Hablar de arte es hablar de humanidad. No hay civilización sin imágenes, símbolos o expresiones sensibles que intenten dar forma a lo inefable. Sin embargo, lo que hoy entendemos como “Estética” no surgió de la nada: es el resultado de siglos de reflexiones filosóficas, de voces que han intentado explicar por qué el ser humano crea, contempla y valora el arte. Un análisis pormenorizado de los principales filósofos del Arte y la Estética nos muestra no solo la evolución del pensamiento, sino también nuestras propias tensiones culturales.

Platón (427 a. C.-347 a. C.), por ejemplo, miraba el arte con recelo. Para él, la obra artística era una copia de la copia: un reflejo deformado del mundo sensible, ya de por sí distante de las Ideas puras. Su diferencia con los poetas y pintores refleja una cuestión que aún persiste: ¿es el arte un camino hacia la verdad o una distracción ilusoria?

Frente a esta visión, Aristóteles ( 384 a. C.-322 a.C.), reivindicó la mímesis no como engaño, sino como aprendizaje y catarsis. Su defensa del arte dramático resuena todavía en nuestras salas de teatro y cine, donde seguimos buscando purificación a través de la emoción estética.

Con el Renacimiento, pensadores como Leonardo da Vinci (1452-1519), trasladaron la reflexión filosófica al terreno de la práctica creadora: el arte ya no era solo objeto de sospecha o de justificación, sino una forma de conocimiento en sí mismo.

Esa semilla germinaría siglos después en Immanuel Kant (1724-1804), quien en su Crítica del juicio definió el juicio estético como desinteresado, universal y necesario. Kant dio dignidad filosófica al gusto, demostrando que el arte podía ser fundamento de comunidad, aunque no dependiera de reglas objetivas.

Georg Wilhelm Hegel (1770-1831), en cambio, interpretó el arte como manifestación del Espíritu Absoluto, etapa de un proceso dialéctico en el que la historia humana se autorrealiza. En su visión, la obra artística no es solo placer sensible, sino huella de una conciencia colectiva y sin embargo, al afirmar que el arte alcanzó su “muerte” como forma suprema del espíritu, abrió la puerta a las vanguardias modernas que, paradójicamente, buscaron radicalizar su vitalidad.

Friedrich Nietzsche (1844-1900), con su crítica a la metafísica y su exaltación de lo dionisíaco, rompió la armonía clásica entre belleza y razón. Para él, el arte no era consuelo, sino afirmación de la vida en toda su contradicción, por consiguiente, su influencia es palpable en la modernidad y en el arte contemporáneo, donde el exceso, lo irracional y lo caótico se reivindican como fuentes de sentido.

El siglo XX profundizó estas rupturas. Theodor Adorno (1903-1969), desde la Escuela de Frankfurt en Alemania, denunció cómo la industria cultural reducía el arte a mercancía, despojándolo de su potencia emancipadora.

A la vez, Martin Heidegger (1899-1976), rescató la obra artística como lugar de revelación del ser, un espacio donde la verdad acontece. Ambos nos invitan a repensar el arte no como entretenimiento banal, sino como campo de resistencia y revelación.

Hoy, en un mundo atravesado por la digitalización, la inteligencia artificial y la cultura del consumo inmediato, el legado de estos filósofos sigue siendo brújula. ¿Es el arte todavía portador de verdad, como pensaba Heidegger, o se ha vuelto mercancía serializada, como temía Adorno? ¿Podemos hablar de belleza en una época de fragmentación posmoderna, o debemos asumir que lo sublime, lo disruptivo y lo efímero marcan nuestra sensibilidad?

En definitiva, los filósofos del arte no nos ofrecen respuestas cerradas, sino herramientas significativas para la crítica y el análisis.  Sus reflexiones nos recuerdan que la estética no es lujo erudito, sino condición de nuestra existencia humana.

El arte nos sigue interpelando porque, a diferencia de las máquinas y de los sistemas, nosotros necesitamos darle forma sensible a lo invisible y en esa necesidad, que va de Platón a nuestros días, late lo más profundo de nuestra humanidad.

Víctor Ángel Cuello

Docente UASD

Publicista, docente universitario y dirigente social. · Docente de la Escuela de Crítica e Historia del Arte de la Facultad de Artes, UASD. · Asistente técnico de la Vicerrectoría de Extensión, UASD. · Miembro activo de organizaciones de servicio social y comunitario.

Ver más