Bernarda Jiménez ha levantado su vuelo infinito sin dar el menor preaviso, expandiendo consternación en la comunidad dominicana en España y en todos los que la conocieron en la República Dominicana de donde partió hace cuatro décadas para consagrarse como la mayor defensora de los derechos y la dignidad de los dominicanos que buscaron en el viejo continente las oportunidades de progreso que no encontraban en el país.
Es difícil descubrir en toda la diáspora dominicana por el mundo una persona que acumulara tantos méritos como Bernarda Jiménez Clemente y que luchara con tanta valentía, involucrando a su esposo español y sus dos hijos, contra las discriminaciones y exclusiones desde 1987 cuando lideró la fundación del Voluntariado de Madres Dominicanas en España (VOMADE) hasta su triste partida este 3 de septiembre presidiendo la Fundación Dominicana para Prevenir la Violencia Juvenil creada hace casi tres años para gestionar el proyecto que auspicia la Embajada dominicana en España con el objetivo de ofrecer atención y tratar de rescatar a los muchachos inadaptados que se refugian en dos agrupaciones de liderazgo dominicano que operan en los barrios de Madrid.
VOMADE es referencial en España, por haber ayudado a regularizar el estatus migratorio de entre 45 mil y 50 mil mujeres, en su mayoría trabajadoras del hogar, que emigraron a este país en las dos últimas décadas del siglo pasado y en la primera del actual. También les prestó otros servicios, de formación técnica, inserción laboral, salubridad y para la reunificación familiar.
La conocí en la Navidad de 1992 cuando la entrevisté en el telediario Uno+Uno de Teleantillas y en varias visitas a Madrid tuve la oportunidad de comprobar personalmente el alcance del trabajo que desarrollaba junto a su esposo, el filósofo Pedro Alvarez, al que incorporó a sus hijos Pedro Luis y Stephanie. VOMADE acumuló tanto éxito que se expandió a servir a los inmigrantes de otros países, especialmente iberoamericanos, contando con apoyo del Gobierno central, del comunitario y municipal. Con los años se profundizó mi relación con esta familia.
En diciembre pasado el presidente Luis Abinader concedió a Pedro Alvarez la nacionalidad dominicana a título privilegiada por los servicios prestados a nuestros migrantes, así como a dirigentes políticos y sociales, incluyendo a José Francisco Peña Gómez y Hatuey de Camps.
Bernarda era médica, especialista en endocrinología y nutrición, así como en medicina estética, y nunca abandonó su profesión, combinándola con el inmenso activismo social que le llevó por gran parte de Europa, Estados Unidos y República Dominicana, para participar en seminarios y dictar conferencias sobre los movimientos migratorios y la inclusión social. También sacó tiempo para escribir varios libros, incluyendo un Manual del Inmigrante del que se imprimieron 20 mil ejemplares, y otro que lleva tres ediciones sobre el asesinato de Lucrecia Pérez, que relata los comienzos de la migración dominicana a Europa.
Se puso al frente de las manifestaciones para exigir justicia frente al asesinato de esa inmigrante dominicana, ocurrido en el sector Aravaca, de Madrid, el 13 de noviembre de 1992. Su firme carácter y determinación contribuyeron a movilizar a amplios segmentos de la sociedad española, al arresto y condena ejemplar de 50 años de cárcel al guardia civil que le disparó y 20 años a sus dos cómplices, logrando que fuera declarado como el primer crimen de odio y racismo en España.
La tenacidad de aquellas movilizaciones fueron determinantes para que España actualizara sus políticas migratorias y adoptara la inclusión social de los inmigrantes, con varios procesos de regularizaciones que han incluido facilidades para la reunificación familiar y la adquisición de la nacionalidad. El Instituto Nacional de Estadística actualiza en 123 mil la cantidad de “españoles de origen dominicano”, aparte de otros 70 mil “ciudadanos dominicanos con estatus de residentes”.
Con justicia Bernarda Jiménez fue condecorada en 1995 por el Rey Juan Carlos y electa en el 2008 como integrante del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Socialista Obrero Español en representación de los inmigrantes, para un período de 4 años, y por seis años fue integrante de su Comité Político Nacional.
La médica mocana mantuvo vivas sus raíces dominicanas viajando varias veces al año al país, con un apartamento en Santo Domingo y vinculándose a innumerables actividades políticas y sociales. Su simpatía natural e inmensa generosidad le confirieron una extensa legión de amigos, admiradores y colaboradores en todos los ámbitos donde incidió.
Como Embajador de la República Dominicana en España me beneficié de su profunda amistad, de sus consejos y sugerencias, por lo que su sorpresiva partida deja un vacío inconmensurable que han sentido todos los integrantes de nuestra delegación diplomática y mi esposa Ada Wicovitch. Casi siempre se hizo presente en nuestras decenas de actividades con la comunidad dominicana en los últimos tres años y medio. Consternados nos solidarizamos con su querida familia y su legión de amigos, consolándonos con la convicción de que ha viajado al infinito de donde procedía y al que pertenecía.-