La presencia de cientos de personas en un espacio cerrado, donde el juego de luces, ruido exagerado y vibraciones se mezclan con el consumo de alcohol, comporta siempre un riesgo. En este ambiente se reduce la capacidad del individuo para reaccionar frente al peligro, identificar salidas de escape, evacuar el lugar, socorrer a la persona inmovilizada que encuentra a su paso. La reducción de sus capacidades y el pánico agravan la situación.

Pero no es el momento de machacar a las víctimas de esta tragedia y sus dolientes, responsabilizándolos del riesgo que, consciente o inconscientemente, asumieron.

Ahora lo importante es enfrentar este traumático acontecimiento, que de seguro tendrá efectos a corto y a largo plazo sobre los sobrevivientes, sus familiares y la sociedad en su conjunto.

Toda tragedia, desastre natural, incendio, atentado terrorista o desplome de una estructura, como el caso que nos ocupa, no solo afecta la salud física y mental de las personas directamente implicadas, sino hasta a aquellos que se enteran de ella.

Los efectos inmediatos para los directamente implicados son muy variados:

  • Ansiedad y sensación de pánico;
  • Desorganización del sueño, pesadilla, insomnio;
  • Cambio de percepción, vivir con la sensación de que la vida es corta, que se tiene en un hilo;
  • Confusión, desesperanza;
  • Flashback (revivir el acontecimiento).

Es posible que algunas personas vivan solo uno de estos traumas, otros algunos o todos al mismo tiempo. Cada persona reacciona de manera diferente a la tragedia.

Las personas que estaban en el lugar y salieron ilesas, que conocen a una de las víctimas o que simplemente están informadas de la tragedia, también pueden ser afectadas.

  • He aquí algunas de las sensaciones que podrían experimentar:
  • Vivir con el miedo de que la tragedia vuelva a repetirse, temer por su seguridad y de las personas que lo rodean;
  • Sentimiento de culpabilidad y de vergüenza;
  • Tendencia al aislamiento, a recogerse en sí mismo.

Corresponde a las autoridades sanitarias del país ofrecer un servicio de apoyo y acompañamiento a las personas directa o indirectamente implicadas en esta tragedia, así como a todo aquel que se sienta afectado.

Para los primeros, el apoyo de un profesional de la salud, médico, terapeuta, psicólogo. Para los segundos, un servicio de escucha telefónica con uno de estos profesionales podría ser de mucha ayuda.

La sanación, después de una tragedia, necesita de apoyo y compasión.

La solidaridad es capital en este tipo de situaciones. El sociólogo americano James Hawdon, que desde hace tiempo se interesa en comunidades que se han unido para hacer frente a una tragedia, habla del beneficio de la entreayuda y de la cohesión social.

Carlos Segura

Sociólogo

Master en sociología, Université du Québec à Montréal, estudios doctorales, Université de Montréal. Ha publicado decenas de artículos en revistas especializadas nacionales y extranjeras, sobre inmigración, identidad y relaciones interétnicas. Es coautor de tres obras sociológicas, La nueva inmigración haitiana, 2001, Una isla para dos, 2002 y Hacia una nueva visión de la frontera y de las relaciones fronterizas, 2002. También es autor de tres obras literarias, Una vida en tiempos revueltos (autobiografía) 2018, Cuentos pueblerinos, 2020 y El retorno generacional (novela), 2023.

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