Comunicar sirve para que nos entendamos y logremos propósitos, pero también sirve para dañar. Por eso, aunque había prometido escribir sobre otro tema, un caso que merece repudio colectivo me obliga a cumplir con un deber.

Me refiero a un hecho desgarrador que han convertido en espectáculo. Trato sobre un aberrante acto de violación grupal en Villa González, el más reciente entretenimiento en redes sociales y hasta en medios tradicionales.

¿Qué nos está pasando? ¿Hasta dónde se pretende que lleguemos en esta carrera por demostrar “quién daña más”? Según ha trascendido, uno de los agresores -quizás queriendo exhibir su trofeo- fue quien inició la difusión de un video en el que registraron su desvergüenza.

Lo terrible es que, como si aquello no fuera demasiado, desde gente que no sabe lo que hace hasta medios que deberían actuar como si lo supieran se han encargado de “darle pa´llá”. Todo con tal de “aprovechar las facilidades que nos ofrece la modernidad”.

Así de cruda es la realidad que fomentan con contenidos digitales en nuestra sociedad. Lo de Villa González, lejos de ser un hecho aislado, refleja un problema sistémico que exige una profunda reflexión sobre el uso de la comunicación y su incidencia en el devenir de la sociedad.

El video, compartido sin miramientos en plataformas digitales, no solo expuso la vulnerabilidad de la víctima a una humillación pública, sino que también evidenció la falta de responsabilidad en el manejo de la información.

Claro está que mucha gente lo hace sin conocimiento y sin medir consecuencias. Lo hace “para estar en la cosa” y lo hace sin ni siquiera caer en la cuenta de que termina siendo víctima. La pena es que muchas veces esa gente termina aprendiendo cuando la realidad le toca muy de cerca y cuando ya no hay remedio.

Pero también hay gente que se dedica a “sacarle partido” a la sobreexposición que dan las pantallas y a la inmediatez -y hasta a la sensación de grandeza- que ofrecen las redes sociales. Y también hay gente muy perversa que lo hace sabiendo que ese uso irresponsable termina generando estrés, ansiedad, depresión y hasta muerte.

Esa espectacularidad inducida con que nos distraen de lo esencial tiene objetivos muy claros, y la gente que está detrás de ello no escatima medios para lograrlos. Por eso, para esa gente no importa el sufrimiento de la víctima ni el de sus familiares y amigos. ¿Harían igual si se tratara de su hija, de su hermana o de su madre?

Y lo más terrible es que esa gente encuentra apoyo en quienes de manera ingenua ayudan a difundir mensajes que se convierten en una segunda agresión. Eso es lo que se logra con la exposición mediática que se suma al abuso físico sufrido.

Esa gente se aprovecha de quienes no han encontrado explicación clara, pero “sienten un saborcito” que provoca la viralidad, y “le dan pa´llá”. A esa gente le alcanza y le sobra desfachatez para enmascarar irresponsabilidad, manipulación y perversidad con inocentes que buscan relevancia a cualquier costo, sin considerar las implicaciones éticas.

El caso de Villa González debe servir para que recordemos la importancia de comprender el verdadero significado de "comunicar". Aunque para muchos la comunicación es simple transmisión de información, lo real es que con ella se crea, mantiene y enriquece -o empobrece y hasta aniquila- la vida social.

Ojalá que el caso de Villa González sirva para contrarrestar este deterioro de los valores y el uso irresponsable de la comunicación. Ojalá que atinemos a promover acciones que sitúen la comunicación al servicio de la sociedad.

Eso serviría para que asumamos la comunicación como un proceso social complejo, un proceso que se enriquece con la horizontalidad del diálogo, que tiene relación directa con la construcción simbólica de la realidad.

Teniendo como punto de partida el caso de Villa González y su gestión comunicacional, en nuestras manos queda -en la tuya y la mía- que con nuestra exposición a contenidos y la gestión de los mismos contribuyamos a tirar todo por la borda o a construir la sociedad que merecemos y aspiramos.

Néstor Estévez

Comunicador

Agrega valor desde la comunicación como maestro de ceremonias, consultor, voz orientadora en diversos formatos, capacitando en habilidades comunicacionales y como animador sociocultural. Cuenta con dos licenciaturas (Comunicación y Educación), dos maestrías (Diplomacia y Derecho Internacional, y Dirección y Gestión Pública Local, con énfasis en Proyectos de Desarrollo Local), así como con formación en otras áreas del saber.

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