Resulta muy llamativo que los judíos se consideren “El pueblo elegido de Dios” hasta el punto de que esto ha motivado celos y rencillas entre Israel y los demás pueblos, que no pueden entender el sentido de esta afirmación y todo lo que ella implica.
Sin embargo, el filósofo judío Baruch de Spinoza (1632-1677), se refiere a este asunto en el Tratado Teológico Político (TTP) en el que relaciona la política con la religión estableciendo la importancia de ambas en la constitución de los seres humanos.
La religión que tiene que establecer nexos entre las individualidades naturales en la que se expresa la naturaleza y la política que según el filósofo es el único lugar en que puede realizarse la humanidad.
Spinoza explica cómo la ruina política viene de la desobediencia civil y el papel que tiene la religión en el estable-cimiento de esta obediencia que tiende a superar el aislamiento natural del sujeto que busca realizarse y mantenerse en la existencia sin preocuparse por nadie más que por el mismo.[1]
En este plano creativo en el que el Deus Sive Natura puede realizarse y preservar a la especie humana en el marco del resto de la naturaleza a la manera de los invernaderos, Spinoza destaca la importancia de la imaginación y de la fe como tipos de conocimiento primario y existencial que representa el primer paso del hombre en su camino hacia la racionalidad.
En el discurso del TTP la potencia de Dios se distribuye en los individuos que produce dotándolos de energía que se expresa en las distintas acciones de los seres individuales y esa dotación o ayuda divina se divide en interna y externa.
Cuando habla de la ayuda interna explica que esta se distribuye de manera igualitaria y que en todos los pueblos existen individuos humanos más potentes que otros y las debilidades que pueden ser corporales o mentales determinan el tipo de vida que cada uno ha de llevar.[2]
Cuando Spinoza habla de las ayudas externas de Dios, señala que han de ser consideradas de primera importancia, porque no se puede defender la tesis de que todos los pueblos viven en las mismas condiciones de justicia.
Esto lo muestra de manera cotidiana el fenómeno de la migración y podemos detectar a los pueblos que han sido favorecidos por Dios, cuando vemos hacia donde se dirige la inmigración en su búsqueda legítima de bienestar y de justicia.
Según Spinoza, esta conciencia que tiene Israel de ser predilecto de la divinidad ha traído sobre esta nación mucho odio y mucha envidia de los otros pueblos circundantes y ha desatado persecuciones y secuestros sobre los judíos de manera tradicional, por lo cual piensa que es necesario analizar esta convicción para mostrar la importancia de las constituciones políticas en el desarrollo de la historia de la humanidad.
Una humanidad que pasa la mayor parte de su vida en pasividad y que tiene que conquistar su acción y su racionalidad a lo largo de la historia política.
[1] Spinoza, B. Tratado Teológico Político (TTP). Folio. Barcelona 2002, p.56.
[2] Spinoza. B. TTP Folio Barcelona 2002, p. 54.
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