El conflicto en Ucrania sigue siendo un tablero estratégico donde se cruzan intereses divergentes: por un lado, Rusia busca redefinir el equilibrio de poder en Europa; por otro, la Unión Europea (UE) defiende un sistema basado en valores democráticos y seguridad colectiva. En medio, la administración Trump impulsa una iniciativa de paz que confronta directamente esta tensión geopolítica.

Durante los últimos meses, el presidente Donald Trump retoma su papel en el conflicto, proponiendo un plan de paz que incluye la congelación de líneas de frente, reconocimiento tácito del control ruso sobre Crimea y gran parte del este, y una moratoria temporal sobre la entrada de Ucrania en la OTAN.

El objetivo identificado es lograr un alto el fuego, interrumpir la guerra y convencer a Rusia de participar en conversaciones de paz.

No obstante, esta estrategia ha generado alarma en Bruselas. Líderes europeos advierten que las condiciones impuestas por Trump ceden demasiado terreno a Moscú y dejan a Ucrania en una posición vulnerable. Desde su perspectiva, este enfoque socava los principios de soberanía nacional y podría minar la cohesión del flanco europeo.

Desde el lado ruso, el presidente Vladimir Putin ha evidenciado que no está dispuesto a avanzar sin mayores concesiones. A pesar de la retórica de Trump, Moscú ha rechazado propuestas claras como la de un alto al fuego de 30 días, señalando que considera los ultimátums poco constructivos.

Según analistas, Putin cree que el desgaste va a su favor: con la guerra prolongada, Rusia podría reconstruir sus capacidades militares a niveles previos al conflicto hacia 2027, representando una amenaza renovada para Europa.

Además, en conversaciones, Putin pide garantías de que Ucrania no se una a la OTAN y exige zonas de influencia permanentes, posiciones incompatibles con las demandas de independencia que defiende.

Frente a la estrategia estadounidense, la UE articula una respuesta más integrada. El grupo diplomático Weimar (extensión del conocido Triángulo de Weimar), se formó en febrero de 2025 para coordinar esfuerzos sobre Ucrania sin depender exclusivamente de EE. UU. Sus declaraciones subrayan que cualquier proceso de paz debe incluir a Europa y preservar la seguridad continental.

Asimismo, Alemania, Francia y Bélgica impulsan un mecanismo para usar los 300.000 millones de dólares congelados de Rusia como préstamo a Ucrania, evitando judicializaciones y sin necesidad de Estados Unidos.

Esta iniciativa busca reforzar la autonomía europea en la defensa de Ucrania y contener así la influencia atenuada de Trump.

Mientras, Trump crea tensiones crecientes en la relación transatlántica, promueve una presión sostenida a Rusia y sugiere sanciones contundentes, el presidente de EE. UU. se inclina a delegar más responsabilidad a Europa mientras mantiene una postura ambivalente, incluso señalando que podría retirar apoyo si no hay avances inmediatos.

El discurso europeo cuestiona la prioridad de Trump por un acuerdo rápido, que evitaría confrontaciones costosas, pero a costa de renunciar a la integridad territorial de Ucrania y debilitar la credibilidad de la OTAN. El Washington Post destaca este desencuentro como un claro ejemplo de una alianza en colisión, donde cada parte persigue visiones estratégicas contrapuestas.

Desde Kiev, la propuesta de Trump ha suscitado recelos. Solo un 29 % de los ucranianos estarían dispuestos a aceptar el plan, frente al 51 % que prefieren una alternativa liderada por Europa, según una encuesta del Instituto Internacional de Sociología de Kiev.

El presidente Volodímir Zelenski insiste en que cualquier alto el fuego debe ser acompañado de garantías de seguridad, no meros compases de espera, y cuestiona el "silencio" de Estados Unidos cuando aumentan los ataques rusos.

El principal obstáculo para alcanzar un acuerdo de paz en Ucrania radica en el choque de estrategias: Trump propone un arreglo pragmático y rápido, que Europa percibe como una capitulación ante Rusia. Moscú, por su parte, espera consolidar resultados militares y diplomáticos, mientras Kiev exige garantías duraderas. En este contexto, la UE busca fortalecer su autonomía estratégica, promoviendo mecanismos propios de apoyo a Ucrania.

El resultado es un escenario difuso, donde la fragmentación transatlántica reduce las posibilidades de una resolución integradora. Si bien el impulso estadounidense puede desencadenar negociaciones, su éxito dependerá de la capacidad de conciliar las prioridades contrapuestas de Rusia, UE y Ucrania. El reto no es solo detener el fuego, sino construir una paz que sostenga la seguridad europea sin ceder soberanía ni credibilidad.

Franklin García Sosa

abogado

Un párrafo que dice quién es ya qué se dedica: Franklin Manuel García Sosa. Abogado egresado de la UASD, con maestria en Derecho Administrativo y Procesal Administrativo (pendiente de tesis). Se desempeña como Consejero en la Embajada de la República Dominicana ante el Reino Unido.

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