36 meses después de que Rusia invadiera a Ucrania, el mayor conflicto en suelo europeo desde la Segunda Guerra Mundial parece estar desembocando en un parteaguas. En momentos en que el Ejército ruso intenta repuntar en sus objetivos de ocupación y las fuerzas ucranianas intensifican su músculo de resistencia, un pequeño puñado de hombres en Rusia y Estados Unidos mueven los hilos que podrían redefinir el mapa de Ucrania y la seguridad de Europa. ¿Está llegando la guerra de Moscú en suelo ucraniano a un punto de inflexión? Lo analizamos.
Miles de muertes, masiva destrucción, desplazamiento forzado. Un panorama que se ha convertido en la cotidianidad de los ucranianos desde hace tres años.
De las masacres durante la primera fase de la guerra, como las que desgarraron a Bucha e Izium, Rusia pasó a recrudecer sus ataques por aire y tierra, con golpes contra la infraestructura civil y energética, aún incesantes.
Los movimientos en el terreno visibilizan la magnitud de una ocupación que amenaza la seguridad europea y la hasta hace poco sincronía occidental. Tres años de guerra y una negociación de paz en ciernes de la que Ucrania no es protagonista.
Control territorial: la ocupación que busca reconfigurar las fronteras en Europa
Si bien hace tres años el Kremlin desveló su objetivo de ocupación total tras el aumento exponencial en su despliegue militar en las fronteras, pese a que durante meses había negado que planeara una invasión de su vecino país, la agresión había iniciado años antes.
La guerra actual ya planteaba un mutilamiento del mapa ucraniano, en una parte del este, con las zonas controladas por los separatistas prorrusos en las provincias de Donetsk y Lugansk, y en el sur con la adhesión rusa de Crimea, anexionada por Moscú en 2014, justo antes del inicio de la guerra del Donbass.
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Momentos clave de la guerra en curso:
- El 24 de febrero de 2022, la temida invasión alertada por Estados Unidos, entonces bajo el Gobierno de Joe Biden, y sus aliados tomó forma. Tras la orden del presidente ruso, Vladimir Putin, el Ejército ruso cruzó la frontera con miles de tropas desde el norte, donde su aliado Belarús sirvió de plataforma; y el sur y el este de Ucrania, donde años antes Moscú había empezado a extender su presencia.
Putin intentó justificar que la guerra era necesaria para “desnazificar” a Ucrania, proteger a los civiles de habla rusa en el este del país atacado y evitar que se uniera a la OTAN, cuyas tropas desplegadas cerca a sus fronteras ha considerado una amenaza para su seguridad.
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- En septiembre de 2022, Rusia impuso cuestionados referendos con los que se anexionó cuatro regiones de Ucrania: Donetsk y Lugansk, en el este, y Zaporizhia y Jersón, en el sur, pese a que sus tropas no controlan la totalidad de esos territorios. Un momento cumbre que marcó los límites territoriales en disputa.
Desde entonces el Kremlin alega su soberanía allí, pese a no ser reconocida por la mayor parte de la comunidad internacional y a las denuncias sobre coerción a los habitantes.
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- Febrero de 2025: los tres años llegan con pocos cambios en los territorios anexionados por Rusia, que actualmente controla alrededor del 18% de Ucrania. En torno a esas regiones y la ambición de Moscú de adentrarse aún más en el suelo ucraniano se han gestado los más sangrientos combates de los últimos tres años, con los que el Ejército de Kiev ha tratado de recuperar sus provincias, en medio de avances y retrocesos en el campo de batalla.
36 meses en el frente de batalla: guerra de desgaste
El muro de resistencia del Ejército ucraniano, con el que Moscú chocó al inicio de la invasión, frenó el avance de las tropas del Kremlin a Kiev y las obligó a replantear su estrategia.
La mayor parte de la invasión ha estado marcada por un estancamiento y una guerra de posiciones o de desgaste en la que las victorias pueden ser temporales, similar a lo ocurrido en la Primera Guerra Mundial, como evaluamos hace un año en France 24, pero que aún hoy –cuando la guerra entra en su cuarto año consecutivo– se mantiene, coinciden los expertos.
