El tonel de las Danaides es la frase que personifica la gestión improductiva. En la mitología griega, 50 Danaides, hijas del rey Dánao, culpables de asesinar sus esposos en la noche de bodas, fueron condenadas a los infiernos con el castigo de llenar un barril o tonel sin fondo.

Las Danaides, son figuras trágicas de la mitología griega. Su historia, marcada por la violencia y la traición, se desarrolla en el contexto de un conflicto familiar que las llevó a una huida desesperada hacia Argos, Grecia. Danao, enfrentado a un conflicto con su hermano, decidió huir con sus hijas hacia la ciudad de Argos en Grecia. Sin embargo, este traslado no resolvía sus problemas, ya que los cincuenta hijos de Egipto las persiguieron con la intención de reclamarlas como esposas.
En la noche de bodas se ejectua el acto traicionero ante la insistencia de los pretendientes, Danao accedió a que sus hijas se casaran con los hijos de Egipto. No obstante, en una muestra de astucia y rebeldía, les entregó a cada una de las Danaides una daga, instándolas a asesinar a sus esposos durante la noche de bodas. Hypermnestra, una de las Danaides, se negó a seguir las órdenes de su padre. Enamorada de su esposo Linceo, optó por la lealtad y la compasión, evitando su muerte. Esta decisión, aunque motivada por el amor, desencadenó una serie de eventos que marcarían el destino de las Danaides.
El destino de las Danaides y de los hijos de Egipto tiene el tratamiento trágico de un presagio importante. La rivalidad entre sus padres, hermanos gemelos, cuya condición determinaba igualdad, aunque ignoraron la raíz central. Poseídos por la ambición, rencor, venganza y odio dejaron una descendencia de castigo perpetuo.
Esta mitología simboliza las labores perpetuas de ineficiencia. Esas que nunca logran alcanzar lo deseado. Sea por una sumatoria inexcusable de incompetencias intelectuales, mala suerte, inadecuadas asesorías o simplemente por mentes genéticamente dañadas de fábrica.
Derrumbado el muro de Berlín, decidimos regresar de nuestro periplo por el mundo e insertarnos al universo científico de PUCMM, desde donde originalmente proveníamos, por nuestros grados profesionales y honores académicos. Monseñor Agripino Núñez asumió el compromiso acordado con mi padre de “ayudar a los muchachos, pues al fin regresaban de sus mitologías socialistas”.
Así fue. Se nos encomendó facilitar la edificación de la base popular donde posteriormente fructificaría un proyecto que presentamos como universidad, a la Fundación Kellogg. Las juntas de vecinos de 45 barrios fueron incluidas. Barrio a barrio, caminamos sin celulares, ni tabletas georreferenciadas, por comunidades bautizadas con mucho encanto popular.
Amansa Tígueres, Cañada del Diablo, Vietnam, Pekín, Corea y Barrio Obrero, eran designaciones que coincidían con otras tradicionales como Cristo Rey, Los Jazmines y Arroyo Hondo, entre decenas de comunidades. Profesores y amigos pensaban que, como expiación, La Iglesia y la rectoría de PUCMM, nos habían entregado el tonel de las Danaides, para que nos entretuviéramos por mucho tiempo, echándole agua a ese barril sin fondo.
No fue así, pues para sorpresa de muchos, el proyecto fue presentado en Battle Creek, Michigan EUA y en Sao Pablo, Brasil, sedes de las oficinas de la Fundación Kellogg, siendo aprobado exitosamente.
Pocos advirtieron que, en capacitaciones de Naciones Unidas en Centroamérica que habíamos recibido, se ensañaba la metodología de negociación de Harvard. El ganar-ganar, la cohesión y el capital social eran el pan nuestro de cada clase metodológica. El tener de cerca a los amigos y mucho más a los adversarios, estaba de moda, mucho antes que Robert Greene escribiera sus 48 Leyes del Poder. Emplee muchas de estas habilidades para que universidad, comunidad y servicios del gobierno, concurrieran efectivamente en la populosa zona sur.
De la noche a la mañana, el proyecto se convirtió en éxito rotundo. Fue premiado por BID, como modelo en América, lo pueden buscar en la base de datos INDES-BID. Atrajo presidentes de la República, ministros, obispos, políticos y asociaciones empresariales, quienes se sorprendían, al ver los mismos dirigentes populares, exponer bondades y acciones efectivas del proyecto que habíamos desde cero, construido juntos.
Hoy, muchos sectores productivos de Santiago y la nación, debieran concentrarse en proyectos de desarrollo local. Que incluyan el nuevo liderazgo de esta tercera y cuarta década del siglo XXI. Que los atraiga con iniciativas generadoras del nuevo capital social que surgirá sobre esta modernidad de tecnología deshumanizada por la que transita hoy, cada comunidad, ciudad y nación del mundo.
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