Lyndon B. Johnson, el presidente norteamericano que autorizó la ocupación de nuestro país con 42 mil marines en abril de 1965, en su condición de vicepresidente de la administración Kennedy, le tocó representar a su gobierno en la ceremonia de toma de posesión como presidente de la República del profesor Juan Bosch en febrero de 1963.

Es decir, él debía saber que el hombre a cuya toma de posición había asistido en su condición de vicepresidente de los Estados Unidos era un hombre profundamente democrático y que había llegado a la Presidencia como resultado de un proceso democrático y de una contundente victoria donde obtuvo el 59.6 por ciento de los votos.

Johnson no podía ignorar eso, como tampoco podía ignorar que el profesor Bosch fue derrocado a los siete meses, y que el movimiento constitucionalista iniciado al medio día del 24 de abril de 1965 tenía por objetivo no otra cosa que no fuese retornar al gobierno a ese hombre como presidente constitucional.

Pero no. A veces los hombres se ofuscan de forma tal que ignoran de manera deliberada lo que es evidente y creen lo que quieren creer. Eso fue lo que le ocurrió a Johnson.

Asesinado el presidente John F. Kennedy en Dallas aquella mañana del 22 de noviembre de 1963, le tocó a Lyndon Johnson asumir la presidencia de Estados Unidos. Ironía de la vida. Él, que nunca fue del agrado de Kennedy, llegaba a la Presidencia a causa de su muerte. Kennedy lo había llevado como su compañero de formula no porque le agradara, sino porque lo ayudaba a ganar el voto conservador de los estados del sur. Johnson era de Texas y era conservador.

Sin embargo, y pese a su conservadurismo, en materia de política interna hizo aprobar la ley De Derechos Civiles, que prohibía la discriminación racial en establecimientos públicos, y otras leyes antidiscriminatorias, y además, impulsó muchos programas sociales.

Pero en política exterior fue un desastre, y para nosotros, muy dañino y de mala recordación.

Llevó a Estados Unidos a una intervención agresiva en Vietnam, y en la República Dominicana autorizó la intervención militar de abril de 1965. Esa intervención que ofendió la dignidad del pueblo dominicano se hizo para derrotar el movimiento constitucionalista e impedir así la vuelta al poder del profesor Juan Bosch, derrocado la madrugada del 25 de septiembre de 1963. Es decir, del presidente a cuya toma de posisión había asistido y que debía conocer muy bien de sus convicciones democráticas.

Pero no fue así. Siendo democrático el movimiento constitucionalista, fue interpretado por Johnson y sus conservadores asesores como comunista, y bajo ese argumento  llevó a cabo la invasion a nuestro pais.

Nuestra soberanía fue pisoteada por esa gran potencia como lo había sido en 1916 cuando ocuparon el país por largos ocho años.

Pero  el tiempo que pone cada cosa en su lugar, y reinvindica a quien debe reinvindicar y condena a quien debe condenar, se encargó de demostrar que el movimiento constitucionalista nada tenía de comunista. Y que  era un movimiento típicamente  democrático.

Johnson, rendido ante lo evidente, no tardó en reconocer su error y al menos tuvo el valor de escribirlo, nada menos que en sus memorias:

"No hay nada en el mundo que quiera hacer que no sea lo que creo es correcto. No siempre sé lo que es correcto. A veces acepto el juicio de otros y me extravío, como en el envío de tropas a Santo Domingo. Pero el hombre que me extravío fue Lyndon B. Johnson. Nadie más, yo hice eso. No puedo culpar a ningún maldito humano…". Más claro ni el agua

Esa admisión de culpa, para nosotros, es de significativa importancia, porque le da la razón histórica a los que señalaron que el movimiento constitucionalista era democrático, y no comunista, y que esa intervención se estaba desarrollando sobre la base de informaciones e interpretaciones completamente falsas. Peor aún, deliberadamente falsas.

De todas maneras, ese error, reconocido por el propio hombre que lo cometió, le costó al pueblo dominicano miles de muertos, la derrota del movimiento constitucionalista y la no vuelta al poder de Juan Bosch. Y como si lo anterior fuese muy poco, por ese error terminó instalado en el gobierno el doctor Joaquín Balaguer, con las secuelas terribles de los llamados gobiernos de los doce años.

¡Que costoso fue para República Dominicana ese error, el error de Lyndon B. Johnson!.

Farid Kury

Político, escritor y periodista. Ha escrito decenas de artículos en los principales diarios nacionales. Ha ocupado diversos cargos públicos. Ha sido asistente de la sindicatura de Son Pedro de Macorís (1998), Director de Prensa de la Procuraduría General de la República y de la Dirección General de Prisiones (1990), Gobernador Civil de la Provincia de Hato Mayor (1996), Candi-dato a Senador por el PLD (1998), Embajador Adscrito a la Cancillería, Encargado de Asuntos de Medio Oriente (1999-2004), Director del Departamento Cultural del Ayuntamiento de flato Mayor del Rey (20011). Asistente Asesor de los Comedores Económicos del Estado (2007), Coordi-nador Técnico de la Región Higüamo de FEDOMU (2011). en la actualidad es asesor Cultural del Senado de la República Dominicana. Es autor de varios libros: "¡Juan Bosch, ¡Entre el Exilio y el Golpe de Estado” (2000), “¡Peña Gómez, ¡Biografía para Escolares” (2003), “Francis Caamaño, ¡Una Vida” (2005), Trujillo, El Gladiador” (2006), “Juan Bosch, Memorias del Golpe” (2007), “Personajes, Triunfos y Caídas” (2008), “Minerva Mirabal, La Mariposa” (2010), “Juan Pablo Duarte, El Apóstol!' (2010), "Juan Bosch, del Exilio al Golpe de Estado" (2013), "Francis Caamaño, Entre Abril y Caracoles" (2014), lbs, de Restaurador a Tirano" (2015).

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