Hace un mes recibí la noticia más dolorosa que cambió mi vida para siempre: mi madre había fallecido. En ese instante, el mundo se volvió irreconocible. ¿Cómo seguir adelante cuando la guía que siempre nos acompañó ya no está? Una gran pérdida que desgarra el alma y lacera la piel de tanta tristeza.

Recuerdo el primer día con una mezcla de confusión: abrazos y llamadas que intentaban contener mi desmoronamiento interno, conversaciones sobre trámites y la dolorosa tarea de que había que escoger la ropa que mi mami llevaría por última vez. Nadie nos prepara para enfrentar estos momentos de tanto dolor que vienen acompañados de un sistema que parece ignorar nuestra vulnerabilidad.

En medio de este proceso, he recibido muestras de solidaridad y apoyo que han sido un salvavidas. Sin embargo, al regresar al mundo laboral: “¿ya te sientes mejor?”, me preguntaban con genuina preocupación. El vacío persistía y resulta imposible decir que te sientes bien. Y me pregunto: ¿qué sucede con aquellos que no cuentan con una red de apoyo ni recursos emocionales para lidiar con la lamentable situación?

En la Fundación Dándole Sentido a la vida, he escuchado historias de madres, esposas, hijos y familias enteras que, como yo, enfrentan el reto de vivir con la ausencia. Cada testimonio me ha mostrado que la resiliencia es posible cuando no estamos solos.

De ahí que los números en las noticias y las estadísticas cobran una dimensión humana con una nueva mirada ante la realidad que se vive más allá de quien ha perdido la vida y es el aspecto de quienes le sobreviven:

  • En 2024, un total de 3,114 personas fallecieron en accidentes de tránsito, dejando un rastro de familias rotas y sin consuelo. De estos, el 18% tenían entre 20 y 24 años, y un 13% eran menores de 19 años, quedando esos padres y madres más que desolados.
  • Los 71 feminicidios registrados en el 2024 que dejaron a 56 niños y niñas en orfandad.
  • Y ni hablar de las cifras de los desaparecidos, las muertes maternas cada año, los homicidios, suicidios, la mortalidad infantil y tantas pérdidas inesperadas que llegan de repente y afectan en lo más profundo a sus relacionados.

Detrás de cada uno existe una historia, una familia que enfrenta la ausencia de un ser querido, de la mano de un sistema que, en momentos de dolor, falla en brindar el apoyo necesario. Trámites burocráticos, permisos laborales insuficientes, servicios psicológicos inaccesibles y presiones económicas que se suman a un escenario que exige transformación.

Hoy, mi experiencia personal y las voces de quienes comparten este desafío me impulsan a proponer cambios fundamentales integrales, con la finalidad de aligerar la carga de quienes sufren ante la pérdida de un ser querido, con el firme convencimiento de que las políticas públicas deben reconocer que el duelo es un fenómeno social con implicaciones en la salud, la economía y el bienestar colectivo. Por ello, propongo:

  1. Una ventanilla única para trámites post-mortem: Un espacio centralizado con personal capacitado en atención al duelo, que simplifique todos procesos que se deben realizar en esos momentos de tanta vulnerabilidad.
  2. Licencia por duelo ampliada: Un permiso laboral remunerado de al menos 5 días ante la pérdida de familiares directos (cónyuges, padres, madres, hijos), con opciones de reincorporación flexible con teletrabajo.
  3. Red nacional de apoyo psicológico: Acceso garantizado a profesionales especializados en duelo, con cobertura para casos de pérdidas traumáticas.
  4. Capacitación en comunicación compasiva: Formación obligatoria para médicos, policías, funcionarios y todo personal que interactúa con familias que se encuentran atravesando un proceso de duelo.
  5. Educación para el duelo: Integrar contenidos sobre la pérdida y estrategias para enfrentarla en el currículo escolar, fortaleciendo una cultura de resiliencia y acompañamiento.

Estas propuestas son una inversión en la salud emocional y social de nuestra nación, con importantes repercusiones en la productividad laboral, a sabiendas que el duelo no es lineal; hay días en que puedo sonreír al recordar a mi madre y otros en que la tristeza me abruma. Pero mi experiencia y las historias compartidas me han mostrado que la resiliencia que nace de la pérdida puede convertirse en el motor de un cambio profundo. Porque, en cada lágrima, en cada abrazo de solidaridad, reside la esperanza de un mañana en el que el Estado esté verdaderamente al lado de quienes más lo necesitan.

Zoraima Cuello

Doctora en Educación

Doctorada en Educación con especialidad en Liderazgo Organizacional; con Maestrías en Transformación Digital y en Alta gerencia. Postgrado en Dirección de Operaciones. Licenciada en Contabilidad, certificada internacionalmente en programas de liderazgo y mentoría. Con más de 25 años de experiencia gerencial en los sectores público y privado. Ocupó la posición de Viceministra de Seguimiento y Coordinación Gubernamental en el Ministerio de la Presidencia, implementando el sistema nacional de atención a emergencias y seguridad (911), el programa República Digital, el sistema de seguimiento de las metas presidenciales, la estrategia de ciberseguridad, y la implementación del Centro Nacional de Ciberseguridad, entre otros. Actualmente se desempeña como Vicerrectora Ejecutiva de la Universidad del Caribe, función que conjuga con la Presidencia del Círculo de Cultura Democrática, entidad sin fines de lucro dedica al análisis y la elaboración de propuestas que impulsen el bienestar de la sociedad, fortalezcan la democracia y el desarrollo de la República Dominicana. La doctora Cuello es escritora e investigadora. Ha publicado diferentes artículos en numerosas revistas académicas y periódicos de circulación nacional. Es autora del libro 7 Riesgos de las Redes Sociales, ser Ciudadanos en un mundo tecnológico, y coautora del libro El desarrollo municipal, factor estratégico en el posicionamiento de México en los escenarios políticos y sociales del siglo XXI, entre otros.

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