La universidad como conservadora y transformadora de la sociedad y la cultura
La universidad contemporánea y su misión social se enmarcan, pues, en el contexto contradictorio de una sociedad que demanda un profesional para sostener y reproducir el orden social vigente y la necesidad de una conciencia crítica que conduzca a la formación integral de individuos capaces de transformar de manera permanente este mismo orden social.
Para el cumplimiento de su misión de formar profesionales con esa visión integral, la universidad está obligada a propiciar un encuentro entre las distintas ramas del hacer y el pensar del ser humano, que conlleve a la superación de esa contradicción del contexto social. Para ello, debe formar ingenieros, médicos, tecnólogos, científicos, etc., que sin dejar de ser lo que son, estén más cerca del quehacer de las ciencias sociales y las humanidades y, por otra parte, debe formar sociólogos, economistas, filósofos, lingüistas, pedagogos, psicólogos, comunicadores, etc., que estén más cerca del quehacer de las áreas tecnológicas y de las ciencias naturales. ¿Cómo lograr esto último?
Desde luego que sería incorrecto reducir de los pensa de las diferentes carreras tecnológicas y de ciencias naturales las asignaturas formativas en estas áreas específicas para reemplazarlas por asignaturas de sociales y humanidades, o adicionar más cursos de sociales y humanidades a los programas de esas carreras. Tampoco sería pertinente hacer lo inverso, esto es, reducir en las carreras de sociales y humanidades las asignaturas específicas de estas áreas para incorporar más materias técnicas y de ciencias naturales o aumentar las que ya existen. Hacer eso sería profundizar la separación artificial que ya existe entre los diferentes campos del hacer y el pensar humano. Seria desconocer la integralidad y complejidad de la sobrenaturaleza que el ser humano se ha construido como hábitat y la unidad indisoluble de esta con la naturaleza.
El error fundamental al enfocar la relación de las ciencias naturales y la tecnología con las sociales y la humanidades radica en creer que la actividad del ingeniero, del tecnólogo, del médico, etc., es un asunto puramente técnico, que está muy lejos de lo que son las relaciones sociales y humanas, cuando en realidad, la técnica en sí misma es un fenómeno socio humano y todo lo que hacen los profesionales que trabajan en contacto directo con ella no es otra cosa que la elaboración de vínculos entre la naturaleza y la sobrenaturaleza humana.
La distorsión de esta realidad se presenta cuando lo técnico y por consiguiente la labor del técnico, que no es más que una mediación, se convierte en un fin en sí mismo y se olvidan los fines humanos que subyacen detrás y al final de toda acción técnica de los individuos . Todo lo que los técnicos y los profesionales de las ciencias naturales hacen tiene indiscutible repercusión humana y social, favorable o desfavorable, a corto o a largo plazo, directa o indirectamente y por consiguiente, toda su actividad encierra una sociología, una axiología, una ideología, una economía, una política, una psicología, una antropología, una ética, etc.
No hay entonces que sacar a aquellos de su actividad científica o técnica para atiborrarlos de aburridas abstracciones cuyos vínculos con la realidad del científico o el técnico casi nunca se ven y en ocasiones, ni el mismo académico que las enseña suele ver y comprender. Las ciencias sociales y las humanidades que se enseñan al técnico, al ingeniero, al médico, al químico, al físico, al biólogo, etc., tienen que ser desentrañadas de la misma actividad que estos profesionales realizan. Indagando, precisamente, en toda la cadena de relaciones humanas y sociales en las que ellos incurren para construir, aplicar y divulgar los conocimientos y otros resultados de su quehacer científico, tecnológico y profesional en general.
Al desvelar todos los nexos con lo social y lo humano que productos científicos o tecnológicos como una nueva teoría, un puente, un automóvil, una planta eléctrica, una presa hidroeléctrica, un edificio, un canal de regadío, una carretera, la computadora, la Internet, las redes sociales, etc., establecen; al evidenciar todo su impacto en el medio ambiente, en la calidad de la vida humana, en la dinámica de la sociedad y sus instituciones y los grupos, en su mentalidad y en la cultura en general, se está haciendo y enseñando ciencias sociales y humanidades al propio técnico o científico y se está con ello fomentando su formación integral.
Un tecnólogo con una compresión de todos los nexos señalados tendría la criticidad que la universidad debe fomentar en los profesionales de estas áreas que produce. Lo mismo es válido, si bien a través de otros ejemplos, para los médicos, para los profesionales de la ciencias naturales, etc.
Claro, para poder hacer lo anterior, el profesional de las ciencias sociales y las humanidades, como ya se ha dicho, debe acercarse más a los procesos técnicos y científicos, debe aproximarse al estudio de la técnica y las ciencias desde posiciones sociales y humanísticas; debe, en fin, convertir a la técnica (tecnología) y a la ciencia en objeto de estudio de las ciencias sociales y de las humanidades.
Esa aproximación y enseñanza multidisciplinarias de la técnica y la ciencia, pondría a la universidad dominicana en condiciones de graduar profesionales con la formación integral y la conciencia crítica que requiere una sociedad que merece ser superada a partir de su propia dinámica y en la dirección de los mejore valores e intereses de la humanidad.
Hasta ahora, se puede asegurar que la universidad de nuestro país ha fracasado en esta tarea, a pesar de que en las distintas filosofías que sirven de marco a muchas de las instituciones de educación superior se plantea la necesidad de crear profesionales con capacidad crítica y con una formación integral que les permita comprender los procesos del contexto social y cultural en el cual se desenvuelven.
En la práctica, ni los profesionales de la técnica (hacedores de nexos entre la naturaleza y la sobrenaturaleza) y las ciencias naturales (estudiosos de nexos entre objetos, procesos y fenómenos de la naturaleza) comprenden a profundidad la sociedad y el fenómeno humano y lo que hacen los profesionales de estas áreas (estudiosos de nexos de objetos, fenómenos y procesos de la sobrenaturaleza), ni estos últimos comprenden a profundidad la técnica y la ciencia de la naturaleza y lo que hacen los que trabajan en dichos procesos.
La enseñanza universitaria debe ser lo suficientemente abierta y flexible como para difundir y promover todos aquellos conocimientos que representan logros positivos auténticos de la humanidad, pero ello implica, a la par, que dicha enseñanza sea a la vez lo suficientemente crítica como para localizar y denunciar aquellos “logros” y distorsiones de la ciencia y la tecnología que contradicen y disminuyen la condición humana, que alienan al individuo y lo degradan a la categoría de mero recurso o instrumento para el enriquecimiento desmedido de otros o para un desarrollo económico sin fines sociales y humanos.
No se debe perder de vista que todo eso es solo una mediación en el cambio hacia la realización del ser humano y que este último no se reduce a la pura racionalidad de la ciencia y la tecnología, sino que tiene además un lado “inútil” que se expresa en afectos, sentimientos, emotividad, arte, fantasía, ocio, sueños, valores éticos, tradiciones, creencias, etc.
En realidad, la realización libre de este lado “inútil” de la existencia del individuo es lo que le permite llegar a “ser persona” llegar a “ser humano” a cabalidad.