En el ensayo que Edith Stein terminó de redactar en 1936 sobre Martín Heidegger, específicamente sobre su libro Ser y Tiempo, muestra la estructura de la obra para avanzar hacia una interpretación del autor en cuanto existencialista, por ese motivo es que se llama La filosofía existencial de Martín Heidegger. El autor alemán pretende encontrar un fundamento a la pregunta por el ser que trascienda la herencia filosófica de los griegos hasta la modernidad. Debo destacar que ese intento en Ser y Tiempo lo colocó en un pedestal al que muchos se inclinaron y otros atacaron. Entre los primeros, Sartre, que se convirtió en una suerte de misionero del pensamiento heideggeriano luego de la Segunda Guerra Mundial, entre los segundos Mario Bunge, que lo considero poco más que un charlatán que jugaba con palabras vacías.
Seguimos el argumento de Stein sobre Heidegger: “Para obtener una respuesta a la pregunta por el sentido del ser, dice Heidegger, hay que preguntar al ente y no a uno cualquiera sino al ente a cuyo ser pertenece la pregunta por el sentido del ser y una cierta comprensión provisional (pre-ontológica) del ser”. Es importante señalar en esta cita, para quienes no tienen un conocimiento amplio del vocabulario filosófico, sobre todo en ontología y metafísica, que cuando hablamos de entes nos referimos a todas las cosas existentes y cuando nos referimos al ser estamos hablado de la existencia como condición sine qua non para que podamos conocer todo ente.
Por lo tanto, al plantear Heidegger la pregunta por el ser (o como él mismo dijo, volver a la pregunta que había caído en el olvido), es necesario establecer a cuál ente le puedo (y debo) preguntar por el ser. Heidegger indica que debe ser el ente “a cuyo ser pertenece la pregunta por el sentido del ser”. Es indudable que dentro de un contexto realista el único ente con dicha pertenencia es el ser humano y -siendo fiel a los tiempos que vivimos- las estructuras elaboradas por el ser humano capaces de interactuar entre ellas y con sus creadores. Nuestro autor da un paso más y reconoce en dicho ente (cada uno de nosotros en cada caso) “una cierta comprensión provisional del ser”, previa a todo esfuerzo intelectivo ontológico.
Ese asunto no es poca cosa en filosofía. Nos remite a los debates entre racionalistas y empiristas, cuando la cuestión de si nacemos con algún grado de conocimiento sobre lo real era tema álgido, tan temprano como Platón, pero con fuerza en los inicios de la modernidad, hasta que Kant intentó establecer la cuestión en su Crítica de la Razón Pura. Del lado de los grandes pensadores ingleses del siglo XX este tema era un asunto propio del lenguaje, el cual recibimos como fundamento de nuestra inserción cultural que nos humaniza.
Stein avanza en la formulación del tema: “(afirma Heidegger) A este ente que «somos en cada caso nosotros mismos» se le llama Dasein porque «la determinación esencial de este ente no puede realizarse mediante la indicación de un contenido quiditativo, sino que su esencia consiste más bien en que este ente tiene que ser en cada caso su ser como suyo»”. La quididad la hala Heidegger de la filosofía medieval, de un autor tan respetado como Tomás de Aquino, frente a la pregunta ¿qué es? de los entes, lo formula la escolástica con independencia de su existencia. Por tanto, para el autor de Ser y Tiempo el uso del término Dasein (Ser-ahí) pretende evitar que la definición de ser humano sea una abstracción (lo cual es común en la mayor parte de las antropologías) y lo somete con este término a que este ente sea “en cada caso su ser como suyo”. Ya tenemos un hilo de donde tirar para entender el “existencialismo” de Heidegger.
“Puesto que su comprensión del ser no sólo se extiende a su propio ser, llamado existencia, sino también al que no es conforme a tal, «la ontología fundamental, que está a la base de todas las otras ontologías, debe ser buscada en la analítica existencial del Dasein»”, señala Edith Stein. Se impone por tanto, partiendo esa perspectiva de lo que es el ser humano según Heidegger, analizar el Dasein en términos existenciales. Sin pretender una esencialidad tal como la mayor parte de la filosofía occidental desarrolló desde Platón hasta el momento en que nuestro autor ubica la cuestión en otros términos.
Pasa Stein a describir el proceso seguido por Heidegger en este esfuerzo de explicar lo que es el Dasein. “De ahí que la primera parte de la obra se dedique a la interpretación del Dasein: la primera sección contiene un análisis preparatorio del mismo; la segunda quiere señalar «la temporeidad como el sentido del ser de ese ente que llamamos Dasein». Y puesto que al ser de este ente pertenece la comprensión del ser, el tiempo «deberá ser sacado a la luz y deberá ser concebido genuinamente […] como horizonte de la comprensión del ser, a partir de la temporeidad en cuanto ser del Dasein comprensor del ser». En una tercera sección debía tratarse de «tiempo y ser» en el sentido de que no sólo el Dasein sino el ser como tal «debe concebirse a partir del tiempo»”.
Stein señala con precisión que únicamente la primera parte de lo anunciado por Heidegger se ha publicado y es Ser y Tiempo. En la actualidad sabemos que el esfuerzo editorial de Heidegger no continuó el proyecto planteado y que lo anunciado se puede encontrar o deducir de otras obras posteriores de él, pero no como continuación de Ser y Tiempo.
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