Una de las tesis fundamentales del marxismo, formulada por Marx y Engels, es el determinismo económico, según la cual las fuerzas productivas y las relaciones de producción determinan la estructura social, política, jurídica, cultural e ideológica. En esta tesis, la economía es el factor determinante —en última instancia— de la organización de la sociedad, incluido lo psicológico y espiritual. De la cual se ha derivado otra tesis que plantea que la pobreza genera el crimen, o sea que atribuye la delincuencia a las condiciones materiales en que viven los sectores más necesitados. Considerada como muy simplista por el reconocido especialista Jean Francois Gayraud, en su famoso libro El G9 de las mafia en el mundo, por despertar compasión hacia los delincuentes.

Con el tiempo, esta teoría ha sido revisada, al diferenciar entre lo que determina y lo que condiciona, e insistir en que lo económico influye mucho, pero que no lo determina todo. No obstante, esta teoría sobrevalora el papel de los factores materiales, y numerosos estudios han demostrado que no explica por sí sola los comportamientos sociales y personales. Ni los egos humanos tan influyentes.

Dos ejemplos ilustran esta afirmación. El primero es el del dictador Rafael Trujillo, quien acumuló una inmensa fortuna a través de la corrupción desde sus inicios en la carrera militar. Un hecho, muy irrefutable y hasta documentado en Senado de los Estados Unidos. Se vanagloriaba de su gran patrimonio personal, y alegaba, que solo él podía hacerlo, y ‘’así evitar que otros robaran”. Y lo usaba para ostentar. Por ejemplo, vestía con extraordinaria ostentación, y lo justificaba al plantear, que el hábito no hacía al monge, pero lo distinguía. Y se preciaba ser especial y el primero en todo.

Y para conquistar mujeres, en particular, atraer figuras influyentes a su causa política, como la maestra Ercilia Pepín, a quien patrocinó, siendo comandante militar,  sus marchas patrióticas por la desocupación del territorio nacional. Y usaba el dinero para ofrecer sobornos a adversarios como el cacique de la Línea Noroeste, el general Desiderio Arias. Y pagar crímenes fuera del país como el secuestro del escritor Jesús de Galíndez y el atentado contra el presidente venezolano don Rómulo Betancourt. Y una larga lista de hechos criminales, muy costosos económicamente.

El segundo ejemplo, es del general Juan Rodríguez García, quien también acumuló una descomunal fortuna, en tierra y ganado, pero la utilizó para financiar la lucha contra la dictadura. En 1946 salió hacia Puerto Rico con un maletín lleno de dinero, -se estimaba en 500,000 dólares de la época-, capital con el que patrocinó las expediciones de Cayo Confites en 1947, y dos años después, la de Luperón. Con lo que demostró que es glorioso tener dinero, especialmente cuando se usa para fines tan nobles y patrióticos.

Sin embargo, algunos sectores de la sociedad dominicana, insisten en apoyarse en la tesis del determinismo económico para justificar, que se regularice y no se repatrie la explotada mano de obra haitiana, por razones económicas a pesar del impacto terrible sobre la soberanía nacional.

Finalmente, la historia, esa gran maestra, pone cada hecho en su lugar. El 25 de noviembre pasado, en el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica en España pidió que se retiren de ese país los restos del dictador Trujillo. Y el 30 de mayo recién pasado, al conmemorarse el 61 aniversario de su ajusticiamiento, el gobierno dominicano ordenó trasladar al Panteón de la Patria de  los restos del general Juan Rodríguez García, como reconocimiento a su lucha por la libertad y la democracia.

*Este artículo puede ser escuchado en audio en Spotify en el podcast Diario de una pandemia por William Galván

William Galván

Profesor de psicología y antropología de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Investigador académico y consultor de empresas.

Ver más