Muchos intelectuales consideran a Dios como un tema tabú, porque temen que si reconocen su fe se piense que no están a la altura de la ciencia actual, porque podrían considerar inapropiado el discurso religioso que se ha mantenido sin adaptaciones por más de veinte siglos. Pero sin considerar lo divino, no podemos entender nuestra historia, cultura, ni incluso nuestras propias vidas.
La Fe puede ser de vital importancia a la hora de analizar la vida de una persona, aunque es preciso establecer que la concepción que las personas tienen sobre Dios puede ser muy diversa, incluso en un mismo grupo religioso. Vamos a analizarlo y podrás determinar cuál es tu posición personal.
En un primer nivel, habría que señalar aquellos, a quienes Dios les importa poco, se sienten a gusto con la vida que tienen y simplemente se ocuparán de pasarla bien. Ante las manifestaciones religiosas exhiben una burla discreta, acomodándose a una vida superficial. Pero cuando se produce un cambio lamentable en sus vidas, podrían tornarse muy religiosos.
En segundo nivel, podríamos señalar los ateos (Dios no existe) o los agnósticos (si existe o no, no puedo saberlo). En esta clasificación pueden aparecer personas con una nobleza y empatía que supera a muchos religiosos, y si examinamos esas personas, suelen tener valores que elevan a “nivel dios”, como: la familia, la patria, su trabajo, su tierra, la verdad, la filantropía, la humanidad, la naturaleza, etc. Otros simplemente muestran actitud de rebeldía, a veces por conflictos parentales o por otros tipos de rechazo a los sistemas establecidos, estos son los que rezan como nadie cuando el avión comienza a fallar.
En tercer nivel, existen los que creen en Dios, pero entienden que es una fuerza mágica y un tanto maligna, que carece de inteligencia, por lo que ellos con hierbas, rituales, incienso, palabras especiales, objetos sagrados cargados de poder, imágenes de entidades espirituales, libros sagrados u otros recursos pueden dominarlo a su antojo. Estas persona se creen más sabias que Dios y consideran tener la habilidad para manejarlo, pero a la vez le temen por entender que tiene mucho poder. Paradójicamente, el ignorante suele creerse sabio.
En cuarto nivel, tenemos a los que entienden que la fuerza de Dios radica en su representación terrenal, templos majestuosos, lugares impresionantes, grandes conglomerados de personas, instituciones poderosas, tradiciones ancestrales. Estos creen mucho en la jerarquía, en las políticas internas de las agrupaciones, en el valor absoluto del cumplimiento sin cuestionar, los valores de referencia son lo que diga la mayoría y consideran los cuestionamientos a lo establecido como ofensivos. Visualizan a Dios como un ser débil y necesitado, a quien le están haciendo un favor. Apoyan su confianza y esperanza sobre los hombros de la comunidad a la que pertenecen. La relación con Dios usualmente sólo se manifiesta cuando otras personas los están mirando. Este tipo de relación es muy frecuente, son devotos cuando están congregados y rara vez se acuerdan de Dios cuando están solos.
En quinto nivel, están los que están conscientes de la grandeza de Dios y aunque reconocen sus deficiencias, también creen en la disposición de Dios para aceptarlos. Estos consideran que, aunque no puedan conocer los detalles del plan divino, manteniéndose lo más cerca posible del Camino, pueden evitar extraviarse. Podrían ser confundidos con los del grupo anterior, pero cuando vienen las crisis se reconocen con facilidad, porque son los que se crecen y pueden impulsar a los que titubean.
En sexto nivel se encuentran los que se identifican con el conocimiento de Dios, intentan transformar las palabras en vida, son muy coherentes, suelen ser atacados por temor y por incomprensión, ya que los demás dudan que sean reales. Es difícil hacerlos traicionar sus valores o su fe. Estos reconocen la omnipotencia, omnisciencia y eternidad de Dios, en vez de convencer a Dios de que haga lo que quieren, intentan adaptarse a lo que consideran su voluntad y suelen ejercer liderazgo espiritual.
En séptimo nivel, tenemos el “Dios hecho carne”, lo que en las religiones o movimientos espirituales llaman la iluminación. El cristianismo tiene en Jesucristo la máxima representación de esta realidad, identificado de forma plena con Dios, habiendo dicho “quién me ve a mí ha visto al Padre” y aunque dijo que sus seguidores serían como él por el poder o influencia del Espíritu Santo, la mayoría de los cristianos no lo cree posible. Ante este nivel de espiritualidad, la religión, los gobiernos y todo el planeta, viene a ser como un área de juego o campo de entrenamiento, y Dios no es concebido como el Dios de un grupo, sino el Dios de todos y de todo el Universo. Estas personas no son “más buenas” que las anteriores, simplemente han llegado a descubrir la razón suprema de todo lo que existe y el proceso que han estado viviendo es el sentido de la vida humana.
¿Y tú? ¿Con qué nivel te identificas?
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