Cuando, ya con tres cuartos de siglo, vas por las calles recordando uno o más episodios trascedentes de tu vida; reviviendo tus juveniles hazañas urbanas que aturdían a los policías; rememorando impulsos guerrilleros e inútiles clandestinidades; repitiendo las consignas militantes que envolvían tus sueños más trascendentes; cantando canciones revolucionarias procedentes de lejanas gestas; piropeando a las chicas más hermosas, que te regalaban una sonrisa… (Perdón…. ¡Cómo han cambiado las cosas! Pues hoy, cuando piropeas a alguna mujer la respuesta te trae a la realidad sin ninguna sonrisa: “¡Mire, maldito viejo, no sea fresco!”).
Soy periodista con licenciatura, maestría y doctorado en unos 17 periódicos de México y Santo Domingo, buen sonero e hijo adoptivo de Toña la Negra. He sido delivery de panadería y farmacia, panadero, vendedor de friquitaquis en el Quisqueya, peón de Obras Públicas, torturador especializado en recitar a Buesa, fabricante clandestino de crema envejeciente y vendedor de libros que nadie compró. Amo a las mujeres de Goya y Cezanne. Cuento granitos de arena sin acelerarme con los espejismos y guardo las vías de un ferrocarril imaginario que siempre está por partir. Soy un soñador incurable.