En lo alto de la loma Isabel de Torres, en Puerto Plata, y enmarcado por la majestuosidad del océano Atlántico, se encuentra el Parque Nacional Loma Isabel de Torres, una reserva natural de excepcional valor ecológico y paisajístico. En su cima se alza uno de los símbolos más icónicos del turismo dominicano: la imponente estatua del Cristo Redentor, que da la bienvenida con los brazos abiertos a quienes ascienden mediante el teleférico que opera desde la ciudad. Este sistema, inaugurado en 1975, no solo ha ofrecido a millones de visitantes un recorrido panorámico inigualable, sino que también ha sido motivo de orgullo para toda la comunidad puertoplateña.

El teleférico fue el primero y sigue siendo el único de su tipo en todo el Caribe insular. Su instalación marcó un hito para la ingeniería nacional y para el turismo de la región norte, posicionando a Puerto Plata como un destino innovador y con una oferta diferenciada. A lo largo de casi cinco décadas ha sido uno de los principales atractivos para los turistas y nacionales, y en los últimos años, subir al parque ha sido una de las excursiones más vendidas a los cruceristas que llegan por los puertos de Amber Cove y Taino Bay, quienes han disfrutado la experiencia de ascender hasta la cima de la montaña.

Hoy, ese símbolo está detenido. Enmudecido. Cesó sus operaciones hace más de un año con el pretexto de que sería “remodelado y renovado”, sin que se haya ofrecido una versión oficial clara, ni acciones visibles que aseguren su reapertura. Peor aún, comienzan a circular rumores —cada vez más insistentes— sobre una posible privatización del teleférico, una decisión que pudiese ser desafortunada y profundamente injusta para Puerto Plata, sobre todo si esta decisión no es consensuada e informada, como corresponde, a los puertoplateños.

Este atractivo no solo tiene un valor recreativo: representa una fuente de ingresos para decenas de guías turísticos, taxistas, artesanos y microempresarios locales. Es una pieza vital del ecosistema turístico que hace de Puerto Plata un destino completo.

Desde su cierre, la ausencia del teleférico ha dejado una grieta en la experiencia turística.  Miles de visitantes que llegan  a bordo de los cruceros se marchan sin haber podido disfrutar de uno de los atractivos más promocionados en folletos, plataformas digitales y ferias internacionales. Mientras tanto, las autoridades guardan un silencio prolongado. No se ha presentado un plan de intervención claro, ni un cronograma transparente. Y ahora, el temor se convierte en indignación al saber que, tras décadas de inversión pública y cariño popular, el teleférico podría ser entregado a intereses privados.

La privatización de un patrimonio como el teleférico supondría desplazar a la comunidad local de su propio emblema. No se trata solo de un cambio de administración, sino del riesgo de convertir un bien público en un privilegio restringido. El acceso podría encarecerse, los empleos podrían dificultarse y lo más grave, el pueblo de Puerto Plata quedaría, una vez más, al margen de decisiones que afectan directamente su identidad y su economía.

El silencio oficial solo alimenta la preocupación ciudadana. Las declaraciones vagas sobre su supuesta reparación han dado paso a rumores cada vez más frecuentes: ¿se está preparando el camino para su privatización? Si es así, ¿en manos de quién y bajo qué condiciones? ¿Y qué significa esto para la comunidad puertoplateña y para el turismo nacional?

No se trata de negar mejoras o eficiencias que la inversión privada pueda ofrecer, sino de preguntarnos: ¿por qué no fortalecer una gestión pública con visión moderna y sostenible? ¿Por qué renunciar tan fácilmente a lo que se ha construido entre todos?

Puerto Plata merece respeto. Merece respuestas. Y merece que su teleférico vuelva a abrir, remozado, sí, pero también transparente, accesible y gestionado con responsabilidad social.

Puerto Plata ha sido pionera del turismo dominicano. Su historia, su gente y sus atractivos no pueden ser tratados con indiferencia. El teleférico es más que una atracción: es parte del alma de la ciudad.

El turismo dominicano no puede sostenerse solo con las playas y el todo incluido. Necesitamos proteger nuestros íconos, diversificar la oferta y garantizar que los beneficios lleguen a la gente. Hoy, el teleférico es más que un transporte de altura: es un símbolo de lo que Puerto Plata fue, es y puede seguir siendo. Privatizar el teleférico sin transparencia sería una afrenta al legado histórico y a los derechos colectivos del pueblo de Puerto Plata.

El silencio no puede ser la respuesta, porque cuando calla el teleférico, calla también una parte de nuestra historia.

Magaly Toribio

Mercadóloga y Hotelera

Magaly Toribio, Hotelera y mercadóloga por convicción, politóloga para intentar entender el mundo, amante de las palabras y la buena lectura. Ex- viceministra de turismo, reconocida en múltiples ocasiones por los principales gremios del sector turístico nacional e internacional. Experta en marketing turístico y gestión sostenible de destinos turísticos. Investigadora, académica y consultora privada de empresas, universidades y destinos turísticos. Presidente de la empresa TARGET Consultores de Mercadeo y creadora de la primera empresa del país suplidora de soluciones de movilidad para turistas con discapacidad, Scooters DR.

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