De vez en cuando surge una historia que pasa inadvertida entre el bullicio político y las tormentas de opinión pública, hasta que de pronto reclama nuestra atención con una mezcla de asombro y desconcierto. Hoy, esa historia viaja silenciosamente por nuestro vecindario celestial: un objeto del tamaño de Manhattan, designado Atlas-3i, que atraviesa el sistema solar como si llevara millones de años en ruta hacia nosotros.

Atlas-3i fue detectado el 1 de julio. A primera vista parecía un cometa más: brillante, helado, expulsando gases. Pero entonces aparecieron las anomalías —los “pequeños pecados” que distinguen lo ordinario de lo extraordinario. Y pocas personas abrazan tanto esas rarezas como el astrofísico de Harvard, Dr. Avi Loeb, conocido por una pregunta que incomoda a la academia tradicional: ¿Y si…?

Hablando desde el Observatorio del Harvard College —con un telescopio de casi dos siglos a sus espaldas—, Loeb explicó que Atlas-3i no se comporta como un cometa típico. Se desplaza en el mismo plano que los planetas, como si siguiera deliberadamente una trayectoria calculada. Su movimiento presenta aceleración no gravitacional, señal de que una fuerza adicional lo empuja. Y de su superficie emergen siete chorros orientados en direcciones distintas, algunos apuntando hacia el Sol, otros alejándose de él, dispersando material a distancias que alcanzan un millón de kilómetros.

¿Bolsas de hielo que se subliman? Puede ser.

¿Propulsores? También puede ser.

A lo largo de décadas, Loeb ha insistido en que en una galaxia con 100 mil millones de estrellas, muchas con planetas similares a la Tierra, resulta arrogante pensar que la humanidad sea la única civilización tecnológica que haya existido. Si otras surgieron y desaparecieron millones o miles de millones de años antes que nosotros, sus restos —sondas, artefactos, naves abandonadas— podrían seguir viajando por el espacio interestelar.

Por eso Loeb sugiere que Atlas-3i podría ser una misión de reconocimiento, un artefacto antiguo o incluso una nave nodriza enviando sondas. Un visitante involuntario o deliberado.

¿Debemos preocuparnos? Loeb evita el sensacionalismo: lo más probable es que sea un cometa natural. Pero añade una advertencia: los cisnes negros existen. La historia de Troya sigue vigente; a veces lo aparentemente inofensivo trae sorpresas. Observar no cuesta nada. Ignorar, a veces, sí.

El 19 de diciembre Atlas-3i alcanzará su punto más cercano a la Tierra, justo antes de las fiestas de fin de año. “Esperemos que no traiga regalos no deseados”, dijo Loeb con humor. Aunque detrás del chiste late una verdad universal: los seres humanos temen lo que no entienden.

LA NASA publicará pronto imágenes de alta resolución del objeto, tomadas cuando pasó relativamente cerca de Marte. Es posible que muestren únicamente roca e hielo. O tal vez revelen algo capaz de redefinir nuestro lugar en el cosmos y convertir 2025 en el año en que la humanidad dejó de estar sola.

Para lectores latinoamericanos, acostumbrados a que los grandes titulares vengan de Washington o Beijing, esta historia recuerda algo distinto: la verdadera geopolítica es minúscula frente al escenario cósmico. Ni Estados Unidos, ni China, ni ninguna potencia puede reclamar el monopolio del misterio universal. Aun así, Loeb insiste en que, si surge una oportunidad histórica, Estados Unidos debería actuar como “un faro de luz no solo para las naciones de la Tierra, sino para todas las civilizaciones de la Vía Láctea”.

Tal vez suene grandilocuente. Pero también suena, por un instante, posible.

Sea cometa, máquina ancestral o mensajero extraviado, Atlas-3i nos ofrece algo que escasea en estos tiempos: maravilla. Nos recuerda que el universo es vasto, complejo y profundamente ajeno a nuestras pugnas terrenales.

Y en un año saturado de dramas humanos, quizá un visitante inesperado es precisamente lo que necesitamos.

Porque, como concluye Loeb, una cita a ciegas de proporciones interestelares exige solo una cosa:

La humildad de aprender.

Ronald L. Glass

Diplomático

Exdiplomático estadounidense | Líder de Desarrollo Internacional | Experto en Gobernanza, Seguridad Nacional, Estado de Derecho y protección de los Derechos Ciudadanos | Impulsando los intereses estadounidenses y la resiliencia institucional en Centroamérica. Ronald Glass es analista especializado en asuntos internacionales y amenazas emergentes, y autor galardonado del guion de ciencia ficción sobre inteligencia artificial “The Realms – Samsara.”

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