Al cumplirse el primer año de la toma de posesión de la presidenta de México Claudia Sheinbaum, conviene recordar que el jefe del Estado español Felipe VI no fue invitado ante la negativa de pedir disculpas por "las atrocidades realizadas en la conquista".

En febrero del presente año, Claudia Sheinbaum reiteró el pedido a España de que se “disculpe por abusos durante la Conquista, en el marco de los 500 años de la muerte de Cuauhtémoc, el último monarca de los aztecas”. Este reclamo fue originalmente solicitado por el expresidente Andrés Manuel López Obrador en 2019.

Sin embargo, con respecto a México, la cuestión histórica relativa a la conquista española fue resuelta hace tiempo por algunos de los más lúcidos intelectuales y diplomáticos mexicanos – como Octavio Paz y Carlos Fuentes – por lo que insistir sobre ese tema parece hoy una estrategia de comunicación orientada a conectar con sensibilidades populares. Se trata, en efecto, de la instrumentalización política de un asunto ya agotado, utilizado para movilizar emociones entre nuevas generaciones de votantes de origen indígena.

La cancillería mexicana ha contado con una tradición notable de brillantes intelectuales, escritores y diplomáticos: Octavio Paz, Carlos Fuentes, Alfonso Reyes, José Gorostiza, Gilberto Bosques Saldívar, Rosario Castellanos, Jesús Silva Herzog, – a quien tuve el privilegio de conocer en 1992 en Madrid – entre otros.

Fue Octavio Paz quien, con esa fina ironía que le caracterizaba, expresó en la ocasión lo siguiente:

Imaginemos por un instante que no son los españoles los que desembarcan en la playa de Veracruz una mañana de 1519, sino que son los aztecas los que llegan a la bahía de Cádiz. Axayácate, el capitán tenocha, rápidamente se da cuenta de las disensiones que dividen a los andaluces: se entrevista en secreto con el conde Don Subrán y se alía con él; seduce a su hija, Florinda la Cava, la convierte en su barragana y en su agente diplomático.

Tras una serie de maniobras audaces y de combates, conquista Jerez, Sevilla y otras ciudades; los jefes aztecas ordenan la demolición de las catedrales y levantan sobre ellas majestuosas pirámides; se sacrifica a los guerreros españoles vencidos (así se les diviniza) y se distribuyen sus mujeres entre los conquistadores; sobre las ruinas de Sevilla se funda Aztlán, la nueva capital de Bética; los sacerdotes aztecas convierten a la población indígena al culto de Huitzilopochtli y de su madre, la virgen Coatlicue.

Se pacifica el país y se establece la dominación que dura varios siglos; finalmente, a través de la acción combinada del tiempo, el mestizaje, y la indoctrinación nace una nueva sociedad – “azteca y bética, rayada de morisca” – como diría siglos después en el más puro náhuatl, uno de sus poetas.

Hoy quinientos años más tarde, la denuncia del genocidio azteca se ha convertido en un lugar común de los creadores e ideólogos de Aztlán.

Y así continuó Octavio Paz sobre el tema hasta concluir que, “idealizar a los vencidos no es menos falaz que idolatrar a los vencedores, unos y otros esperan de nosotros comprensión, simpatía y digamos la palabra, piedad”.

Carlos Fuentes, por su parte, en su ensayo El espejo enterrado (1992), analiza el proceso de la colonización española no solo como conquista y sometimiento, sino también como el origen contrapuesto de la identidad latinoamericana, abordó el tema de la colonización española con gran profundidad, tratando de comprender el encuentro entre dos mundos como un complejo fenómeno de singular contradicción.

La visión de Carlos Fuentes fue crítica, humanista y profundamente latinoamericana, “La conquista no fue solo una tragedia. Fue también el nacimiento de una nueva civilización mestiza, violenta en su origen, pero fecunda en su devenir.” “España nos conquistó, sí, pero también nos dio el idioma con el que podemos decir no a la conquista.”

En definitiva, a partir de esa narrativa desde el poder con apariencia de reivindicación histórica tardía, subyace una finalidad autocalmante dirigida al hombre masa, del cual hablaba Ortega y Gasset. El discurso político latinoamericano continúa en su vacuidad cediendo terreno al entretenimiento y el espectáculo, aunque siempre nos quedará, no solo París, también la academia para la real reivindicación, pues, tal y como el propio Carlos Fuentes señaló: “Cuando el poder pierde el lenguaje, la inteligencia lo recupera”.

José Luis Hernández Cedeño

Abogado

José Luis Hernández Cedeño, abogado y consultor, ha ejercido por más de 25 años en el área jurídica, derecho ambiental, sociedad civil y derechos humanos. Consultor a gobierno y organismos internacionales, fue asistente jurisdiccional II en el Tribunal Constitucional desde 2019 a 2025.

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