Hace más de una década trataba de acunar a mis tres sobrinos, los cuales me pedían un juego muy particular antes de dormir y consistía en interrogarme sobre el psicoanálisis. Yo los llamo los pingüinos psicoanalistas. Yo sonreí como toda tía entusiasmada por las ocurrencias de estos chicos. El mayor no pasaba de diez años, ocho el mediano y el pequeño oscilaba aproximadamente entre los cinco y seis años.
Esos tres chicos miraban unos cartones animados de un psicoanalista. Estaban muy contentos con sus dibujos animados y llenos de preguntas. En las historietas se mencionaron algunos términos que ellos no entendían del todo, pero querían aprender sobre el tema, además de averiguar sobre la historia personal de la tía.
Era verano y los tres estaban de vacaciones en mi casa. Ellos querían dormir en la cama de la tía, además de psicoanalizarme. Mi estrategia con ellos fue la siguiente: hagamos un trato, ustedes hacen las preguntas y me dirán lo que entienden, a partir de lo que dicen los cartones animados. Yo lo explicaré de la mejor manera y usaré dibujos o historias. Entramos en el acuerdo e inicié la primera pregunta, después de varias almohadas tiradas por los cielos de la habitación.
El escenario se manejó entre edredones, almohadas, ventanas abiertas, gatos en la cama y tres sonrisas que todavía acompañan mi alma en cualquier momento de esos extraños lugares, donde la estancia está vacía. La primera pregunta fue, ¿sabe usted lo que es el inconsciente? Yo lo afirmé. Le dije que el inconsciente es algo que está en el cerebro, diferente a la razón.
El más pequeño levantó sus manos y dijo “yo primero”. Le dije pues comienza. En su balbuceo habló con firmeza sobre el hombre barbudo de los dibujos animados. Expresó es como una casita pequeña que está dentro de otra casa más grande. Sonreímos, y contesté es muy buena respuesta. Ciertamente yo lo creo, existe un lugar interior dentro de nosotros que es donde se ubica el inconsciente.
El mayor de diez años, dijo: “yo te digo tía, lo entiendo como si fuera un bloque de hielo que solo se ve una puntita de hielo y debajo hay un témpano grande” Le dije dos buenas respuestas. Y el tercero dijo cómo es eso, el pequeño dice que es una casita y el otro un témpano. Le expliqué como pude. Yo pienso que es algo que está dentro de nosotros y que no podemos ver el tamaño y no lo podemos saber cuales son sus contenidos y formas. Él dijo, estás loca tía, como dice esto, eso sí importa, porque yo imagino que un loco que es asesino serial y va matando por ahí, tiene que tener un témpano muy grande en su interior o cabeza. No es lo mismo que un estudiante que le dice una mala palabra a la profesora que le corrigió la ortografía.
Todos reímos y me pusieron en aprieto. Estaba en aprieto para poder responder y reflexionar sobre esas preguntas a chicos tan pequeños. La realidad fue que le dije déjeme ir al baño y vuelvo con ustedes. Lavé mi cara y pensé en varios ejemplos para explicarle a esos pingüinos filósofos esas preguntas tan inteligentes. Yo volví a la cama y levanté mis manos. Hablaré desde el corazón y el mayor dijo, deja eso tía ,habla del cerebro, porque son difíciles, las preguntas que te hicimos. Estaban en lo cierto. Eran preguntas complicadas y que muchos pensadores han discutido, a través de la historia, veamos lo que respondí en ese verano.
Le dije que pensáramos en un volcán. Hay una parte de la montaña que es el cono volcánico. Esta parte es visible. La otra parte no la vemos, puede ser pequeña o grande. Este volcán tiene gases, metales derretidos y otras cosas que sabemos y no sabemos que están dentro del volcán. Esa montaña puede estar callada, como si estuviera dormida, pero no sabemos cuándo se va a despertar, ni que sacará de su interior. Puede ser humo o las escorias en forma de magma. Puede que se rompa la tierra. Lo que hay dentro del volcán no lo podemos descifrar, la mayoría de las veces solo intuimos o creemos saber que hay algo conocido dentro de la montaña. Puede que estemos buscando ciertas señales como el humo, los terremotos y olores para predecir que se va a producir una erupción.
Lo que saben los científicos es que un volcán se caracteriza por la sorpresa. A veces da las señales, pero en otras ocasiones no. Sobre su contorno y tamaño no lo sabemos, porque lo que se ve por fuera es percibido con el ojo humano y la tecnología, pero a ciencia ciertas hay desconocimiento del contenido, la cantidad, la forma y su esencia. Empero, sabemos que existe el volcán y está ahí y de alguna manera nos hace saber que tiene una parte invisible y otra parte de él que es visible. Actúa cuando menos lo esperamos.
Frente a lo dicho, el pequeño se expresó: "Yo entiendo tía. En mi vecindario hay un loco que camina, con poca ropa y habla solo. El mayor le agregó, es la erupción sin control de los gases, porque comió muchas habichuelas. Todos nos reímos y le dije, es cierto, es eso un loco, un ser humano que ha volcado fuera de su casa interior, todo su inconsciente, es como si todos los Dioses salieran del Olimpo al mismo tiempo y no hay forma de controlar esas voces, imágenes, palabras, etc.
