En 1887, se inauguró el ferrocarril Sánchez–La Vega, el primer esfuerzo importante en República Dominicana para transformar el sistema de transporte de personas y cargas; pero lo descuidaron y cerró a principios de la década de l970.

En 1922, el gobierno de ocupación de Estados Unidos, con el fin de modernizar y controlar mejor el territorio nacional, inició la construcción de las primeras carreteras y puentes que conectaron la ciudad capital con el interior del país. Años después en 1980, empezó a operar la Oficina Nacional de Transporte Terrestre (ONATRATE), para organizar y regular el transporte público en las ciudades de Santo Domingo y Santiago.

También en 1980, en La Habana, a 20 años del triunfo de la Revolución Cubana, circulaban pocos carros y escaseaba la gasolina. Y en ese mismo año, en las calles del Distrito Federal de México ya los vehículos circulaban de forma alterna: un día salían los que tenían placas terminadas en número par, y al día siguiente, los impares. En cambio, en la capital dominicana, se inauguró el Metro de Santo Domingo en 2009, un salto hacia la modernidad vial en el país. Estos hechos revelan que los problemas del transporte tienen un importante componente político.

Recordemos que la neurociencia identifica, cada día con más claridad, el papel de lo biológico o genético en los comportamientos humanos. Y que el origen genético de la sociedad dominicana es una mezcla de tres influencias raciales – de tres leyendas de colores, como diría el poeta Pedro Mir-. Ellas son la negra o africana, 49%; la blanca o europea, 39%; y la taína o indígena, un 4%. Para algunos, esta combinación de influencias conforman un ser alegre, laborioso, hospitalario, pero con marcados rasgos de desorganización e indisciplina; y quizás en la conducción de vehículos de motor, es donde más se aprecian estas características.

El tráfico de vehículos, de todo tipo, en nuestro país se torna cada día más caótico y peligroso debido a múltiples factores, como son, el predominio de una cultura de imprudencia e irresponsabilidad; un aumento descomunal en la cantidad de medios de transporte, especialmente privados, de cargas y motocicletas; la escasa aplicación de la Ley de tránsito y de Ordenamiento territorial, a juzgar por la cantidad de construcciones ilegales, entre muchas más.  Este panorama se ha agravado por un largo periodo en el que ha predominado “el dejar   hacer y dejar pasar”, donde surgieron los llamados “dueños del país”, o sea, antiguos choferes y sindicalistas que se transformaron en empresarios dueños de rutas y de los vehículos; y la aplicación de esquemas de corrupción públicas y privadas de gran calado en nombre de solucionar el problema del transporte en el país.

Y así llegamos a esta terrible situación. Por ejemplo, según el más reciente  Informe sobre la situación mundial de la seguridad vial 2023, de la Organización Mundial de la Salud (0MS), el tránsito es la principal causa de muerte de niños y jóvenes en los casi 200 Estados Miembros de la Organización, y que desde el 2010, en la mayoría de ellos ha habido un descenso de esta mortalidad, pero en República Dominicana no. Que nuestro país, ocupa el segundo lugar entre los estados de América y El Caribe, después de Haití, y el 13 en el mundo, de mayor mortalidad.

La buena noticia, es que el gobierno dominicano ha lanzado la iniciativa RD se Mueve, que incluye el cambio de horario en entidades y avenidas; la sincronización de semáforos, la mejoría en la señalización del espacio público y zonas de parqueos; más grúas para retirar vehículos; la eliminación de giros a la izquierda, más corredores, y más agentes de tránsito; entre otras acciones.

Esperamos que estas regulaciones sean complementadas con una campaña sostenida de educación vial desde las escuelas, medios de comunicación y las redes sociales; el fortalecimiento de las instituciones involucradas en esta problemática —como el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones, el INTRANT, la DIGESETT y las alcaldías, entre otras—. Igualmente es indispensable, agilizar y concluir los proyectos de carreteras, túneles, elevados y puentes en construcción; y aumentar la disponibilidad de sistemas de transporte colectivo como autobuses, metros, trenes y teleféricos. La solución está clara: educación vial, aplicar la ley y priorizar el transporte colectivo.

William Galván

Profesor de psicología y antropología de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Investigador académico y consultor de empresas.

Ver más