El éxito, en cualquier ámbito del quehacer humano, entrañaría, además de autoconfianza, firmeza, habilidad, inteligencia, disciplina e imaginación creativa, enormes sacrificios y esfuerzos descomunales.
Después de algunos intentos fallidos, muchas personas, sin desearlo, se desorientan y pierden, en cierta medida, el interés de materializar sus mejores sueños.
La desazón insoportable del fracaso, probablemente, las frustrarías y dejarías obnubiladas o como paralizadas en telarañas de confusiones y juicios a prioris.
Eso, quizás, les podría ocurrir, mucho más que poco, porque, como se habría de suponer, no aprenden del fracaso y permanecen, involuntariamente, enredadas en temores y laberintos de dudas que, a simple golpe de vista, parecerían insuperables.
Por capricho o delirio de la razón extraviada en divagaciones fútiles, preguntarían, no sin asombro, en el instante agónico de la desesperación:
¿A pesar de mis fracasos, valdría la pena seguir hacia delante?
¿Yo podría tener éxito o no?
Tales preguntas, de profunda significación dudosa, posiblemente, les impedirían la consecución de sus objetivos.
Acaso, esa habría de ser, sin más, la razón por la cual el desencanto y la angustia desgarradora se apoderarían de su ser.
No faltaría quien diga que los fracasos serían perniciosos y, sobre todo, desfavorables a los propósitos buscados.
O que tal vez por falta de optimismo, se pudiese tener, sin quererlo, la absurda creencia de que el fracaso, en sus distintas manifestaciones, habría de ser totalmente engorroso.
Sin embargo, no es así, ya que manejado correctamente, sería muy valioso estímulo para lograr, en cierto modo, metas deseadas; elegir caminos idóneos y canalizar positivamente inquietudes.
En eso, justamente, consiste el éxito del fracaso. Solamente, algunos consciente de ello, realizarían sus más acariciados sueños, no sin tropiezos, asombro, ni pavor.
El fracaso, como tal, no es si no, más o menos, la mayúscula expresión de nuestros deslices y equivocidades, que podrían sumirnos, prontamente, en las tinieblas espeluznantes de la desesperación y decepciones sin términos.
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