Todos hicieron silencios y seguí explicando, pero hay algunos que sacan todos sus delirios de otra manera, parecen normales, se bañan, caminan y hablan con las personas, pero en lo oculto están muy enojados como el enano gruñón, otros lloran a escondidas y ven la vida bajo el lodo de un patio lleno de basura. El mediano dijo, “ya sé tía te doy un ejemplo: una mezcla de harina con aguacate, mango y aserrín bien mezclado y se le sirve a tu mejor amiga”. Reí hasta tener que pedir permiso para ir de nuevo al baño, porque no aguantaba, a estos eruditos que me daban buenas lecciones intelectuales de filosofía y psicoanálisis.
La conversación continuó y traté de hablar con ejemplos sencillos. Expresé quiero primero hablar de la consciencia. Eso es algo como una sala con sus mesas, sillas y personas sentadas en su puesto esperando que le sirvan la mesa, pero no llega comida, sino un señor muy bien vestido que le dice que hacen ustedes aquí y las personas se quedan con la boca abierta. Ellos contestaron al señor extraño, estamos esperando la comida y el señor inconsciente le dice, pues aquí lo que yo tengo son libros que ustedes no pueden comerse.
Reímos a carcajadas por tratar de definir la consciencia y el inconsciente. Aproveché para hablarles de un viejo filósofo francés del siglo XVIII, llamado René Descartes que dijo que hay un tropiezo entre lo que se llama razón y lo que a ella (razón) se le escapa. El mayor dijo, yo voy a estudiar psicoanálisis, pero sigue explicando sobre el estorbo que vio el filósofo.
Como pude, intenté arreglarme en la cama entre almohadas y sábanas que ya no cubrían la cama por los saltos del pequeño entusiasmado por el filósofo, y le dije, “espere un momento señorito inconsciente deje de saltar y escuche, le habla la conciencia”. Todos reímos a carcajadas y el chico sabio que tiene cinco años, expresó: “yo quise mostrar el movimiento loco del inconsciente”. Volvimos a reír y yo a retomar al filósofo.
La discusión continuó y logré comentarle según mis recuerdos. Voy a hablarle sobre el filósofo francés que dio el nombre de Cogito a la razón. Es decir, la razón es lo que pensamos o cada persona piensa. El viejito Descarte dividió la razón en dos partes, eso que se piensa, por ejemplo, expresó que una parte es racional y esto se relaciona con la consciencia, o lo que pienso conscientemente, pero hay otra parte que es irracional. Esa parte es la que Descarte relega al campo de la locura. Como sabrán ustedes vinieron otras preguntas. ¿Cómo saber cuál es la cosa qué se piensa y es consciente y cuál es la que viene del inconsciente?
Para los tres niños eran demasiadas complicaciones esas reflexiones filosóficas. Ya era tarde de la noche. Esa noche, le dije: “vámonos a dormir”. El pequeño de cinco años dijo, no huya señora inconsciente, soy su psicoanalista y necesito saber que dice el filósofo. Expresó, yo necesito que usted una pingüina psicoanalista, le explique todo eso que usted habló, a un niño que está loco saltando en su cama. Me atraganté con el llamado: “perverso polimorfo” como lo llamó Freud a la estructura del inconsciente de los niños. Miré a mi alrededor y expresé claramente mi humilde opinión, tomando la palabra, yo reflexiones sobre como yo puede. Era usar palabras adecuadas para darle sentido a estos pequeños filósofos. Hicieron silencio y escucharon como verdaderos lacanianos, esperando la presencia de la palabra plena.
Comencé a relatar, este viejo filósofo, lo que trató de decir fue lo siguiente: lo que sale del inconsciente viene por un agujero desconocido y aparece de golpe, son aquellas palabras, o lo que haces de manera que no se espera. Por ejemplo, me enojo y no mantengo la calma. Es eso que sale de mí o fuera de mí, y no forma parte de mi consciencia que parece sin yo poder controlarlo.
Seguí dando otro ejemplo. “Si tu hermano mayor, va a jugar o intenta ir al béisbol, en vez de decirle, debe observar con quién juega béisbol y cómo lo hace, porque hay un buen bateador. Empero decide el mediano, sin consultar con el hermano mayor, irse al estadio, antes que el hermano vaya a jugar o visitar la grada. El hermano mediano, localiza al jugador, le paga a otro para que lo investiguen y también lo golpean por si acaso. Decide que lo dañen emocional y físicamente, sin racionalidad alguna. Todo para evitar que su hermano mayor no conozca al jugador ni juegue con el bateador. Si encuentra que el jugador es buena persona, según las observaciones, decide montar una mentira sobre el bateador. Entonces ocurre lo siguiente, el hermano mediano da las informaciones que encontró sobre el bateador. Las cuales son falsas, porque deba darle esas informaciones para que él se proteja del bateador. El hermano mayor escucha y le cree todo lo que le informa su hermano mediano. No tiene porque no creerle, él vende la idea de que es muy leal con su hermano. Se crea todo el montaje, el hermano desiste de ir al play y no conoce al bateador”.
