Aquí de nuevo. Arrancamos confiados en que acompañados el recorrido se hace más corto y ameno. ¿A dónde vamos? A conocer el camino que nos enseña Jesús y saber a dónde nos lleva: Fraternidad Solidaria y Vida.
Cada persona tiene una historia; ha vivido hechos concretos y adquiere un saber que compartido nos ayuda a aprovechar más el tiempo para vivir. Pues, si puedo aprender, en un momento, algo que otro ha tenido que pasar varios años para descubrirlo, para mí, es una bendición aprenderlo en poco tiempo; en un ratico.
Aunque la gente dice que “nadie aprende en cabeza ajena”; es cierto. Pero aquí es algo diferente porque lo que queremos es interiorizar valores, que trascienden lo individual. Los valores son parte del Nosotros y ahí es que se hace presente el Reino de Dios. En el Nosotros lo mío es tuyo y lo tuyo mío.
La yoicidad nos distancia y genera acumulación, violencia, corrupción, injusticias… Nuestra identidad personal se complementa y fortalece con las relaciones con el Otro, con la Naturaleza y con el Ser Trascendente.
Nos necesitamos mutuamente. Tú sin mí y yo sin ti: qué?. Aprendemos en la vida/relación.
El Nosotros nunca actuará en contra de ti, ni de mí. ¡No somos locos.! Lo Nuestro es tuyo y es mío a la vez. Ese es el camino enseñado por Jesús: … “Al otro como a mí.,” hace presente el Nosotros; aquí está la brújula que nos mantiene en el Camino de Jesús para hacerlo mío y actuar desde mí con certeza de lo que hago y nos beneficiamos todos y todas: Actuar como Nosotros, es hacer presente la Fraternidad Solidaria Y Vida.
Cada persona es libre y tiene su estilo de vida propio; pero nadie es dueño absoluto de los valores que fortalecen nuestra vida. En ese sentido, el compartir nuestra experiencia personal nos enriquece porque no vamos a dar manotazos al aire…, sino que vamos a caminar con los pies en la tierra, sabiendo lo que hacemos y por qué lo hacemos.
Compartir la experiencia del Dios de Vida, el Padre de Jesús, vivida a nivel personal con las limitaciones propias de la humanidad, nos complementa porque no lo sabemos todo y el compartir dignifica, satisface, engrandece, enseña al otro y uno aprende cuando comparte.
La experiencia de Dios abre el horizonte a la persona hasta donde yo quiera llegar; pues Yo y Nosotros somos quienes le ponemos límite a Dios, al Ser Trascendente… Hasta donde yo llegue…, otros pueden continuar. Si somos fieles y creativos a lo que Dios quiere con nosotros nunca nos estancaremos; siempre creceremos porque Dios es insondable. Infinito…
Teniendo presente que el Nosotros tiene como base la persona, quien puede centrarse en sí; pero también, esa misma persona, es generadora de comunidad, más aún, sin el yo y el tú no hay comunidad. La validez del yo y del tú es sellada por los hechos, que dan identidad al Yo, al Tú y al Nosotros… Estos hechos son expresiones libres, que las aprendemos caminando por el Camino que nos enseña Jesús: de Fraternidad Solidaria y Vida.
La sabiduría popular nos enseña que “cada cabeza es un mundo”; viendo que cada uno jala para su propio beneficio; pero en la medida que nos ajustemos a mantener unas relaciones con el Ser Trascendente, con el Otro y con la Naturaleza, ajustadas a lo que Él nos propone: “al otro como a mí”, respetaremos la diversidad que nos encontramos en la vida y seremos capaces de vivir en una sociedad diversificada, múltiple, que nos beneficia a Todos y Todas. La diversidad nos enriquece. El unilateralismo nos limita y se adueña de lo que nos pertenece…
A veces, nos conformamos con vivir recordando “citando a personajes”, que han hecho grandes aportes a la humanidad y seguimos beneficiándonos de esos aportes y la ciencia los ha seguido profundizando y ampliando hasta llegar a hacernos técnicos especialistas descarnados; nos quedamos con las ideas y seguimos transmitiéndolas, y son efectivas, convincentes a nivel personal porque esas ideas tienen como base un “deseo” de ser Más; pero a nivel comunitario, esas ideas, al ser discernidas sin un “deseo común”, no asumidas por nuestra actitud, nos convertimos en “campana que suena” mantenemos el discurso y no el comportamiento; y cuando se llega a institucionalizar el discurso sin el comportamiento de ese deseo común, nos estancamos; se detiene el crecimiento personal y comunitario. Somos muertos en vida. Esta muerte se expresa en la carencia de personal para mantener la vitalidad creciente de los grupos humanos de Vida Consagrada, Religiosos/as y de las Instituciones Públicas y Privadas, porque la identidad personal y comunitaria necesariamente depende de una Espiritualidad Personalizada y la hemos convertido en Yoicidad, que nos da propiedad privada y seguridad… Nos amarra. No crecemos.
El desafío que tenemos por delante los grupos humanos de Vida Consagrada y las Instituciones de la Sociedad Civil, Públicas y Privadas, es que tengamos la suficiente humildad de reconocer nuestras carencias de valores en la “Opción Vital”, personal y comunitaria, y ser capaces de reaccionar con “valentía evangélica” guiados por el Espíritu que nos acompaña en el “Camino de Fraternidad Solidaria y Vida” y mantengamos el deseo común de: Valores y Comportamiento, que generan compartir, entendimiento mutuo, paz, armonía, convivencia, cultura de paz, El Buen Vivir.
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