La política dominicana atraviesa un momento crucial. El gobierno del Partido Revolucionario Moderno (PRM), encabezado por Luis Abinader, ya no exhibe la fortaleza de sus primeros años. Su popularidad experimenta una caída sostenida y, según coinciden analistas y hasta aliados, sus posibilidades de retener el poder más allá del 2028 parecen cada vez más remotas.
Un visionario articulista de un medio local lo sintetizó con claridad: “Eso hace que su último gobierno pierda esa reserva de misterio que mantuvo vivo el encanto social y que sus ejecutorias sean típicamente predecibles. Entra así a un inevitable ciclo de agotamiento en el que las expectativas populares empiezan a decaer en provecho de una oposición que con mucho apetito trata de apresurar la caída”.
En este escenario de desgaste oficialista, la relación entre el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y la Fuerza del Pueblo (FP) adquiere un relieve especial. La fragmentación opositora ha sido hasta ahora una ventaja para el PRM, pero el panorama cambiaria si las dos principales fuerzas opositoras logran redefinir su dinámica. De su capacidad para pasar de la competencia a la colaboración dependerá, en gran medida dependerá, si logran construir una alternativa sólida frente al agotamiento del gobierno y la desesperanza creciente de la población.
"Suma cero" vs. "suma necesaria"
El concepto de "suma cero" en política plantea que cualquier ganancia de un partido equivale a la pérdida exacta del otro. Bajo esa lógica, cada dirigente que migra hacia la FP representaría un debilitamiento proporcional del PLD. Esa visión, aunque refleja la natural competencia entre ambas organizaciones, corre el riesgo de simplificar una realidad más compleja.
El electorado dominicano no se comporta de manera estática. Más que un trasvase mecánico de votos, lo que se observa es un reajuste de simpatías en función de quién es percibido como la alternativa más viable frente al oficialismo. Si ambos partidos se quedan anclados en la lógica de “suma cero”, sus posibilidades de crecimiento se podrían reducir o entrar en un proceso de estancamiento. En cambio, reconocer la necesidad de sumar voluntades para enfrentar al adversario común abre la puerta a una estrategia de colaboración que multiplica opciones en lugar de restarlas.
La coopetencia como clave estratégica
En la dinámica entre el PLD y la FP cobra relevancia un concepto tomado del mundo empresarial: la “coopetencia”, que combina competencia y cooperación. En este modelo, dos actores que compiten por un mismo espacio no renuncian a esa competencia, pero reconocen la necesidad de colaborar cuando enfrentan un desafío común que los supera individualmente.
Trasladado al escenario político dominicano, el PLD y la FP compiten por conquistar el electorado tradicional del peledeísmo (morado y verde), y por presentarse como la principal fuerza opositora. Esa competencia es legítima y hasta saludable en democracia. Sin embargo, cuando se observa el desgaste acelerado del gobierno del PRM, y el desencanto creciente de la ciudadanía, la realidad muestra que la oposición no puede darse el lujo de permanecer dividida.
La coopetencia ofrece un camino: mantener la identidad propia y los matices de cada organización, pero encontrar espacios de coincidencia en lo fundamental, lo que implica construir acuerdos en torno a una agenda mínima que devuelva esperanza al electorado y proyecte una alternativa creíble de poder. La población, más que interesada en rivalidades internas, observa con expectativa que ambos partidos muestren madurez y capacidad de colaboración. No se trata de renunciar a las diferencias, sino de entender que el adversario principal no está dentro de la oposición, sino en la administración actual, que atraviesa un ciclo de declive.
En este sentido, la coopetencia puede convertirse en la fórmula que transforme la lógica de “suma cero” en una suma necesaria: un ejercicio de responsabilidad política que multiplicaría las posibilidades de éxito, al tiempo que responde al reclamo social de unidad frente a un gobierno en retroceso, en término de su popularidad, y en términos de sus políticas sociales y economicas, que operan en desmedro de las condiciones materiales de la población.
La dinámica de adhesiones y el efecto de arrastre
En los últimos años, la Fuerza del Pueblo ha atraído a numerosos dirigentes y militantes del PLD. Este fenómeno, que puede describirse como una dinámica de adhesiones, se sustenta en la percepción de que la FP cuenta con mayor potencial para disputar el poder, siendo el liderazgo de Leonel Fernández y su capacidad de movilización los factores determinantes en ese proceso.
Las motivaciones detrás de estas incorporaciones son variadas: desde expectativas de renovación política hasta la búsqueda de un espacio con mayores perspectivas de crecimiento. Pero más allá de las razones particulares, lo que se ha fortalecido es la percepción de que la FP concentra el rol opositor más dinámico, en el que opera lo que se conoce como “efecto de arrastre”: la tendencia de los votantes a alinearse con lo que consideran la opción ganadora.
Ese efecto se amplifica por la cobertura mediática y las encuestas que resaltan el ascenso de la FP frente a la pérdida de terreno del PLD. El resultado es una espiral en la que cada nueva adhesión refuerza la percepción de crecimiento. Sin embargo, también entraña un reto: la capacidad de integrar a esos nuevos dirigentes sin reproducir prácticas del pasado y, sobre todo, de traducir ese arrastre en propuestas concretas que conecten con la ciudadanía.
La gran pregunta: ¿suma o resta?
El dilema central para el PLD y la FP no es solo evitar seguir restándose mutuamente, sino determinar cuánto están dispuestos a sumar para revertir el dominio del PRM. La aritmética electoral muestra que, separados, sus posibilidades se reducen, mientras que unidos podrían configurar un bloque competitivo, y con evidentes posibilidades de sacar al PRM del poder.
La clave no estará únicamente en los números, sino en la habilidad de transformar la competencia en colaboración (COOPEPETENCIA), de pasar de una dinámica de adhesiones aisladas a la construcción de una narrativa compartida que entusiasme al electorado. La ciudadanía espera más que pactos de coyuntura: demanda un proyecto de país coherente, con respuestas claras a los problemas nacionales, que devuelva esperanza en medio de la desesperación social que ya se percibe.
Si PLD y FP insisten en mirarse como rivales, el PRM, aun en su desgaste, podría seguir capitalizando esa división. Pero si logran reconocerse como aliados estratégicos, la oposición no solo tendrá la oportunidad de reescribir la aritmética del poder, sino también de ofrecer al pueblo una alternativa real que sustituya el ciclo de agotamiento del gobierno por un horizonte de renovación y esperanza.
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