En los últimos días la política dominicana ha estado particularmente nauseabunda. Antes de referirme a Julio Romero o al candidato que no sabe definir la misma “ideología de género” que gasta millones en denunciar, empecemos hablando de las manifestaciones de odio escenificadas en el Parque Duarte el 29 de julio por la Antigua Orden Dominicana, que ningún periódico reseñó a pesar de la algarabía que los de la AOD armaron en las redes sociales y luego en la Zona Colonial. Estos paramilitares de ultraderecha se pasaron días tratando de provocar un enfrentamiento violento con la comunidad LGBT, azuzándola con mentiras, burlas y amenazas para que se presentaran a la hora indicada en el parque. El enfrentamiento no se dio porque la comunidad LGBT lo evitó, a sabiendas de que los de la AOD contarían con la protección de la policía, que efectivamente los escoltaron amablemente en su desfile por la Zona y durante la ceremonia de odio que realizaron en el parque.

Antigua Orden

Aquí hay varias cosas que resaltar: primero, la obsesión de los ultraconservadores dominicanos con la diversidad sexual, que desde que empezaron las campañas vitriólicas del cardenal López Rodríguez y sus socios mediáticos allá por los años 90 tienen al Parque Duarte como blanco preferido. En ese lugar de encuentro de la comunidad LGBT se han manifestado numerosos grupos de ultraderecha, que si antes se cobijaban bajo el manto de la moralina religiosa ahora lo hacen bajo el manto del patriotismo (“el último refugio de los canallas”, según Samuel Johnson). Hace apenas unos meses, por ejemplo, varios de estos grupúsculos realizaron una actividad homofóbica en el parque en la que, además de la AOD, el Movimiento Patriótico Revolución Duartiana, el Diálogo Conservador y otros, participó activamente un contingente del CESTUR.

Lo que nos lleva al tema de la complicidad de las autoridades con estos grupos, particularmente la AOC, que parece contar con un importante apoyo económico y político de sectores de poder que permanecen en las sombras. Aunque por momentos se les olvida la discreción, como cuando Marino Zapete denunció haber sido amenazado de muerte por la AOD y el jefe de la policía de ese entonces lo desmintió diciendo que “esos muchachos no representan ningún peligro… ellos solo están luchando por los valores de este país”. Luego vinieron las agresiones a los haitianos en la Ciudad Juan Bosch, a los artistas y activistas sociales en la Puerta del Conde, a los participantes en la Jornada Anticolonial del Parque Colón y otros similares. En todos estos casos la policía o permaneció impávida ante las agresiones o las apoyó directamente (recordemos que en la actividad de recordación a George Floyd la policía llegó al colmo de arrestar a Ana Belique, Maribel Núñez y Fernando Corona, en vez de detener a los violentos que los agredían).

La impunidad con que actúa la AOD es una manifestación más de la incomprensible política del gobierno de ceder ante los chantajes de la minoría de activistas y partiditos de extrema derecha que de un tiempo acá parecen dictar las posiciones oficiales, sobre todo en lo que respecta al tema migratorio. Aunque hacen mucho ruido en las redes, y aunque los medios más reaccionarios le dan espacio a sus discursos, la realidad es que no cuentan con mucho apoyo de la ciudadanía. A menos que vayan a las elecciones como lapas de un partido grande, sus candidatos hacen unos papelazos tremendos: en las últimas elecciones que fueron solos (2016), la Fuerza Nacional Progresista obtuvo el 0.35% de los votos presidenciales y el PQDC el 0.44%, por ejemplo. De igual forma, cuando las encuestas Gallup de este año preguntaron cuáles son los problemas principales del país, el porcentaje del electorado que mencionó la migración haitiana nunca superó el 2.5%.

Por eso resulta tan extraño que el gobierno dominicano esté dispuesto a hacer el ridículo internacional por no contrariar a esos sectores, como cuando el Ministerio de Relaciones Exteriores rechazó la instalación en el país de una oficina para coordinar la asistencia de seguridad internacional a Haití del gobierno de Canadá, a cuya canciller prácticamente acusaron de mentir. Después de casi 3 años demandando que los países del Norte asuman la solución de la crisis haitiana, el gobierno rechazó la instalación de una simple oficina con exactamente ese propósito, usando el tono de quien se niega a recibir portaviones y tropas de ocupación.

Algo similar ocurrió el mes pasado con la prohibición en el país de la marcha internacional de la diáspora haitiana, realizada pacíficamente en 60 países para demandar exactamente lo mismo que el gobierno dominicano tiene años exigiendo en todos los foros internacionales: que la comunidad internacional intervenga para solucionar la crisis haitiana. Ya Interior y Policía había concedido el permiso para la marcha, que retiró tan pronto los antihaitianos lanzaron su campaña “patriótica” por las redes. En cualquier momento las autoridades del MINERD también claudicarán ante su exigencia de que se prohíba la inscripción de niños haitianos en las escuelas, aunque esta medida viole la Constitución dominicana, múltiples convenios internacionales suscritos por RD y el más elemental sentido humanitario. Curiosamente, a los católicos y cristianos devotos que exigen la expulsión de los niños haitianos de las escuelas no los he visto referirse a los centenares de miles de visas que funcionarios corruptos venden en los consulados dominicanos en Haití, ni a las extorsiones generalizadas de haitianos, documentados o no, que realizan cotidianamente agentes de migración y policías dominicanos en medio de la más absoluta impunidad.

La extrema derecha ha ido compactando a los diversos sectores que componen su movimiento, caracterizados todos por sus discursos contra los haitianos, los migrantes, los gays y las lesbianas, los trans, las feministas y los defensores de las tres causales. No parecen tener otras propuestas políticas o quizás sus propuestas son tan repelentes que prefieren asustar a los votantes con sus discursos de odio y sus conspiraciones sobre la Agenda 2030. Como dice una amiga, usan el odio y el miedo como trampolín político porque no tienen más nada que ofrecer.

Siguiendo con la semana de los políticos horripilantes, el lunes nos enteramos de que la Fuerza del Pueblo, que se vende como partido de ideología ultraconservadora, eligió nada menos que a Julio Romero como candidato a alcalde por Santo Domingo Este. En este partido militan muchos de los que se estremecieron con Sound of Freedom y quisieran canonizar a los extremistas de derecha que hicieron la película. Pero parece que una cosa es la pedofilia con guitarra y otra muy diferente con violín, porque no los he visto quejarse de la elección de este distinguido representante de la clase política dominicana.

Y para concluir, la competencia entre el PLD, el PRM y FP por el premio al conservadurismo más extremo nos regaló hoy el divertido episodio del nuevo candidato a diputado del PRM por el Distrito Nacional, que se acaba de lanzar al ruedo político por todo lo alto. Este señor, que en los últimos días ha instalado costosísimas vallas (según informes, el alquiler de cada una cuesta un millón de pesos al mes), y que hoy jueves se gastó otra millonada comprando las portadas falsas de los periódicos matutinos, tiene como tema único de campaña la lucha contra la peligrosa “ideología de género” que tanto amenaza a la familia dominicana. Lo divertido del asunto es que, cuando unas horas más tarde lo entrevistaron en uno de los programas matutinos, el señor de las vallas no supo definir qué es la ideología de género, esa plaga que acecha tan alevosamente a nuestra niñez.

Quizás el premio de la semana no debe ser al conservadurismo más extremo sino al oportunismo más extremo.