En medio de la algarabía, busqué rostros cercanamente ausentes (Guillén, Pichirilo, Amaury y Leal Prandy). En medio del asfalto sin bocinas, recordé las memorables huelgas antibalaguerista, los golpes de Estado, las marchas constitucionalistas, y extrañé otros rostros: Efraim Castillo y sus largos discursos; Ayuso y sus versos erótico-incendiarios; los Botello fuertemente preparados para la lucha armada; Condecito buscando infructuosamente una pared limpia para hacerse urgentemente muralista. No. No es la primera vez que El Conde se abre a los viandantes. Y aunque hoy camine igual con todo y su orden municipal, esto no es El Conde.

EN ESTA NOTA

Ramón Colombo

Periodista

Soy periodista con licenciatura, maestría y doctorado en unos 17 periódicos de México y Santo Domingo, buen sonero e hijo adoptivo de Toña la Negra. He sido delivery de panadería y farmacia, panadero, vendedor de friquitaquis en el Quisqueya, peón de Obras Públicas, torturador especializado en recitar a Buesa, fabricante clandestino de crema envejeciente y vendedor de libros que nadie compró. Amo a las mujeres de Goya y Cezanne. Cuento granitos de arena sin acelerarme con los espejismos y guardo las vías de un ferrocarril imaginario que siempre está por partir. Soy un soñador incurable.

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