Con Palestina en el corazón. Por una paz verdadera

Actualmente, los contenidos que más seguidores tienen en las redes sociales no son los de tópico sexual, sino los que promueven el odio hacia quien piensa o siente de manera diferente.

El odio es mucho más adictivo en estos momentos que cualquier otro contenido y se expresa en sus diversas manifestaciones, como lo son el insulto, la descalificación, la criminalización, incluso las amenazas explícitas.

Normalmente, suelen ser grupos o internautas aislados, que viven y se nutren del odio, un sentimiento vigorizante, de fuerza, pero sobre todo de destrucción, y que se protegen bajo el aparente anonimato del ciberespacio, donde imperan los algoritmos y, sobre todo, prevalecen los intereses antidemocráticos de los nuevos magnates.

Estas reflexiones surgen de la lectura del magnífico artículo que la escritora Irene Vallejo publicó el domingo 19 de octubre en el diario español El País. La autora de un libro tan maravilloso como El infinito en un junco, un verdadero best-seller internacional, analizaba los posibles motivos de esta tendencia tan agresiva y tan intensa.

El odio se ha vuelto más adictivo que cualquier otro contenido, y se expresa en insultos, amenazas y criminalización.

Por mi parte, creo que el sustento de este odio que se propaga a diario se explica por la ola radical de extrema derecha, absolutamente autoritaria e intolerante, que recorre América y Europa y que está transformando no solo las relaciones internacionales y las reglas políticas y económicas de las que la comunidad de naciones se dotó desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, sino también, y de forma perversa, las relaciones humanas. Y su principal protagonista habita hoy en la Casa Blanca.

El pasado fin de semana, millones de ciudadanos estadounidenses salieron a las calles para protestar por la involución que sufre su país de la mano de sus políticas y de sus discursos de odio social, de criminalización de los migrantes y de las minorías étnicas, de políticas agresivas incluso contra las universidades y la ciencia. La respuesta de Trump, que fue absolutamente inverosímil, no hace sino ponerle ante el espejo para mostrarnos a alguien que, lamentablemente, define nuestra época y los peligros a los que la humanidad se enfrenta. El odio como arma política, el odio como herramienta de gobierno, el odio como forma de relación social.

La maquinaria que difunde este odio que nos acecha se ha ido gestando en los últimos años con mentiras y prejuicios y el fabuloso instrumento de las redes sociales como canal de difusión global, minando, además, el prestigio del buen periodismo. De este modo, los seguidores de Trump, en las calles y en las redes, pero también en los palacios de gobierno de otros países (Argentina, Hungría, Italia…), se convierten en jueces que cuestionan públicamente y repudian a quienes se atreven a salirse del guion impuesto.

Decía Irene Vallejo en su artículo, “Los dientes del odio”, retomando el hilo de Nietzsche en Así habló Zaratustra: “La vida es una batalla entre el bien y el mal”. Lamentablemente, hoy quienes difunden el odio tienen un poder que no veíamos desde 1945.

Clara Melanie Zaglul Zaiter

Doctora en Psiquiatría

Resido en Madrid de forma permanente desde 1999. Actualmente trabajo como Médica en la Consejería de Asuntos Sociales y Familia (COMUNIDAD AUTONOMA DE MADRID). Formada como Médica en UNIBE promoción 1996. Doctorada en Psiquiatría por la Universidad Complutense de Madrid 2001. Alumna del Doctor Juan José López Ibor y Juan Coullaut Jáuregui. Desde la Psiquiatría paso al estudio de la Demencia y el Deterioro Cognitivo Precoz. Experiencia profesional en el área de Demencias sector asistencial en grandes dependiente para las actividades básicas de la vida diaria por más de 20 años.

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