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Las perreras de los 12-años.

Hay recuerdos que se resisten a morir, cicatrices que no desaparecen con el tiempo. En los años de Balaguer, la identidad no era solo un documento, era un escudo. Si no lo llevabas encima, el destino dependía del humor del poder.

Primero, una galleta, un empujón. Quizás te dejaban ir con una advertencia. O quizá no. La violencia de Estado no pedía permiso, solo ejecutaba. Un gobierno con hambre de orden a cualquier precio.

Ahora veo lo que hacen con los haitianos. Documentados o no, basta que no tengan el papel encima para que los monten en una camiona, sin preguntas, sin excepciones. Es el eco de esos años que muchos quieren olvidar.

No es nostalgia, es memoria. Olvidar es peligroso porque el pasado siempre encuentra formas de regresar.

La historia no se repite, pero rima. ¿Qué tan lejos estamos de que esos vientos vuelvan? ¿Cuánto falta para que la impunidad tome fuerza otra vez?

No es solo política. Es humanidad. Es dignidad. Si el miedo es política de Estado, ¿quiénes serán los próximos en la lista?

Recordar no es un capricho, es una obligación. Un pueblo que no aprende de su pasado está condenado a revivirlo.

Etzel Báez

Gestor cultural

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