Este artículo reflexiona sobre la vigencia del pensamiento de Carlos Marx, especialmente su tesis XI sobre Feuerbach, a la luz de los desafíos contemporáneos marcados por el desarrollo tecnológico. Se plantea la necesidad de una filosofía comprometida con la acción y orientada hacia la transformación del mundo, utilizando las herramientas tecnológicas no como fines en sí mismos, sino como medios para la emancipación social y la justicia.
En su undécima tesis sobre Feuerbach, Carlos Marx escribió: “Los filósofos no han hecho más que interpretar el mundo de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo.” Esta frase, lejos de ser una simple crítica a la filosofía tradicional, constituye un llamado a la praxis: a una filosofía activa, comprometida y orientada a la transformación social. En el contexto contemporáneo, dominado por avances tecnológicos vertiginosos, esta tesis adquiere una renovada relevancia. La tecnología, como fuerza histórica, se presenta hoy como una de las principales herramientas para intervenir en el mundo. ¿Cómo, entonces, puede la filosofía articularse con la tecnología para transformar, y no solo comprender, la realidad?
1. El legado de Marx y la praxis filosófica
Marx se distanció de la filosofía especulativa de su tiempo al insistir en que el pensamiento no debía limitarse a describir o contemplar el mundo. Su visión materialista de la historia sostenía que las ideas emergen de las condiciones sociales concretas, y por tanto, toda filosofía que aspire a ser relevante debe intervenir en esas condiciones.
La praxis —acción reflexiva y transformadora— es el núcleo de su propuesta. La filosofía, en lugar de ser una disciplina abstracta, debía convertirse en un arma crítica al servicio de la transformación social. Este principio puede y debe ser actualizado en nuestros días, considerando los nuevos escenarios configurados por la tecnología digital.
2.Tecnología como herramienta de transformación
Vivimos en una era en la que la tecnología condiciona profundamente la vida social. La inteligencia artificial, el análisis masivo de datos, la automatización del trabajo y la conectividad global modifican no solo las economías, sino también las formas de pensar, de trabajar y de vivir.
Sin embargo, estas tecnologías no son neutras. Su desarrollo está determinado por intereses económicos, políticos e ideológicos. En muchos casos, perpetúan desigualdades o crean nuevas formas de exclusión y control. Es por esto que el pensamiento filosófico debe intervenir activamente en su diseño, aplicación y regulación, asegurando que estas herramientas estén al servicio de la dignidad humana y no de la concentración del poder.
Desde una perspectiva marxista actualizada, la tecnología podría ser reorientada hacia fines emancipadores: democratizar el acceso al conocimiento, mejorar la calidad de vida, facilitar la participación ciudadana y cuidar el planeta. En lugar de convertirse en una nueva forma de alienación, podría ser una palanca para la liberación.
3.Hacia una filosofía tecnopolítica
La tarea de la filosofía contemporánea consiste, entonces, en articular pensamiento crítico y acción tecnológica. Esto implica una “filosofía tecnopolítica”: una práctica reflexiva que analiza los impactos éticos, sociales y políticos de la tecnología, al mismo tiempo que propone alternativas justas y sostenibles.
Esta nueva filosofía debe formar parte de los procesos educativos, políticos y científicos, contribuyendo a generar una conciencia crítica en torno a los usos de la tecnología. Solo así podrá responder al llamado marxista de transformar el mundo, utilizando los medios que nuestra época nos ofrece.
4. Conclusión
Releer a Marx en el siglo XXI no implica repetir sus fórmulas, sino actualizar su espíritu transformador. En un mundo donde la tecnología tiene un papel central, la filosofía debe asumir un compromiso ético con el presente. Interpretar el mundo ya no es suficiente; se trata, ahora más que nunca, de transformarlo con inteligencia, justicia y humanidad.
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