La terapia de grupo ha demostrado, a lo largo de más de un siglo, ser un recurso eficaz, humano y costo-eficiente para la atención a la salud mental. Sin embargo, en República Dominicana es una herramienta subutilizada… o casi inexistente.

En 1905, Joseph Pratt tuvo la iniciativa de reunir pacientes diagnosticados con tuberculosis para hablar sobre sus problemas, constituyendo lo que luego se conocería como “grupo de apoyo”, y notó que los participantes mejoraban psicológicamente. Edward Lazzell siguió sus pasos y organizó los primeros grupos de apoyo con pacientes que sufrían de esquizofrenia, notando igualmente sus beneficios.

Años después, Jacob L. Moreno propuso la “psicoterapia de grupos” como respuesta a la creciente demanda de atención a la salud mental, que desbordaba las posibilidades individuales de los facultativos. Su propuesta se consolidó durante la Segunda Guerra Mundial, cuando miles de soldados regresaban con secuelas emocionales y estrés postraumático.

El sufrimiento psíquico no se resuelve en soledad

Paralelamente, los estudios de Kurt Lewin sobre la dinámica de grupos contribuyeron a comprender los procesos de interacción, liderazgo y cohesión que ocurren dentro de los grupos, sentando las bases teóricas para el trabajo grupal en los ámbitos clínico, comunitario y organizacional.

En la República Dominicana, la terapia de grupo, los grupos de apoyo y la psicoeducación siguen siendo estrategias poco utilizadas dentro de los servicios hospitalarios. Sin embargo, su incorporación traería múltiples ventajas.

El grupo constituye un sistema de interacciones que favorece la comprensión de la condición de salud mental que se padece, promueve la disposición al cambio y refuerza la sostenibilidad de ese cambio en el tiempo. Además, fomenta la empatía, la validación mutua y la esperanza compartida entre personas que atraviesan problemáticas similares.

Desde el punto de vista operativo, la modalidad grupal también mejora la eficiencia de los servicios. En un promedio de dos horas, dos profesionales pueden ofrecer atención a doce pacientes, en lugar de dedicar 6 horas cada uno para sesiones individuales. Esto reduce significativamente los tiempos de espera y permite tener un seguimiento más frecuente y eficaz.

Numerosas investigaciones respaldan la eficacia de la terapia grupal en distintos trastornos: ansiedad social, depresión, adicciones, trastornos de personalidad, trastornos obsesivos-compulsivos, entre otros. (Yalom, 2005; Burlingame, 2018). También han mostrado excelentes resultados en grupos de sobrevivientes de violencia sexual y en la psicoeducación familiar de pacientes con enfermedades mentales graves.

En casos de psicosis y esquizofrenia, la psicoeducación del grupo familiar reduce las recaídas y las hospitalizaciones, disminuye la carga del cuidador y mejora la adherencia al tratamiento. Asimismo, en el trastorno bipolar, la psicoeducación grupal se asocia con menor recurrencia y mejor adherencia terapéutica.

Como sostiene Yrvin D. Yalom, referente contemporáneo de la terapia grupal, “el grupo se convierte en un microcosmos social donde los pacientes aprenden nuevas formas de relacionarse y de comprenderse a sí mismos”.

Implementar esta modalidad en los hospitales públicos implica formar profesionales de la psicología clínica en técnicas de intervención grupal, establecer criterios de selección y confidencialidady crear espacios adecuados en las estructuras hospitalarias para grupos de hasta doce participantes.

El grupo puede convertirse en un laboratorio de apoyo, comprensión y cambio

Pero, más allá de los requerimientos técnicos, se trata de una cuestión de voluntad institucional y de visión humana: entender que el sufrimiento psíquico no se resuelve en soledad, y que el grupo –bien conducido– puede convertirse en un laboratorio de apoyo, comprensión y cambio.

Incorporar la terapia de grupo en los hospitales públicos no es solo una cuestión de eficiencia, sino de justicia sanitaria y de respeto a la dignidad de quienes padecen sufrimiento psíquico. Urge que la salud mental deje de ser el eslabón débil del sistema.

La autora es psicóloga, artista visual y profesora universitaria. Cree en el poder del encuentro humano como vía de sanación.

Angela Caba

psicóloga clínica

Coordinadora de la Cátedra de Psicología Clínica, Escuela de Psicología, Universidad Autónoma de Santo Domingo. CEO de Pigmalion, EIRL.

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