En junio 13 de 2025, el mundo presenció con inquietud la ofensiva aérea israelí contra más de cien objetivos en territorio iraní. La operación, denominada Rising Lion, fue justificada por el gobierno de Israel como un acto de autodefensa preventiva: el argumento era simple y brutal, atacar hoy para evitar ser atacado mañana. Benjamin Netanyahu declaró que Irán estaba a punto de alcanzar capacidad nuclear militar y que esa amenaza existencial requería una acción inmediata. No había ataque en curso, ni evidencia directa de una agresión inminente. Había, eso sí, la convicción —o la construcción narrativa— de que lo peor estaba por venir.

Esta lógica, profundamente perturbadora, se inserta en la doctrina de la llamada guerra preventiva: un concepto que, aunque parecido, se diferencia de la guerra preemptiva. Esta última implica anticipar una amenaza inminente, una agresión que está a punto de ocurrir. La preventiva, en cambio, se basa en la suposición de que una potencia enemiga podría convertirse en una amenaza futura, y por tanto se le ataca en nombre de una hipotética seguridad futura. Como recuerda el jurista Marko Milanović, esa distinción es fundamental en el derecho internacional, y la guerra preventiva carece de base legal en la Carta de las Naciones Unidas, salvo aprobación explícita del Consejo de Seguridad.

La historia reciente está marcada por los estragos de este enfoque. En 2003, Estados Unidos invadió Irak alegando la posesión de armas de destrucción masiva que nunca existieron. El resultado fue una catástrofe humanitaria, la desestabilización regional y el surgimiento de nuevos extremismos. Israel parece hoy reeditar ese libreto contra Irán, pero en un contexto aún más inflamable: no sólo por el componente nuclear, sino por el paralelismo con su política prolongada en Palestina, especialmente en Gaza, donde la violencia ha derivado en lo que múltiples analistas y organismos humanitarios califican como un proceso de exterminio sistemático de una población cercada.

No puede comprenderse la magnitud de esta operación sin considerar el involucramiento directo —aunque cuidadosamente disimulado— de Estados Unidos. Las alertas emitidas desde Washington a millones de ciudadanos iraníes, recomendando que abandonaran ciertas zonas de Teherán, revelan un conocimiento anticipado y deliberado de los bombardeos. Más aún, el despliegue de unidades navales y aéreas estadounidenses en el Golfo Pérsico fue paralelo al movimiento israelí. Varios analistas coinciden en que Israel no actuó solo ni sin cobertura. Por el contrario, podría tratarse de una ofensiva indirecta, ejecutada por Israel como brazo operativo de una política más amplia de confrontación diseñada por Washington. Una especie de avanzada bélica disfrazada de solidaridad entre aliados.

La sombra de las grandes potencias y la delegación del conflicto

Este elemento es quizás el más inquietante del escenario actual: el hecho de que la mayor potencia militar del planeta —Estados Unidos— esté involucrada de forma activa, aunque lateral, en una acción militar preventiva contra otro Estado soberano, incrementa exponencialmente el riesgo de una conflagración de escala global. La complicidad estadounidense no solo legitima el ataque israelí, sino que abre más ancha la puerta del infierno geopolítico: un conflicto regional que, al estar impulsado o respaldado por Washington, puede rápidamente convertirse en un enfrentamiento entre bloques internacionales. Lo que en apariencia es una acción limitada podría derivar en una guerra de dimensiones incalculables.

Esta táctica se inscribe dentro de la lógica de la “tercerización de la guerra”: una potencia mayor que actúa a través de otro Estado para ejecutar sus objetivos sin asumir abiertamente las consecuencias. Israel se convierte así no sólo en un agente defensivo, sino en un vehículo funcional de una política estadounidense que parece apostar, una vez más, por la fuerza antes que por la diplomacia. La historia demuestra que este tipo de operaciones suelen salirse del guion previsto. La primera bala se dispara desde un punto y el eco bélico termina por incendiar continentes enteros.

Y en Gaza, el infierno ya tiene rostro. La población palestina vive bajo un asedio crónico, víctima de una política que combina castigo colectivo, apartheid territorial y una negación sistemática del derecho a existir. Allí, el enemigo no es un Estado con ambiciones nucleares, sino una nación sin Estado que se defiende con piedras y palabras. La lógica de la guerra preventiva se vuelve costumbre: cada joven asesinado, cada hospital reducido a escombros, cada periodista silenciado se justifica con el mismo argumento: “era un riesgo futuro”.