“Evidentemente siguen en una guerra de desgaste, otra cosa es que Ucrania puede estar algo más desgastada que Rusia, eso se traduce en que si hace un año Rusia prácticamente no avanzaba, ahora avanza un kilómetro a la semana, lo que sigue siendo muy poco, eso suma solo 48 kilómetros al año. Seguimos en una guerra de desgaste, Rusia parecería estar cogiendo algo de ventaja, pero no está claro si van a poder sostener este ritmo”, evalúa Yago Rodríguez, analista militar y fundador de 'The Political Room'.
Una evaluación del Instituto para el Estudio de la Guerra del pasado 12 de febrero señala en rojo la preservación de Rusia de gran parte de los territorios del este y sur de Ucrania, pero también los avances ucranianos, en azul, así como su incursión en la región rusa de Kursk, donde Kiev mantiene alrededor del 40 % de los 1.290 kilómetros cuadrados y 100 asentamientos, que tomó, según indicó Moscú.
Rusia ahora controla el 75% de las regiones ucranianas de Donetsk, Zaporizhia y Jersón y más del 99% de la región de Lugansk. En Kursk, los rusos han recuperado alrededor del 64 % de los territorios tomados por Kiev, según afirmó este 20 de febrero el coronel general Sergei Rudskoi, jefe de la principal dirección operativa del Estado Mayor ruso.
“Ese balance estratégico no se ha roto, es una sumatoria estratégica a cero y no se ha roto porque Ucrania ha tenido el apoyo de EE. UU. y la OTAN en armas, Ucrania invadió a Kursk y por parte de Rusia algunas ciudades cayeron, pero no ha caído fundamentalmente el Donbass, no lo han controlado todo. Son varias etapas en las que la tecnología ha jugado un papel importante, pero en la parte militar, sobre todo, la cantidad de bajas por ambos lados es impresionante”, señala a France 24 como punto clave en el desgaste de ambos lados, el experto en geopolítica y estrategia militar, Luis Alberto Villamarín.
En los intentos por mejorar sus posiciones, las dos partes dieron nuevos pasos en el último año: Ucrania lanzó en agosto de 2024 su incursión en Kursk, la primera en territorio ruso desde la Segunda Guerra Mundial, mientras Moscú atrajo a actores extranjeros al campo de batalla: las tropas norcoreanas en Kursk y previamente, como se evidenció en 2023, al grupo de mercenarios Wagner.
“Moscú libra una guerra de desgaste y tiene de su lado tiempo, armas, reclutamiento, aliados (Corea del Norte) y el agotamiento de armas, si EE. UU. las suprime. Ucrania lleva adelante una guerra defensiva y depende casi totalmente de la ayuda internacional”, destaca el investigador Mariano Aguirre Ernst, asesor del Centro de Paz y Seguridad de la Fundación Friedrich Ebert.
Pero ninguna de las partes cede y desde el terreno los últimos despliegues del Ejército ruso sugieren que está comprometido con un esfuerzo de varios años para apoderarse del llamado cinturón de fortaleza de Ucrania, en el oblast de Donetsk, lo que “subraya aún más el aparente desinterés de Putin en una paz duradera”, independientemente de lo que Moscú trate en una mesa de negociación, señaló una evaluación del Instituto para el Estudio de la Guerra del pasado 16 de febrero.
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¿Negociación o imposición?
Decidir sobre Ucrania, y en el fondo sobre Europa, sin ninguno de los dos protagonistas en la mesa es la visión con la que el factor Donald Trump irrumpe en escena y marca el tercer aniversario de la guerra, mediante las negociaciones que su Administración inició con Rusia el pasado 18 de febrero.
Todo obligará, o debería llevar a Europa, a replantearse su modelo de seguridad
Una negociación con tono de concesión hacia Moscú, a juzgar por la advertencia de Washington de considerar “poco realista” que Ucrania retorne a las fronteras anteriores a 2014 y la negativa frente a su incorporación a la OTAN, en concordancia con las reiteradas exigencias del Kremlin.