¿Qué piensa René Descarte sobre el hermano mediano?
Contestó el hermano mediano. Creo que Descarte diría que actúo con un comportamiento irracional, que lo cataloga dentro de una enfermedad mental. El pequeño dijo que ese hermano está inconsciente, completamente fuera de su casita. Yo le contesté, es cierto el viejo filósofo diría que estamos en la presencia de un comportamiento irracional. Siguen las preguntas del mayor, pero si el hermano mediano está tratando de cuidar. Yo le contesté, claro ese puede ser un racionamiento de defensa para un mal comportamiento que se sostiene en la irracionalidad.
Le dije simplemente, para cuidar no se puede hacer daños a las otras personas, pagar para que le hagan mal a otro, atacar con palabras ofensivas para que se vaya de la grada de juego. No es una conducta normal. Levantar falsos testimonios, perseguir y dar una continua persecución obsesiva al bateador, por el otro, llamado por nosotros el hermano mediano. Esto marca una enfermedad mental. No hay justificación cultural, zapatos puntiagudos o sombreros de brujos, no hay respuesta racional posible para explicar el bullying y odio para organizar una persecución contra una persona que ni se conoce o simplemente, no le ha hecho nada al hermano mayor o al mismo hermano mediano.
Ese hermano mediano está actuando con el inconsciente y mostrando una patología mental. Ese comportamiento es patológico. Si el hermano mayor tiene claridad de lo que está pasando con su hermano mediano se va a preocupar y tomará acciones, ya que se da cuenta que es una persona patológica. En el marco psiquiátrico entra posiblemente en un típico caso de personalidad límite con grados esquizoides, y otros lo catalogan según su historia clínica en una psicosis paranoica.
Toda la energía que se escapa por ese agujero, muchas veces pasa sin hacerse consciente. Otro está consciente, pero es una fuerza tan intensa que no puede parar y sigue y sigue hasta provocar un caos. Por ejemplo, es tan intensa la energía patológica que lo envuelve que el hermano mediano comienza a creer que es Dios o que está dando una lección al bateador, el cual no tiene ni idea de quién es esa persona o las razones de porqué está ocurriendo ese desastre en su vida.
El hermano mediano, asume que está siendo leal y que está haciendo una gran labor de apoyo y de ayuda de su hermano mayor. Esa es la diferencia entre la consciencia y el inconsciente. En el lenguaje antiguo se llama perder el alma, en lo actual se le sitúa en la perversión moral que ya es considerado una patología, pero si logra afectar físicamente, puede que entre en acto criminal de carácter patológico. En ese momento le dije a mis sobrinos, esto es la expresión de la locura.
Después de un silencio y un respiro, pensé que los chicos no me habían entendido todo lo que narré. El mayor dijo, eso se resuelve rezando y le contesté, el rezo puede ayudar, pero es algo que está relacionado con el cerebro, la historia de la persona, sus dolores y lo que le ha faltado en su vida. El psiquiatra tratará de medicar, porque la conducta es completamente peligrosa, porque cae en la perversión moral y en este caso como hay dinero de por medio, pues está pagando para hacer daño a otro cae en lo criminal. Cuando ya llega a este nivel de persecución el personaje cae en un típico caso de brote paranoico con un poco de dulce de caramelo.
Mi sobrino, siguió diciendo que eso debe ser una enfermedad espiritual, porque no hay nada que Dios no cure o sane la enfermedad. Le dije, yo creo en los milagros, pero se necesitan medicamentos para que esa persona, logre el equilibrio con ayuda de Dios.
Respiramos y me dijeron los sobrinos es hora de dormir contigo. Pregunté por qué, y el más pequeño dijo, no me molesta el loco del barrio, pero ese que anda caminando pareciendo normal es un ser de maldad. Yo llamé al señor con el título de innombrable. Para calmarlos por el horror de un relato sobre lo que causa la existencia de la maldad, la enfermedad y criminalidad.
Yo tomé la decisión de dejarlo dormir en la cama. Yo le dije, ese hombre o mujer del mal, no se va aparecer en los sueños. Los tres dijeron: es dura la vida de los adultos, yo seré psicoanalista y policía, el otro dijo, yo un juez, y el mediano dijo, voy a vivir sin pensar en eso, vámonos a dormir.
Estos ejemplos son productos de una invención para explicarles a mis tres sobrinos, sobre los temas del inconsciente, la conciencia, la patología, la razón, irracionalidad y el mal en el marco del psicoanálisis y lo filosófico. No obstante, miro la ciudad de Santo Domingo y los medios de comunicación y redes y veo la presencia de esos agujeros inconscientes que dejan pasar cualquier cosa sin ningún filtro y con ayuda de la tecnología y de buenos hackers. Todas esas tragedias personales se pueden vomitar sin domarlas y sin ningún medicamento o terapia en los diferentes medios del ciberespacio. Es como si las redes fueran el sujeto supuesto a saber para poder expresar sus actos de maldad y patología. Yo retomó la idea de mi sobrino cuando dice: “a mí no me da miedo el loco del vecindario, sino el otro”.
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