No podía ni debía el autor de la novela Good Morning Mr Morrison sustraer al público local e internacional de la intimidad narrativa de una obra de vida tan relevante. Considero que el sensible Poeta Mateo, el gran intelectual de la familia, el trabajador incansable de la cultura dominicana, el sencillo hombre de pueblo, tomó la decisión correcta cuando por propia voluntad, jamás por petición o encargo de su padre, comparte con el mundo, y dentro de este, con las dos islas preferidas de su progenitor, las características mediante las cuales se desarrollo una parte significativa de su existencia terrenal. Posiblemente la más trascendente de todas sus acciones de vida.

Guiados por la memoria prodigiosa del escritor, pero a la vez por la visibilidad onírica que durante más de cincuenta años ha puesto en evidencia a través de su consagrada obra literaria, pasamos a formar parte activa y lúdica de la familia formada por el profesor Egbert Morrison a mitad del siglo XX.

En sus 270 páginas y sus 71 capítulos auscultamos como espectadores de primera fila la excepcional relación amorosa que caracteriza la pareja formada por Doña Efigenia y Edbert Morrison. En ese flujo amoroso hay una pasión desbordada que jamás disminuye con los años, y el lector queda gratamente edificado al saber que la gran coronación, el argumento que los hace inseparables son los cuatro retoños que han dado a la humanidad.

Good Morning Mr. Morrison, la noble y trascendente novela del Poeta Mateo Morrison, es un canto a la vida, al amor filial, a la solidaridad, a la existencia con dignidad de una de las tantas familias que con esfuerzo, formación educativa, y respeto ciudadano han poblado estas tierras del caribe.

No podía por nada del mundo sustraer el autor a sus particulares lectores, mucho menos a la sociedad dominicana de una historia que nos cuenta la entrega casi sacerdotal de un hombre por su familia, sus hijos, sus vecinos, y hermanos surgidos a partir de la influencia moral y educativa que en cada una de sus acciones dejaba a su paso Mr. Morrison.

La literatura dominicana necesitaba que esa historia floreciera convertida en una obra literaria total, con trazos favorablemente legibles por el gran público de la isla, el gran público que siempre quiso educar Mr. Morrison, el mismo público que siempre ha educado y continúa educando su prole.

En esencia, estamos ante una obra y un autor que sencillamente expone en ella de manera dúctil los rasgos característicos de una de las tantas familias formadas en el continente y otros confines de la tierra, producto de las errancias necesarias o impuestas por los designios perversos de múltiples conciliábulos políticos.

En ella, el poeta, el novelista, el ensayista, el escritor de reconocida trayectoria nacional e internacional, abunda en detalles estéticos, de forma que el lector sencillo, llano o gentilmente interesado en conocer su sensibilidad plástica y expresiva se sienta a gusto, disfrute plenamente la lectura, forme parte de la trama, y jamás abandone un capítulo para verificar el significado ortográfico de un concepto.

La cosmovision onírica del autor en la obra puede ser percibida en dos momentos claves. Un primer estadio, cuando aún siendo un joven, comparte junto a sus padres y sus hermanos al pie de la cadena montañosa denominadas Blue Mountain, o Montañas Azules, ( capítulo no. 1) en su natal Jamaica.

El segundo espacio llega cuando el poeta y narrador se llena de una gran carga emotiva, de un fuerte sentido nostálgico y retrotrae al presente literario la conversación filial que con sus cuatro niños, lleva a cabo Mr. Morrison, sentados (capítulo no. 37)al borde de la cama matrimonial y ante la ausencia de su inolvidable Efigenia.

Resulta más que evidente el amor familiar y paternal que había surgido entre ellos tras años de formación integral. Esa condición provoca que de manera sencilla y gentil, Mr. Morrison cante con sus admirados hijos dos canciones de su particular preferencia, destacando entre ellas “Ansiedad”, popularizada por el intérprete norteamericano Nat King Cole, intérprete admirado por este.

Abordar la novela del poeta Morrison desde mi profesión cinematográfica, y no desde la perspectiva de un lector por placer o experto de la literatura, facilitó mi acercamiento a las particularidades íntimas y creativas expresadas en ella.

En muchos casos los símbolos y signos utilizados por este para dejar a la interpretación de los lectores acciones pasadas o futuras, o simplemente unir contextos dramáticos entre un capítulo y otro, resultan ser plácidamente entendibles.

Cómo externe en el artículo no. 1 de esta serie de cuatro entregas, la demostrada calidad poética del escritor Mateo Morrison le imprime una extraordinaria visión plástica a la obra, facilitando su puesta en escena, tanto a través del cine, el teatro o la televisión.

Sin duda alguna, Good Morning Mr. Morrison merece y debe ser adaptada al cine nuestro, por cuya correspondencia también puede ser parte de las propuestas cinematográficas internacionales.

Los espero en la entrega no. 03 de esta serie.

Agustín Cortés

Cineasta

Agustín Cortés Robles, nace en Santo Domingo, Capital de la República Dominicana el 23 de julio de 1957. Se graduó de Cineasta el 28 de octubre de 1983 en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, formando parte de la primera promoción universitaria de cineastas del país. Posee una maestría y una especialidad en Educación Superior (2003-2005) de la misma Alma Mater. Es miembro fundador del Colectivo Cultural ¨Generación 80¨ del país. Ocupó la Dirección de la Escuela de Cine, Televisión y Fotografía de la Facultad de Artes (UASD), durante dos periodos: 2008-2011 y 2011-2014. En esa unidad docente, además de Director, fue coordinador de las cátedras Teoría e Investigación Cinematográfica y Técnica Cinematográfica. Actualmente es profesor jubilado de la indicada Institución de Educación Superior.

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