* El autor es investigador en comunicación y psicología
El chisme es un fenómeno comunicacional inherentemente bidireccional que desempeña un papel clave en las dinámicas sociales. Por un lado, actúa como un vehículo para compartir información, ya sea sobre eventos, personas o rumores, fortaleciendo lazos entre individuos al crear un sentido de comunidad o complicidad. Por otro lado, genera una guerra de respuestas emocionales, juicios y reinterpretaciones en quienes lo reciben, quienes a su vez lo retransmiten, añadiendo sus propias perspectivas o matices. Este intercambio dinámico no solo informa, sino que también moldea percepciones, refuerza normas sociales o incluso funciona como una herramienta de control social al señalar comportamientos “Inaceptables” dentro de un grupo.
La bidireccionalidad del chisme radica en su capacidad para ser tanto una acto de narración como una invitación a la reacción, creando un círculo continuo de comunicación que dependa de la confianza, el contexto y las intenciones de los participantes. Sin embargo, esta misma interactividad lo hace vulnerable a distorsiones, ya que cada participante aporta su propio filtro subjetivo, lo que puede desvirtuar el mensaje original.
El proceso comunicativo del chisme se distingue por su carácter performativo y su dependencia de la dinámica social.
Al transmitir un chisme, el emisor no solo comparte información, sino que también busca influir en la percepción del receptor, ya sea para generar empatía, sorpresa o desaprobación. Este arte comunicativo está profundamente influenciado por factores como el status social de los involucrados, que determinan como se recibe y se transmite la información.
Por ejemplo, un chisme compartido en un entorno de confianza puede reforzar la cohesión grupal, mientras que en un contexto competitivo puede usarse para desacreditar o marginar a alguien. Sin embargo, la falta de formalidad de esta forma de comunicación facilita la introducción de errores o exageraciones, ya que no está sujeta a las reglas de verificación de otros tipos de discurso. Esta fragilidad comunicativa, combinada con la tendencia humana de embellecer o simplificar historias contribuye al desvanecimiento del chisme, transformándolo en un discurso que puede alejarse significativamente de su origen.
A medida que el chisme pasa de boca en boca, su contenido se distorsiona, un proceso comparable al juego del “teléfono descompuesto”. Cada chismoso “narrador” influenciado por su auto memoria, emociones o intenciones, omite detalles, exagera otros o introduce elementos nuevos para hacer la historia más atractiva.
Estudios como los de Frederic Bartlett (1932) sobre la memoria serial demuestran que los discursos orales tienden a simplificarse y adaptarse a los esquemas culturales de quien los transmite, perdiendo precisión en cada interacción. Así, lo que comienza como un relato especifico puede convertirse en la versión vaga o completamente diferente, desvaneciéndose su esencia original en el proceso.
La psicología social sugiere que este fenómeno no solo es un fallo de la memoria, sino también un reflejo de cómo las personas ajustan las historias para alinearlas con sus valores, creencias o intereses, lo que hace del chisme una vía de comunicación tan fascinante como inestable.
En la era digital, este fenómeno se intensifica, y las plataformas como Facebook y X (Twitter) permiten que el chisme se propague a una velocidad sin precedentes, alcanzando audiencias globales en cuestión de minutos. Pero también esta viralidad acelera su transformación, ya que los usuarios añaden interpretaciones, memes, sarcasmos o exageraciones que diluyen el mensaje inicial.
La falta de contexto en las redes sociales, combinada con la tendencia de priorizar el impacto emocional sobre la veracidad, puede magnificar malentendidos, convirtiendo el chisme en desinformación o en un discurso completamente nuevo. Veamos este detalle: por ejemplo un comentario inocente puede convertirse en un escándalo viral si se saca de contexto o se amplifica con intenciones sensacionalistas. Este entorno digital aunque amplifica la doble vía comunicacional del chisme, también acorta su “vida útil” , ya que la saturación de información y la rápida sucesión de nuevas historias hacen que pierda relevancia casi tan rápido como se difunde.
El chisme es una herramienta comunicativa poderosa que conecta a las personas a través de un intercambio bidireccional, pero su naturaleza mutable lo obligan a transformarse con la intención siempre de dividir con la finalidad de sobrevivir ante las exigencias del día a día.
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