Frente a esta ignominia, la pregunta se impone con urgencia: ¿qué debe hacer la comunidad internacional? No basta con pronunciamientos simbólicos ni con condolencias diplomáticas. Es imprescindible una reacción colectiva, valiente y coherente. Exigir el cumplimiento estricto del derecho internacional, activar con seriedad la Corte Penal Internacional, detener el comercio de armas con Estados agresores y convocar una cumbre global de emergencia bajo el mandato de las Naciones Unidas, son solo algunos pasos ineludibles.

La comunidad internacional no puede seguir observando con distancia el crecimiento de una guerra que ya amenaza al planeta. Lo que hoy se presenta como un conflicto “ajeno” podría arrastrar en su vorágine a economías, territorios y pueblos de todo el mundo. El planeta ya no se divide en zonas de guerra y zonas de paz. La globalización de la amenaza ha vuelto todas las fronteras permeables al fuego.

Para comprender plenamente el peligro que enfrentamos hoy, es indispensable volver la mirada al pasado. Porque las guerras mundiales no comienzan, en general, con cañonazos ensordecedores ni con declaraciones oficiales de exterminio. Comienzan con pequeños pasos que parecen justificables. Con alianzas discretas. Con venganzas regionales. Con discursos nacionalistas envueltos en lenguaje jurídico o humanitario. Y cuando el mundo reacciona, ya es demasiado tarde.

Ecos del pasado: advertencias ignoradas en el curso de la historia

En 1914, el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria en Sarajevo no parecía, a simple vista, un hecho capaz de encender la mecha de una guerra mundial. Se trataba de un conflicto regional, de un atentado en los Balcanes —una zona históricamente inestable—, que los imperios europeos supusieron que podían contener. Pero las alianzas militares automáticas, el orgullo imperial y la falta de canales diplomáticos eficaces convirtieron un hecho local en una guerra total que arrasó Europa y dejó más de 20 millones de muertos.

La Segunda Guerra Mundial tampoco comenzó con una gran explosión, sino con la humillación contenida. La Paz de Versalles, firmada en 1919, se presentó como el cierre definitivo de la Gran Guerra. Pero en lugar de reconciliar a las potencias, sembró resentimientos, sobre todo en Alemania, a la que se le impusieron sanciones económicas y políticas devastadoras. Esa herida, sumada al ascenso del fascismo, al fracaso de la Sociedad de Naciones y a la pasividad internacional ante los primeros pasos agresivos de Hitler, condujo inevitablemente a la tragedia.

Una advertencia a la conciencia del mundo

Hoy, en 2025, vivimos una situación que muchos prefieren reducir a un “conflicto regional”. Pero quienes estudian la historia saben que así comienzan los caminos sin retorno. Por eso este artículo no es solo una denuncia. Es una advertencia. Las puertas del infierno no se abren con una explosión. Se entreabren lentamente. Y cuando el viento de la indiferencia sopla, se abren de par en par.

La guerra preventiva, al final, no es estrategia. Es desesperación vestida de arrogancia. Es miedo disfrazado de poder. Y es, sobre todo, un síntoma del colapso moral de quienes prefieren incendiar el mundo antes que compartirlo.
Hoy, en Teherán y en Gaza, sangran pueblos enteros. Pero también sangra la conciencia del mundo.
——————
Bibliografía seleccionada (ejemplos):
• Observations on June 13 Israeli Attack against Iran, Just Security (analiza la ilegalidad del autodefensa preventiva) .
• “Are Israel’s actions in Iran illegal?”, experto Marko Milanović opina que no hay base de “autodefensa anticipatoria” .
• Wikipedia, “June 2025 Israeli strikes on Iran” (detalla ataque y respuesta iraní) .
• “Murder of the Austrian Archduke…”, origen de la Primera Guerra Mundial .
• Norwich Univ., “Six Causes of World War I” (alianzas automáticas como desencadenantes) .
• Historical factor del Tratado de Versalles que generó resentimiento hacia Alemania

Carlos Sánchez

Escritro

Carlos Sánchez es escritor.

Ver más