minusvalía psíquica”, lo que paradójicamente no le fue de ayuda ante los ojos del dictador dominicano.

A su llegada, el país no contaba con espacios educativos especializados para niños con dificultades de aprendizaje, así que le propuso al gobierno la creación de “la escuela de adaptación social para niños deficientes”, para lo cual había recopilado una serie de datos, que la llevaría a concluir que un gran porcentaje de alumnos del sistema dominicano pertenecía a esa categoría, lo que provocó, o a eso se le atribuye, que Trujillo la cancelara.

Haciendo de tripas corazón y alentada por el ex superintendente de educación, Julio Ortega Frier, fundó en 1941 el Instituto Escuela:

“Y fue en una de esas veladas que don Julio y su esposa, me alentaron para que creara el Instituto Escuela, primer centro de ese nombre que quiso llevar a santo domingo las ideas pedagógicas de Giner de los Ríos, el gran educador español. La idea había sido también patrocinada por las familias Mathis Ricart, cuyo hijo Mario Alfredo, fue el primer alumno del Instituto.”[2]

Desde sus inicios, la matricula la componían los niños de las familias adineradas, pues la cuota era alta y los padrinos fundadores pertenecían a la élite trujillista: Mathis Ricart, Vega Boyrie, Cabral, Rivas, Peynado, Pichardo, Santoni y Trujillo; fueron algunos de los apellidos matriculados. Se le sumó que, a raíz de la Segunda Guerra Mundial, las familias dominicanas que tradicionalmente enviaban sus hijos al exterior decidieron dejarlos en el país, al mismo tiempo, se matricularon los hijos de embajadores extranjeros como lo de Estados Unidos, Colombia, Perú y México.

La historia de la institución educativa se puede dividir en tres partes, atendiendo a su ubicación: la primera, cuando estaba ubicada frente al parque Eugenio María de Hostos, la segunda, cuando estuvo en el Ensanche Primavera y la tercera, en la calle Benito Monción del exclusivo sector de Gazcue.

Su ideario pedagógico tenía como modelos los de la institución libre de enseñanza y de los institutos escuelas de Madrid y Valencia, que abogaban por:

“Formar estudiantes que pudiesen adquirir una conciencia social basada en el conocimiento de otras formas de vida, una inteligencia con espíritu solidario pronta a la compresión y al respeto a los derechos humanos y un cuerpo fortificado en los deportes.”[3]

También introdujo para el Kindergarten el método Montessori y los centros de interés de Froebel. Se aplicaban para todo el estudiantado los test del “laboratorio psicopedagógico” para conocer el rendimiento de los alumnos de cada curso, dividido en tres áreas de interés: medición del rendimiento escolar para evaluar la capacidad de trabajo de los alumnos, la asistencia general, que controlaba los niveles de absentismo, y en tercer lugar “la vida en relación” para medir la capacidad de socialización de los estudiantes en relación a compañeros, profesores y entorno familiar.

Las observaciones se enviaban a los padres de forma semanal y luego eran recopiladas como parte del informe anual, siendo pionera en este tipo de seguimiento evaluativo.

Introdujo como actividad extracurricular las presentaciones en el Teatro Guiñol en colaboración con los también exiliados Eugenio Fernández Granell y Amparo Segarra. Se representaban obras y espectáculos de danza con los estudiantes como grandes protagonistas, siendo también pionera en este tipo de actividad co-curricular en la enseñanza escolar.

La profesora Guillermina Medrano dirigió la institución hasta 1945 y continuó su exilio en los Estados Unidos, donde realizó aportes significativos hasta su retiro en la década del 70. Su estadía en territorio dominicano la dejó resumida en esta estrofa de La Espigadora de Tirso de Molina que ella gustaba declamar frente a su alumnado dominicano:

La patria más natural

Es aquella que recibe

Amorosa al extranjero;

Que si todos cuando viven

Son de la tierra correos,

La posada donde asisten

Con más agasajo es patria

Más digna de que se estime.

[1] Del Árbol Cana, Antares Ruíz, Guillermina Medrano Aranda (1912-2005) la pervivencia del magisterio republicano en el exilio, Academia dominicana de la Historia, Santo Domingo, 2015. Página 16.

[2] P. 313

[3] P. 314

Duleidys Rodríguez Castro

Duleidys Rodríguez Castro es filósofa egresada del Instituto Filosófico Pedro Francisco Bonó. Posee una maestría en Filosofía en el Mundo Global por la Universidad del País Vasco. Es coleccionista especializada en historia de la educación dominicana. Desde hace 17 años se desempeña como profesora de Literatura.

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