Mañana cumple cuatro meses de que partió hacia los brazos del Señor mi amiga del alma Doña Yuni. No hay un solo día en que no la tenga presente; añoro sus llamadas diarias, sus comentarios, su cariño y su apoyo incondicional.

Sus hijas se han ocupado de mantenerla junto a mí diariamente con sus mensajes, sus llamadas y también con un cariño inmenso.

Alfonsina cada día me envía unas meditaciones y unas oraciones que me confortan temprano en la mañana.

En estos días me envió una en la que un pastor hace unas reflexiones muy interesantes, hablaba sobre el diálogo entre un águila y una madre: el águila le decía a la madre, cuando ésta le dijo que tenía miedo de cómo criar al niño que llevaba en sus entrañas, que sus hijos nacían en un nido lleno de plumas, pero que cuando habían crecido le retiraba las plumas y quedaban sobre las espinas con que se había construido ese nido. La madre se sorprendió sobre esa crueldad. El ave le dijo que hacía esto para que aprendieran a vivir, a superar los momentos difíciles. Que ella al poco tiempo sacaba a sus pichones del nido y los echaba a volar, que caían al vacío, pero ella los rescataba y los volvía a tirar cuantas veces fuera necesario hasta que pudieran volar solos y dejar para siempre el nido.

Si tomamos como ejemplo esta lección, tendríamos una actitud diferente en la crianza de los hijos. Si le damos todo cuanto necesitan, no les estamos haciendo un favor, al contrario, nos estamos haciendo imprescindibles en su desenvolvimiento en la vida y no les estamos ayudando a crecer.

Para saber si la crianza de nuestros hijos ha sido eficaz, solo tenemos que ver hasta donde han llegado y si han volado alto, pero si aún adultos siguen bajo el amparo de nuestras alas, de seguro no hemos hecho un buen trabajo.

Darle todo a los hijos y resolverle todos los problemas, no es motivo de orgullo, podemos dejarles grandes herencias, pero si solo han aprendido a vivir de la administración que hacían sus padres, difícilmente sobrevivirán porque no aprendieron lo más importante, valerse por sí mismos.

Cuando decidí escribir este artículo fue porque leí en algún sitio una entrevista del actor Ben Aflleck. En una oportunidad su hijo de trece años le pidió que le comprara unos tenis que costaban cinco mil pesos, él consideró que eran muy caros y le dijo que no, su hijo le dijo que ellos eran ricos, (sus padres), le dijo que sí, pero que él estaba en la ruina, que trabajara cortando césped y ahorrara para comprarse las cosas que quisiera.

A un gran empresario español muy amigo de la familia, cuando su hija se graduó en la universidad le pregunté si iba a trabajar en sus empresas, me dijo que no, que comenzara en otro lado para que supiera lo que es estar en un lugar en que no se creyera la dueña, que pasara trabajo, que cumpliera con un horario. Al cabo de unos años, dirige la empresa familiar.

Otra vivencia que tengo es de unos empresarios que comenzaron su negocio en su casa. Habilitaron el área de la terraza para hacer la oficina, cuando la hija muy joven comenzó a trabajar, siendo estudiante universitaria, su papá le dijo que tenía que comprar un aire acondicionado con su primer sueldo para esa oficina, su madre dijo que ellos no necesitaban eso, el padre dijo que sí, que tenían que enseñarle la responsabilidad de cooperar. Hoy está en una importante empresa ocupando un gran cargo.

Recuerdo como mis hijos tuvieron responsabilidades asignadas dentro del hogar. Una vez mi hijo mayor tenía un concierto en el Teatro Nacional, dos compañeros de la sinfónica lo pasaron a recoger, vestido con el frac y en presencia de sus compañeros cuando se iba le pregunté si había sacado la basura, se devolvió a buscarla, sus amigos solo se miraron, creo que esas pequeñas cosas lo han ayudado a volar alto.

Mi hijo menor era quien fregaba la loza y lavaba los baños. El cuerpo hoy en día no le pesa para trabajar. Ha volado también alto. Alguien me contó en una oportunidad que siempre era el primero que llegaba a su trabajo y que siendo gerente no le importaba arreglar la greca y poner el café.

Cuando veo que los empleados que están bajo sus mandos les traen presentes de cualquier lugar a donde vayan, ya sea en el país o fuera de él, no para ganar puntos, sino cargados de cariño, me certifican que por lo menos, lo hice bien.

Es importante hacerles pisar la tierra, no importa si se tienen recursos, es bueno que sepan que hay límites en el pedir y que lo que quieran conseguir deben de ganárselo. Solo así podrán valorar las cosas y saber que todo se consigue con esfuerzo.

Me siento muy orgullosa de la crianza que le están dando a mis nietos. El mayor de catorce años es el encargado de preparar el desayuno para él y sus padres, debe sacar la basura todos los días, fregar la loza y mantener su habitación impecable.

Nos debemos sentir orgullosos cuando nuestros hijos han sido capaces de crecer por sí solos.

Elsa Guzmán Rincón

Bibliotecóloga

Maestra y Bibliotecóloga, retirada.

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