“Nadie se muere de verdad si queda en el mundo quien respete su memoria”. Juan Bosch
Don José Alberto Mujica Cordano (don Pepe), el líder histórico y uno de los principales líderes de la llamada “izquierda revolucionaria”, acaba de dejar este mundo terrenal, luego de casi noventa años de existencia, caracterizada por sus luchas armadas como miembro del movimiento guerrillero “Túpac Amaru”, contra la dictadura cívico militar en la República Oriental del Uruguay, desde el año 1973 al 1985; por su participación en la política y en las luchas sociales; sufriendo persecución y encarcelamientos por más de trece años y severas torturas.
Fue servidor del Estado, alcanzando las posiciones de diputado, senador, ministro de Agricultura y presidente de la República.
A pesar de ser encarcelado por más de trece años en las más horribles y miserables ergástulas del Uruguay, donde se le prohibió hasta el suministro del agua de tomar, de ser torturado y sometido a trabajos forzados y esclavizantes, de haber sido alcanzado por varios disparos de armas de fuego, en su corazón nunca existió el odio, el rencor, el espíritu de venganzas ni el egoísmo; nunca claudicó, no se doblegó ni se rindió ante las vicisitudes y los golpes que la vida le proporcionó. Siempre luchó con gallardía por alcanzar su sueño, que era la liberación del Uruguay de la férrea y sanguinaria dictadura para establecer un gobierno democrático, libre y soberano.
Prácticamente el ejemplo de don Pepe Mujica es casi el mismo que el de Nelson Mandela, ambos fueron hechos prisioneros por defender con pasión y vehemencia sus nobles ideales de paz, de justicia e igualdad. Ambos, desde la cárcel, fueron electos presidentes, el primero por la República Oriental del Uruguay y el segundo, por la República del África del Sur.
Don Pepe Mujica es un paradigma y un modelo a seguir por la clase política de nuestro país y de la América Insular, pues durante su vida pública y privada fue un hombre coherente con sus principios ideológicos, éticos y morales, que siempre actuó tal como pensaba; demostrando, dando ejemplos y testimonios que al Estado se va a servir, no a servirse de él.
Demostró que se puede ocupar una posición pública sin que sus manos se vean enlodadas por el peculado o el dinero corruptor, que se pueden tomar decisiones erradas, pero que se pueden rectificar a tiempo; salió de la presidencia con la frente en alto, sin que nadie lo cuestione, sin riquezas ni nada material; que renunció a la senaduría para permitir la alternabilidad.
Demostró a todos los políticos y con su ejemplo de amor a nuestros jóvenes, su forma de actuar y recomendaciones, que en la vida hay que luchar con dignidad, ahínco, persistencia y perseverancia por un sueño, por un ideal, que aunque muchas veces este no es alcanzado, por lo menos se hizo el intento.
Además, que no se puede vivir lleno de odio, de rencor, de ilusiones, pues siempre habrán deudas que nunca se podrán cobrar; renunció a todos los privilegios y canonjías que otros jefes de Estados disfrutaron, “pues no podemos dormir y comer tranquilos, mientras millones de personas no tienen para comer un pan ni para comprar un simple medicamento”.
Siempre fue una persona austera, un ejemplo de desprendimiento y de humildad, que nunca actuó apegado a las cosas materiales, donando el 90% de sus ingresos personales para causas sociales y justas; renunció a utilizar el palacio presidencial y a los vehículos de lujo. Cuando concluyó su periodo presidencial, volvió a su pequeña finca (chacra), a cultivar lo que siempre hizo, las flores, arando la tierra con su propio tractor y conduciendo su famoso Volkswagen, modelo 1983.
Así como supo enfrentar con estoicismo y valentía su inhumano cautiverio durante tanto tiempo, sin doblegarse y sin claudicar, así también supo enfrentar, sin quejarse y sin dejar de cumplir con sus deberes y obligaciones, el cáncer maligno que lo afectaba, al que desistió de seguir siendo atendido, pero que finalmente lo venció. Paz a su alma.
¡Loor y gloria eterna para don Pepe Mujica!
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