¿Qué es eso que llaman “comunidad internacional”? ¿Con qué se come eso? ¿Eso sirve para algo, que no sea simplemente para adornar notas de prensa? ¿Quién lo inventó? ¿Qué problema ha resuelto en alguna parte del mundo? ¿No se referirán en realidad a alguna superpotencia y sus países subordinados? ¿Quiénes la integran y dónde tiene su oficina? (Hasta ahora nadie ha podido responder convincentemente estas preguntas. La razón es muy simple: está más que demostrado que esa vaina no existe. Solo sirve para que los políticos de cualquier país evadan el deber de actuar en defensa propia, sin pedir permiso, en cualquier país ingobernable).
Soy periodista con licenciatura, maestría y doctorado en unos 17 periódicos de México y Santo Domingo, buen sonero e hijo adoptivo de Toña la Negra. He sido delivery de panadería y farmacia, panadero, vendedor de friquitaquis en el Quisqueya, peón de Obras Públicas, torturador especializado en recitar a Buesa, fabricante clandestino de crema envejeciente y vendedor de libros que nadie compró. Amo a las mujeres de Goya y Cezanne. Cuento granitos de arena sin acelerarme con los espejismos y guardo las vías de un ferrocarril imaginario que siempre está por partir. Soy un soñador incurable.