El anuncio de la adquisición por el Estado de los terrenos del Hotel Santo Domingo para la construcción de un centro de convenciones para la capital que permita desarrollar el turismo de congresos, debería finalmente provocar la ansiada salida de los vehículos de transporte de carga del Malecón, que durante décadas han socavado esa hermosa vía, atentado contra la sana recreación y el turismo, y que por más intentos de prohibición y regulación de horarios realizados, se han mantenido transitándola representando un peligro y una muestra fehaciente de falta de valorización de lo más importante que tiene nuestra ciudad, su litoral marino.

Durante años la excusa fue que era necesario que se concluyera con la construcción de la circunvalación de Santo Domingo para que estos vehículos pesados tuvieran las vías de acceso, sin embargo luego de que esta fuera culminada el nuevo pretexto fue el costo del peaje, y así por la irracional negativa de pagarlo en vez de haberse establecido la total prohibición, simplemente se establecieron horarios nocturnos, aunque con una serie de excepciones diurnas que siguen afectando el entorno, pues es inconcebible que una vía que debe estar destinada principalmente para el paseo y el turismo, tenga que cohabitar con la agresión de ruidosos y peligrosos camiones que transportan cargas, lo que es irreconciliable con lo que debería ser el uso de la zona.

Es un paso correcto que las autoridades estén apuntando a diversificar nuestra oferta turística tratando de impulsar el desarrollo del turismo de congresos en la capital, y la ubicación del centro de convenciones en el Malecón es muy acertada, pero no basta con construir el centro, sino que esto debe estar acompañado de un plan integral que busque devolver el esplendor a la otrora más importante área de recreación de nuestra capital, para que deje de ser un cementerio de edificios en ruinas, de antiguos locales de diversión cerrados y abandonados, de solares descuidados, de edificaciones venidas a menos por la escasa afluencia de público, y que promueva soluciones más ambiciosas, como sería la posible extensión del estrecho ancho de la avenida George Washington para darle mayor lucidez a nuestro Malecón, declarando de utilidad pública porciones de terreno que permitan ampliarla, ahora que la baja actividad comercial e inmobiliaria de sus espacios lo haría más factible, y antes de que el anuncio de esta construcción no lo haga más costoso.

Es necesario también que haya una regulación especial del desarrollo inmobiliario de la zona, que asegure una armonía y consistencia urbanística, y promueva los usos de suelo tratando de derivar hacia esta zona la instalación de restaurantes, hoteles, y sitios de recreación que guarden sintonía con una ciudad costera, no permitiendo otorgar más usos en zonas del centro sin estacionamientos y que hacen caótico el tránsito y la vida de sus vecinos.

Nuestro Oscar de la Renta fue parte importante del prestigio del Hotel Santo Domingo habiendo estado a cargo de su diseño interior elegante y tropical a la vez, y las autoridades deberían asegurarse de que se preserve todo el exquisito trabajo de madera que hay allí con puertas y arcos finamente tallados con alegorías de palmas, y tratar de que el diseño arquitectónico del centro de convenciones a construir se inspire en parte en esta obra,  y desde ya pudiera pensarse incluso en honrar su memoria dándole su nombre al centro que será construido, el cual deberá estar de cara al mar para que no se cometa el error de otras edificaciones construidas fallidamente sin tener la mirada puesta hacia las azules aguas de nuestro Mar Caribe, pues el mayor atractivo de ese centro no serán sus facilidades interiores, sino la inigualable belleza de una vista espléndida hacia nuestro precioso litoral marino.

Ahora o nunca es el momento de dejar atrás años de olvido, de imperdonable divorcio entre la diversión y la costa, como si el crecimiento nos hubiera arrebatado el gusto por la belleza, pero también para devolver sentido urbano a una ciudad caótica, que ha descuidado sus partes más hermosas, que está dejando que se destruyan las obras de su patrimonio arquitectónico porque sus propietarios imposibilitados de demolerlas, prefieren dejarlas caer a pedazos ante la indiferencia de las autoridades, y que ha permitido que el desorden vehicular mantenga agonizante nuestro Malecón.  Ojalá que el nuevo centro de convenciones sea más que una edificación, y sirva para dejar atrás la ciudad que se olvidó de su costa, y marque la vuelta de su mirada al mar.

Marisol Vicens Bello

Abogada

Socia de Headrick Rizik Alvarez & Fernández desde el año 2000. Miembro del Comité Ejecutivo del CONEP, Asesora legal de la Asociación de Industrias de la República Dominicana (AIRD). Fue presidente de COPARDOM y de la Asociación Nacional de Jóvenes Empresarios (ANJE).

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