“Realmente no se inicia una negociación entre EE. UU. y Rusia sino un posible acuerdo en el que, además de dejar fuera a Ucrania y a Europa y a la ONU, Washington comienza cediendo (…) Un pacto en estos términos entre Rusia y EE. UU. dejará a Ucrania desprotegida ante eventuales futuras ofensivas de Moscú; y debilitadas las bases euro-EE. UU. de la OTAN. Todo obligará, o debería llevar a Europa, a replantearse su modelo de seguridad”, resalta el analista Mariano Aguirre Ernst.
Yago Rodríguez destaca que no necesariamente las duras posturas de Trump se traducirían en un cisma entre Europa y Estados Unidos. Y es que miembros del equipo negociador como el secretario de Estado de EE. UU., Marco Rubio, también han planteado que las dos partes deberán hacer concesiones.
“Daría la sensación que pese a las palabras bruscas de Trump, van a adoptar una postura fuerte, pero no un abandono completo a Ucrania, otra cosa es que no vayan a defenderla tanto como la anterior Administración, lo que parece claro”.
Para el analista Luis Alberto Villamarín, “Putin no va a negociar ni para retirarse de Ucrania ni para dejar sus ambiciones de que Rusia vuelva a ser la Unión Soviética (…) tiene una punta de lanza que es un veneno para Europa que es Belarús, a la que maneja, que podría atacar a Finlandia o a Estonia, Letonia, Lituania, Polonia y lo haría si Estados Unidos retira el apoyo a Europa”.
El experto en geopolítica y estrategia militar agrega que si el mandatario ruso logra que la primera potencia concrete el retiro de ayuda en seguridad a Europa, como anticipó, “Putin se sentiría con el camino abierto para proceder en todos los países de la antigua Unión Soviética (…) También generaría una posibilidad para que el terrorismo islámico comience a actuar en todos estos países aprovechando el desorden que se forma y le daría una patente de corso directa a China para invadir a Taiwán. Trump está jugando con candela”.
En el pasado, Putin ha llamado a restaurar la “Rusia histórica” y amenazado con usar armas nucleares para frenar una eventual “intromisión” de la OTAN, pero algunos expertos estiman que sus aspiraciones de ocupación podrían parar en Ucrania.
Moscú “tiene ambiciones y capacidad neo imperial. Le interesa, sin duda, controlar las periferias de lo que era la URSS, de forma directa o indirecta. Le interesa también cooperar en el debilitamiento de EE. UU. y controlar o neutralizar y separar de Washington a Europa, dos objetivos a los que Trump colabora con entusiasmo. Pero tengo dudas sobre una voluntad imperial más allá de esto, que es más que suficiente”, indica el asesor del Centro de Paz y paz y seguridad de la Fundación Friedrich Ebert, Mariano Aguirre Ernst.
El punto clave para una eventual disuasión en Europa frente a Rusia recae en la interpretación y ejecución del artículo 5 de la OTAN, ya que no necesariamente activa de forma automática la defensa coordinada, evalúa el analista militar y fundador de 'The Political Room', Yago Rodríguez.
"El problema es que solo es creíble si hay alguien detrás que aglutina a los miembros de la OTAN y hace que estos se muevan, ese papel lo tiene Estados Unidos, en Europa hay muchos países con un equilibrio de poder relativo (…) No hay un líder natural, de tal manera que Rusia se puede plantear la posibilidad de mandar un ataque a los Bálticos, que no le importan a Trump, y si llega el momento de activar el artículo 5 y no pasa nada, quedaría retratado que el artículo no es fiable, entonces esa es la gran opción atractiva que tendría Putin, incluso si se queda el frente de guerra como está en Ucrania”.
Por lo pronto, la hasta hace poco sincronía diplomática entre Estados Unidos y Europa ha pasado a la escalada retórica tras el retorno de Donald Trump a la Casa Blanca, descalificando, incluso tildando como “dictador” al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski.
No mucho de lo se negocie sin Ucrania puede surtir efecto. Las opciones para el país atacado pueden ir desde la posibilidad de continuar en guerra con el apoyo europeo –que tendría que redoblarse ante el prometido retiro de la ayuda de Washington– hasta fortalecer su batería diplomática, esta vez no frente a Trump, sino ante los congresistas republicanos que puedan presionar a su líder. El otro camino sería acoger lo pactado entre Moscú y Washington, lo más similar a una rendición.
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