Las características principales de los últimos dos procesos electorales son las siguientes: el del 20 fue el final de un régimen de 16 años de duración que terminó asediado y vapuleado por una ola de protestas en su contra que duró casi tres años de sus cuatro años de gestión. El del 24 estuvo aguijoneado por una crisis sanitaria, la COVID-19, que obligó al gobierno dedicar la mitad de su tiempo en combatir ese flagelo, pero el éxito que tuvo en el manejo de la crisis provocada por ese flagelo, entre otros factores, fue determinante para tener su fulminante validación en los comicios de ese año. De hándicap, esa circunstancia se convirtió en oportunidad. En ese sentido, hasta ahora, el próximo torneo electoral parece que carecerá de esos factores altamente condicionantes que gravitaron sobre los comicios del 20 y de 24.
Aunque difícilmente un proceso electoral discurra sin elementos decididamente emocionales, sobre todo aquí y en estos tempos, tal parece que el del 28 obligará a las fuerzas en liza a recurrir a elementos menos pedestres que los usados en los dos anteriores. A pesar de todo, lo económico sigue teniendo un peso generalmente determinante frente a lo político, por lo cual el recurso al tema migratorio como eje central de las campañas de los dos principales partidos para ese proceso parece perder el peso que se avizoraba tendría. Por tanto, lo que parecía una obviedad ahora parece no serlo tanto. Lo que sí es obvio es que, los próximos comicios, a diferencia de los dos anteriores, el PRM tendrá que enfrentar una fuerza tendencialmente contendora: el partido Fuerza del Pueblo.
Vivimos la época de la lucha de las ideas, en la que el pensamiento conservador se expande sobre la base de las inconsecuencias y fracasos de modelos de sociedad excluyentes. El próximo torneo electoral se desarrollará en el contexto de esa década y las colectividades políticas, sobre todo las de mayor peso electoral, deberán tomar partido en esa lucha/debate y en ese contexto construir su relato, su explicación de la realidad y sus propuestas para enfrentarla. En el caso del PRM, este tiene dos caminos, o asume definitivamente las posiciones conservadoras, profundizando algunas ya asumidas, o toma como referencia los elementos esenciales de las posiciones que hacían del antiguo PRD un partido esencialmente progresista, su vieja alma, o asume competir con FP por cuál de los dos es más conservador, lo cual sería su muerte segura.
Por más que algunos dirigentes del PRM menosprecien lo que llamo el alma vieja del PRD, la mala conciencia de éstos, esta está presente en muchos militantes de ese partido de cierta importancia y en todos los niveles. Igualmente, en otros que gravitan en su entorno que mantienen el sueño de una sociedad con altos niveles de inclusión social, que construyó Juan Bosch en el entonces PRD, en su lucha contra los sectores oligárquicos del país, y que amplió y solidificó Peña Gómez en la resistencia al balaguerismo. Las circunstancias y errores de sus direcciones han desmovilizado a una parte importante de esos militantes, llevándolo una incómoda pasividad. Pero, en tanto sedimento, el deseo de cambio lo mantienen vivo, potencialmente es una realidad, pero rescatarlo no es una tarea fácil.
Fuerza del Pueblo, curiosamente, a pesar de venir del PLD, fundado por Bosch, carece de esa memoria histórica de lucha democrática que sí tienen algunos sectores del PRM, a pesar de todo. Y es que el PLD se despojó de los elementos básicos del pensamiento de su fundador, al asumir el pragmatismo como guía para la acción política. Además, el partido FP es esencialmente conservador en términos político/ ideológico. Esa circunstancia determinara que, como lo fue en su anterior campaña, el eje central de su lucha electoral descansará en lo que entiende son las grandes realizaciones materiales de los gobiernos de su candidato, lo mismo hará el PLD, por lo cual, en eso, básicamente, será el énfasis en que apuntará el relato/oferta lectoral de sus candidatos.
Por consiguiente, el proceso electoral del 28 apunta a ser una repetición del 24 en cuanto al recurso de campaña de los principales partidos de la oposición, porque poco tienen que ofrecer en términos de ideas, simplemente porque en realidad no las tienen y eso puede ser un hándicap para ellos. El PRM, sin embargo, tiene la ventaja de que puede intentar recuperar las viejas ideas de inclusión social forjada en sus orígenes, al tiempo de poder exhibir algunas realizaciones materiales de profundo calado, como es la intervención en la Plaza de la Bandera, potencialmente impactante en la región sur del país, eternamente olvidada a la hora de distribuir los recursos para el desarrollo regional. Pero el tiempo se le agota, la racionalidad en su manejo de lo pública es muy limitada y la subjetividad de muchos cada vez más menguada.
Por otra parte, desafortunadamente, no se vislumbra una alternativa política que rompa el círculo vicioso de un país que crece económicamente, manteniendo un sostenido empobrecimiento en los indicadores básicos del desarrollo humano. Los intentos de crearla, hasta ahora, se basan en supuestos esencialmente inútiles para producir una transformación social democrática.
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