El mundo marcha ahora a revoluciones por minuto y cualquier intento de predicción hoy corre el riesgo de quedar obsoleto mañana. Lo que sí es seguro es que el gobierno de Trump va a acelerar el declive de un imperio de por sí en decadencia.

Si mañana, por ejemplo, el gobierno estadounidense derogara de golpe todas las medidas arancelarias que ha decretado, el mundo ya no sería igual; una parte del daño ya está hecha, porque ya nadie confiará en las reglas del juego impuestas por los EUA ni en la estabilidad de sus decisiones.

Donald Trump.

Pero la mayor parte del daño falta por hacer. Y digo del daño porque, aunque algún beneficio podría traerle, es impensable que compense todo lo negativo. Y tal beneficio para EUA no lo vería Trump a menos que un decreto prolongue su mandato u otro decreto prolongue su vida. Porque la reindustrialización del país en los términos que piensa es un imposible a corto plazo.

Aparentemente el “again” al que se refiere Trump es en rememoración de la industrialización de los Estados Unidos un siglo atrás, cuando mantenía altos aranceles. Me imagino cómo era una fábrica de automóviles a inicios del siglo XX, que debió ser una enorme nave horizontal donde se hacía “desde la varilla inicial hasta la pintura final” como decía el antiguo anuncio de Haché.  Pero ese mundo ya no existe. Ahora la economía mundial está muy integrada y en la fabricación de un automóvil participan muchísimas empresas repartidas en todo el mundo, utilizando materiales y componentes procedentes de múltiples países.

¿Quién realizaría las grandes inversiones que requeriría la reindustrialización norteamericana en base a una política que no se sabe hasta cuánto va a durar, que puede ser cambiada mañana mismo? ¿Cómo confiar en la estabilidad de decisiones de un gobierno que irrespeta hasta el ordenamiento constitucional de su propio país?

Los latinoamericanos tendremos que asimilar el golpe que, en este caso es menor, salvo algunas negociaciones individuales que lo alivien. El que habría resultado más afectado es México, debido a que había colocado casi todos los huevos en una sola canasta

En política internacional ahora quiere un acuerdo nuclear con Irán, pero el gobierno de los ayatolas le dicen que no confían en tratados con un país que los viola cuando quiere o los rompe unilateralmente, como hizo en su anterior gestión. También se recuerda cómo un día amaneció con la amenaza de “borrar del mapa” a Corea del Norte, para en poco tiempo convertir a Kim Jong-un en su “pana full”.

Los países reaccionarán a su guerra comercial de acuerdo con sus posibilidades e intereses. Algunos, movidos por amor propio, intentarán devolver el golpe recibido, aunque a sabiendas de que el resultado será también negativo para ellos. Otros buscarán renegociar para conseguir mejor trato y otros, los más débiles, incluidos nosotros, se quedarán con el golpe.

China, que se siente con mucho poder para desafiarlo, ha sido el primero en devolver el golpe. Suponemos que ambos se van a ver precisados a negociar, pues, pese a que desde hace una década China comenzó a diversificar sus exportaciones y a reorientar producción al mercado interno, y Estados Unidos a diversificar sus fuentes de suministros, todavía hay una fuerte dependencia mutua de sus economías.

La Unión Europea buscará renegociar, aunque terminará asimilando una parte del golpe, lo que viene a ahondar una herida autoinfligida con el rompimiento de sus negocios con Rusia, el seguidismo en sus sanciones a China, la destrucción de los gasoductos y el encarecimiento de sus fuentes de suministro energético, que la mantienen sumida en una grave crisis económica.

Si los líderes europeos actuaran con cierta racionalidad, podrían neutralizar el impacto reorientando su comercio hacia el este. Para ello, tendrían que descontinuar la rusofobia para hacer las paces y recuperar su fuente de energía barata que le dé vida a su industria. El mismo Trump les está brindando una oportunidad dorada: en este momento cualquier producto estadounidense llega a China un 34% más caro. Esto colocará a los europeos en una inmejorable posición competitiva, y más si Japón y otros asiáticos responden igual a EUA. Su solución no es seguirse creando enemigos.

Los demás países desarrollados ya están buscando mejorar su comercio con China. Los latinoamericanos tendremos que asimilar el golpe que, en este caso es menor, salvo algunas negociaciones individuales que lo alivien. El que habría resultado más afectado es México, debido a que había colocado casi todos los huevos en una sola canasta; pero hasta ahora, es el que mejor ha usado la diplomacia para aliviar el dolor.

La República Dominicana tendrá que adaptarse. El impacto directo de los aranceles no es tan fuerte, aunque habrá que esperar por los impactos indirectos, derivados de la inflación, la eventual pérdida de empleos en los EUA y las tasas de interés, ya que nuestra dependencia económica es mayor en las remesas, el turismo y los flujos de capital que el comercio de bienes. Y en este último caso, terminarán pagando el mayor precio los consumidores norteamericanos, pues dudo que la producción se traslade hacia allá o que se pierda aquí. Al único lugar hacia donde podría ir una parte es a México, siempre que se garantice el status actual, lo cual no es nada seguro.

Alguna gente ya está llamando “brutalismo económico” a la corriente de pensamiento que impulsa Trump, no sé por qué razón. Aparentemente sus asesores buscan provocar una devaluación del dólar para hacer competitiva su economía y reindustrializar ese país, algo difícil, porque los aranceles presionan por más revaluación, al tiempo que todos los demás países querrán devaluar sus propias monedas intentando neutralizar aranceles.

Isidoro Santana

Economista

Ex Ministro de Economía, Planificación y Desarrollo, agosto 2016-2019. Economista. Investigador y consultor económico en políticas macroeconómicas. Numerosos estudios sobre pobreza, distribución del ingreso y políticas de educación, salud y seguridad social. Miembro de la Academia de Ciencias de la República Dominicana. Miembro fundador y ex Coordinador General del movimiento cívico Participación Ciudadana y ex representante ante la organización Transparencia Internacional.

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